REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007
RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA
CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.
A partir de aquí entra de llevar a relatar los
diferentes movimientos de tropas que se suceden en el Reino de Valencia con el
fin de frenar las sublevaciones de Denia y de Vinarós y cuyo fracaso evidenció
claramente la inoperancia del gobierno borbónico.
La capitulación de la ciudad de Valencia y la
proclamación del archiduque Carlos se presenta como el fruto de la traición
cometida por algunos personajes destacados de la sociedad valenciana, el conde
de Cardona, don Manuel Mercades y José Vicente Torres y Eximeno y, al mismo
tiempo, como el resultado de un claro apoyo popular protagonizado por los
gremios de la capital. Es en este punto cuando Minyana, siguiendo algunas de
las críticas formuladas por Martí, se decide a introducir en la narración los
nombres de todos aquellos que rehusaron adherirse el nuevo gobierno.
Aunque la rendición de Valencia abría las
puertas a una nueva etapa de gobierno, la pluma de Minyana no fue muy prolija a
la hora de analizarla. Se limita a hacer
unos breves, pero durísimos, comentarios sobre el nuevo dirigente, Basset, a
quien acusa de cometer todo tipo de tropelías contra los partidarios del
Borbón, todas ellas respaldadas por los sectores sociales más desfavorecidos
que, desde el primer momento, se habían
unido a él. Tampoco se libraron de descalificaciones contundentes otros
destacados austracistas como el virrey, conde de Cardona, de cuya acción de
gobierno apenas si destaca la persecución infringida a los fieles partidarios
del Borbón.
El Libro Primero y el Segundo se unen sin
solución de continuidad en la narración´- a veces farragosa- de los hechos de
armas que se desarrollan a lo largo y ancho del Reino de Valencia durante la
primavera y verano de 1706 y que fueron protagonizados por los ejércitos de
ambos contendientes. Las múltiples escaramuzas, que se suceden aquí y allá,
pero, sobre todo, el asedio aliado de Alacant, centran la atención del
historiador, quien -también hay que señalarlo- no dudó en condenar la muerte de
muchos inocentes a manos del ejército felipista tras su entrada en Elig. Este
hilo narrativo se interrumpe para dar paso a la llegada del archiduque a la
capital del Reino. Es en ese punto cuando aflora de nuevo el análisis histórico
para dar cuenta brevemente de algunas de las medidas de gobierno adoptadas por
el nuevo rey, en especial aquellas que afectaban a los intereses económicos del clero. Sin
embargo, las actuaciones de los respectivos ejércitos recuperan de nuevo el
protagonismo de la narración e imponen su presencia hasta desembocar en el gran
plano de la batalla de Almansa.
El Libro Tercero y último se inicia después
de la batalla siguiendo el camino recorrido por el ejército victorioso tras su
llegada a tierras valencianas. Dedica gran atención a la entrada de las tropas
en la capital y de nuevo carga las tintas contra el populacho por su
resistencia a capitular, si bien destaca y ensalza la actitud prudente y
moderada prestada por determinados personajes y colectivos en estos difíciles
momentos.
A Valencia siguieron otras poblaciones,
Alzira y especialmente Xátiva, donde el historiador da verdaderas pruebas del
esfuerzo por mantener el rigor de su narración y el respeto a la verdad,
incluso en situaciones tan comprometidas para la causa borbónica como las
derivadas de la destrucción de ésta última ciudad, puesto que, a diferencia de
otros historiadores coetáneos, no dudó en atribuir la paternidad de tan cruel e
innecesaria medida al propio ejército borbónico en la persona de su comandante
D'Asfeld, si bien en verdad que, tras esta atribución, hay un claro intento de
ocultar que la orden de destrucción vino de Madrid bastante tiempo después de
recuperada la ciudad y que el propio Felipe V no fue ajeno a la misma.
El último libro mantiene la tónica narrativa
de los anteriores, centrada ahora en el proceso de recuperación de todas las
poblaciones valencianas que habían perseverado en su actitud rebelde hacia el
ejército borbónico. Una por una, hasta llegar a la rendición de Alacant,
Minyana va desgranando, sin referencias cronológicas pero tratando de respetar
la secuencia de los acontecimientos, todas las actuaciones militares. Sin
embargo, en esta parte tiene que hacerse eco también de los problemas políticos
y sociales derivados de la guerra. En primer lugar de la abolición de los
Fueros, respecto de la cual contrapone la antigua "libertad" a la
presente "servidumbre", aunque en ningún momento hace suyas las
quejas por el carácter indiscriminado del castigo y sí se hace eco de las
razones esgrimidas por los vencedores para justificarlo. Al mismo tiempo, como
observador y testimonio de la nueva situación, no duda el recoger el amplio
malestar social provocado por la aplicación de las nuevas leyes y denunciar la
política de represión aplicada sobre los vencidos. Al respecto, hay que decir
que no escatima críticas al comportamiento del ejército vencedor por su actitud
de altanería y orgullo y por la soberbia y avaricia con la que los jefes
militares trataban a los infelices pueblos. También se hace eco del fenómeno de
los migueletes, pero en ningún momento da a éstos su verdadera dimensión social
y política, es decir, la de constituir un movimiento de resistencia al gobierno
borbónico que, a modo de guerrilla, trata de frenar el avance de las tropas,
sino que, por el contrario, y siguiendo
con las propias órdenes dictadas por el gobierno borbónico, alude siempre a
ellos con el apelativo de "ladrones", a fin de erradicar las
connotaciones patrióticas de estos grupos.
En definitiva, la obra de Minyana, con sus
limitaciones y sus aciertos, sigue constituyendo, hoy en día, una fuente básica para el conocimiento de los
años cruciales que transcurren entre 1705 y 1709. A diferencia de otras obras
históricas sobre el reinado de Felipe V, como o la del marqués de San Felipe o
la de Belando, que vieron la luz en los años posteriores al conflicto, la obra
de Minyana permaneció inédita hasta 1752, a pesar de que las dos primeras
partes estaban ya redactadas en 1707 y la tercera y última en una fecha no
precisada pero anterior a 1723. Llama, pues, la atención, el largo periodo
transcurrido hasta su publicación en 1752, que no puede justificarse solamente
en el hecho de que el manuscrito estuviera un tiempo el paradero desconocido,
como explica Mayans. Pero no es menos destacable el hecho de que no viera la
luz en imprentas valencianas o españolas, sino en las de la lejana Holanda, y
no a impulso de quienes de una u otra manera se habían visto afectados por los
avatares bélicos o sus consecuencias, sino gracias al interés y a la iniciativa
del erudito conde de Linden, quien solicitó de su corresponsal Mayans el envío
de libros y manuscritos de antigüedades, historia o jurisprudencia digno de ser
reimpresos o publicarse por vez primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario