SAN VICENTE FERRER, PREDICADOR
ÚLTIMOS AÑOS DE SAN VICENTE FERRER
Vicente Ferrer un Dominico
"milagrero" y con el "Don de lenguas":
En el Proceso de su Canonización
se recogen 860 prodigios o milagros, obrados por el Predicador Dominico en vida
y después de morir, que escrupulosamente comprobaron los Jueces del Proceso.
San Vicente Ferrer, predicando
siempre en lengua Valenciana, le entendían los castellanos, los de¡ norte de
Francia, los vascos, los italianos del Piamonte y Lombardía... Muchos testigos
declararon en el Proceso que, hablando Vicente Ferrer en Valenciano, ellos le
entendían perfectamente en su lengua nativa. Por lo mismo, hay que admitir que,
a San Vicente Ferrer, se le concedió el "don de lenguas".
Con el ánimo de favorecer algunas
poblaciones del Reino de Valencia, se dirigió a muchas de ellas. el día 26 de
Agosto de 1410 se dirigió a Líria, ya que sus vecinos estaban sumamente
afligidos por habérseles secado su caudalosa fuente, que era toda su fuente de
riqueza. Compadecido el Santo, celebró misa en el lugar donde solía manar el
agua y bendiciéndolo, volvió a salir agua en abundancia, prometiendo el santo
que jamás faltaría allí el agua, como así sigue siendo en la actualidad. En
dicho lugar, conocido como San Vicente de Líria, se levantó una ermita en honor
al Santo y se habilitó posteriormente como zona de recreo.
A continuación, comento otros
milagros:
Milagro del pañuelo (Milacre del
mocadoret):
En 1385 predicando el santo en
Valencia, en la Plaza del Mercado, se detuvo y muy conmovido dijo a los
oyentes: "Hermanos, ahora mismo estoy viendo que unos hermanos nuestros
piden un socorro inmediato, que si no se les da morirán". Le preguntaron
dónde estaban esas personas. El santo contestó: "Seguid a mi pañuelo, y
donde él entre, entrad. Y lanzó al aire su pañuelo, el cual entró por la
ventana de una buhardilla. En ella, en efecto, se estaba muriendo de hambre una
familia, que fue socorrida. Según la tradición la casa estaba ubicada en la
actual plaza del "Milacre del Mocadoret nº 5 (junto a la plaza de la
Reina), donde hay una placa que lo recuerda.
Milagro del tendero (Milacre del
salser) En 1359, el comerciante en especies Miguel Garrigues, que vivía en la
misma calle que los Ferrer, tenía un hijo que sufría unas úlceras malignas en
el
cuello y de las que le curó el
también niño Vicente. En la fachada del nº 37 de la actual calle del Mar, muy
cerca del lugar en el que según la tradición ocurrió este hecho, hay un retablo
en cerámica valenciana que lo recuerda. Este hecho es uno de los orígenes de la
devoción popular valenciana de las representaciones de diversos milagros
(milacres) suyos en los Altares de las calles el día de su fiesta.
INFLUENCIA
Dejando de lado contemporáneos
que con mucha probabilidad tuvieron su influencia, como Inés Pedrosa o de
Moncada (1388 1428), la Beata Margarita de Saboya Acaya (1382 1464) o el Beato
Pedro Geremía (1399 1452), mencionemos únicamente su Compañía de penitentes y
otros discípulos.
Con exactitud esta Compañía era
de penitencia, si bien los penitentes constituían a veces una verdadera cofradía
de flagelantes. Estaba integrada por oyentes de su predicación, que
manifestaban su conversión a través de estas prácticas, permaneciendo en su
seno más o menos tiempo. Precedían la entrada solemne del predicador en la
población entregándose a sus piadosas prácticas, lo que atraía la curiosidad y
la piedad de las multitudes, preparando así espiritualmente al auditorio para
la predicación. Pero malos tiempos corrían para los flagelantes, si bien lo
dice él mismo siempre enseñó y continuará enseñando que todos sometan
enteramente sus obras, palabras y escritos a las determinaciones de la Iglesia
como hace él.
Por otra parte, parecería que después de su muerte
se dio un distanciamiento todavía mayor del que ya había entre esta Compañía de
importante función en la conservación y transmisión de algunos de sus sermones
y precisamente las instancias francesas de la Orden dominicana, llegando a
"condenarla" al silencio.
Los biógrafos antiguos hablan
también de aquellos que estuvieron cerca de él durante más o menos tiempo
atraídos por su personalidad y doctrina. Y así señalan entre los dominicos a:
Jofré de Blanes, Pedro de Queralt, Pedro Cerdán y Pedro Martínez, etc. Pero no
debe dejar de mencionarse al mercedario Juan Gilabert Jofré y a otros como:
Juan de Aloy, Pedro de Moya, Juan García, el francés Blas de Alvernia y el
italiano Antonio de Auria. Además, otros que integrarán un movimiento de
restauración de la observancia de la vida dominicana, que culminó pocos años
después de su muerte en su misma Provincia (Raimundo Pulgar; Nicolás Carbonell;
Martín Trilles; León Beneyto; Rafael García).
Antes de pasar a la presencia
posterior del Santo, deben tenerse en cuenta sus diversas tradiciones
hagiográficas pues son el pertinente caldo de cultivo donde surgieron tales
influencias y pervivencias.
Al ser canonizado en 1455, no
estaba escrita aún su legenda y tuvo que redactarse con sensible retraso, con
todas sus consecuencias. Su primera biografía es más la obra de un humanista
cristiano que un texto medieval, algo nuevo en la literatura hagiográfica. Fue
este primer biógrafo el ya citado Pietro Ranzano en torno a 1456, dominico del
Convento de San Domenico de Palermo, años después Obispo de Lucera. Su obra
está en la base de la tradición hagiográfica vicentina, aunque continúa siendo
olvidada en nuestros días. Siguiendo sus huellas, tenemos una tradición
italiana con autores tan valiosos como san Antonino de Florencia, Leandro
Alberto, Juan Antonio Flaminio y otros nombres de la hagiografía doméstica
dominicana.
Pero la tradición vicentina tiene
su pleno desarrollo literario, y también artístico, en Valencia. La obra de
Ranzano fue utilizada para la Vida escrita en prosa valenciana por Miquel
Pérez, traductor notable; su obra fue impresa en la misma Valencia en 1510,
pero con escasa difusión. A lado de ella tenemos un texto que no se llegó a
publicar hasta el siglo xx, pero de gran importancia en la tradición
dominicana. Me refiero al opúsculo de Baltasar Sorió op, titulado De Viris
illustribus Provinciae Aragoniae Ordinis Praedícatorum, escrito entre 1516
1522. En él ofrece un compendio biográfico del santo, sin fechas y temas
cronológicos, pero que añade algunos milagros locales.
Sin olvidar la Crónica de Viciana
que ofrece en 1563 una breve síntesis de la vida del santo brindando ya datos
fehacientes, será al comienzo del último cuarto de este mismo siglo XVI y en el
ambiente de los frailes dominicos reformados, cuando nazca como verdadera
exigencia espiritual la preocupación por el conocimiento sólido del santo, con
una preocupación hagiográfica ya muy diferenciada de la de Ranzano y de los
otros autores. Se recibe la tradición amorosamente, pero se pretende aquilatar
los hechos históricos y se busca para ello un apoyo en los documentos. Es la
corriente iniciada por los ya mencionados Vicente Justiniano Antist y Francisco
Diago.
Pasemos ahora ya a señalar
algunos significativos casos de influencia vicentina hasta el siglo XVII.
En el ámbito dominicano debe señalarse el italiano Manfredo de Vercelli op (+h. 1432) que, influido por el ejemplo de san Vicente, lo imitó como predicador apocalíptico a partir de 1417 en la Liguria y el Piamonte, suscitando y guiando un movimiento penitencial, que fue condenado y reprobado. También debe indicarse a Jerónimo Savonarola op (1452 1498). Para él, san Vicente poseía cinco condi ciones necesarias, que debía tener todo predicador: "un ángel, desasido de los intereses mundanos pero en medio de la Iglesia, anunciador del Evangelio y no de mentiras, volcado a todos sin acepción de personas, apasionado. Todas estas condiciones se verificaron en Vicente, sobre todo la quinta: efectivamente su apasionamiento aterrorizaba y provocaba la inmediata conversión de multitud de personas, comprendidos judíos y moros".
Además, el valenciano Juan Gavastón
op (+ 1623), autor de una biografía del santo y, sobre todo, primer
comentarista y traductor al castellano si bien no es demasiado literal del
Tratado de la vida espiritual. Así como su pariente por línea materna san Luis
Bertrán op (1526 1581) y lo que se ha denominado su Escuela de Espiritualidad.
Influencia vicentina que alcanzará una gran difusión gracias a la edición de
los cuatro volúmenes de sus Sermones por sus contenidos y por considerarlo
"modelo" de predicador fruto del encargo a sus hermanos de Orden en
la década de 1690 del Arzobispo de Valencia Juan Tomás de Rocabertí.
En los ámbitos no pertenecientes
a la Orden Dominicana, podría citarse cronológicamente en primer lugar a la
monja valenciana sor Isabel de Villena (1430 1490), pero posiblemente las
coincidencias se deben a que ambos utilizan los mismos materiales que adaptan o
copian (p.e. Dionisio el Cartujano, Santiago de Vorágime, etc.), si bien hay
por lo menos una presencia expresa, como es el caso del sermón de santa María
Magdalena.
También está el abad García
Ximénez de Cisneros (c.1456 1510), benedictino del catalán monasterio
Montserrat, cuyo Exercitatorio de la vida espiritual impreso en 1500, evocaría
por luz y por estilo el Tratado de la vida espiritual vicentino, pero también a
otras obras similares (Francisco Eximenis, etc.) . Por otra parte, en 1510
aparecerá la versión castellana de esta última obra, mandada hacer por el
reformador cardenal franciscano Francisco Ximénez de Cisneros (1436 1517),
aunque "mutilada" por razones doctrinales favorables a las visiones y
arrobamientos. A ella seguirán otras ediciones ya íntegras en León (1528) y
Barcelona (1585).
De esta misma época es san
Ignacio de Loyola (1491 1556) y su Libro de los Ejercicios Espirituales,
empezado a redactar hacia 1522 y en el cual algunos autores han detectado una
clara influencia vicentina, si bien ha sido ardorosamente discutida por otros.
Y en Valencia deben señalarse al franciscano beato Nicolás Factor (1520 1583) y
al Arzobispo san Juan de Ribera (1532 161 l), según constata la tradición
hagiográfica valenciana.
Y así, podría continuarse
rastreando su influencia a través de sus múltiples biografías y la lectura de
sus sermones y de su Tratado de vida espiritual
.
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