Por: Ricardo de la Cierva
Editorial
Planeta
Segunda edición: febrero 1991
IX.
RECONQUISTA HISTÓRICA Y
RECONQUISTA ANTIHISTÓRICA DEL
REINO
DE VALENCIA (siglos XIII y XX) (VII)
FUEROS
Y MUERTE
DEL CONQUISTADOR
Los conquistadores no encuentran seria dificultad en
entenderse con los habitantes de Valencia, la mayor parte de los cuales se
queda en la ciudad bajo el mando de los cristianos. Ellos hablaban el romance
valenciano arabizado; los conquistadores hablaban casi todos el romance de
Aragón. La población no aumentó más allá del cinco por ciento, y la mayoría de
ese cinco por ciento no era catalana; mal pudieron crear esos exiguos contingentes
de Cataluña una lengua valenciana porque se encontraron con ella. Allí estaba
un niño de doce años, el futuro mártir misionero San Pedro Pascual, primer
escritor en lengua valenciana que ningún conquistador le había enseñado; la
aprendió en casa bajo el dominio musulmán, y en ella escribio la Biblia Parva,
como instrumento de evangelización. Para librar a su nueva conquista de las
intransigencias aragonesas, que concebían al nuevo reino como una prolongación
del de Aragón, Jaime I afianza su concepción de reino autónomo para Valencia,
al que va a dotar de fueros propios -els furs-, en los que descarta
del gobierno a nobles y eclesiásticos, con lo que instituye una especie de
clase dirigente de tipo burgués. «El reino de Valencia -concluye Ubieto- fue
el producto de la voluntad de Jaime I, que lo creó para diferenciarlo del reino
de Aragón y del condado de Barcelona. Surgió en la primavera de 1239» (op. cit., I, p. 232). Cuando se va
consumando la conquista, Jaime I la fortalece con donaciones que se incluyen en
el Llibre del Repartiment (1237-1252). No hay
el más mínimo monopolio catalán en la repoblación, que se realiza por mezcla de
aragoneses, catalanes, navarros, castellanos y extranjeros con claro predominio
de aragoneses. Jaime I continúa la reconquista del reino; y en 1244 pacta en
Almizra con su sobrino Alfonso X el Sabio de Castilla los límites finales. En
1261 ordena traducir los fueros al valenciano. Manda que en los juicios se
utilizara el romance valenciano.
La Reconquista terminó para la Corona de Aragón con
la toma de la última fortaleza musulmana, el castillo de Biar, en 1245; desde
entonces Jaime I se dedicó a consolidar el Reino de Valencia, reprimió algunas
revueltas musulmanas, reafirmó la autonomía del reino y su personalidad al
oponerse a las pretensiones hegemónicas de los aragoneses y, en
definitiva, logró plenamente que cuajase su sueño valenciano. Murió en 1276, y
si su recuerdo perdura en toda la Corona de Aragón y en toda España (sobre
todo en Murcia, que por dos veces reconquistó en beneficio generosísimo de
Castilla) es, sobre todo, en su Reino de Valencia, donde el Conquistador
pervive como un héroe primordial y mitológico.
LA VEREDA DEL REINO
Todos los demás reyes de la
Corona de Aragón -hasta Juan Carlos I- han sido a la vez reyes de Valencia, y
ostentaron por lo tanto la doble numeración de su dinastía. Sucedió a Jaime I
su hijo Pedro I, que dominó la última rebeliónn general de los moros
sometidos, al conquistar su último reducto en el castillo de Montesa en 1277;
de esta campaña surgió la cuarta de las grandes órdenes militares españolas,
tras las de Santiago, Calatrava y Alcántara, cuyo Maestrazgo asumió, como en el
caso de las demás, el rey Fernando el Católico. Ya sabemos que una quinta orden
nacida entre Alcántara y Montesa, la orden naval de Santa María de España,
instituida en Cartagena por el rey Sabio AIfonso X pora
fechos allend mar (lema que hoy ostenta a fragata Infanta Elena, de la Marina de guerra
española), fue absorbida por la orden de Santiago cuando casi todos los
caballeros de Santiago habían perecido en una derrota contra los moros de
Granada; la propia Corona de Castilla ordenó la inmolación de la orden
naval-militar para salvar la más antigua de todas. Pedro I defendió los fueros
del Reiino de Valencia, rechazados por la nobleza de Aragón. En su tiempo,
1283, se instala en Valencia, antes que en Mallorca y Barcelona, un Consulado
del Mar.
Alfonso
I de Valencia, y II de Aragón, hijo de Pedro I, reina de 1286 a 1291. A1
proclamarse re y de Valencia arreciaron las protestas de los nobles aragoneses,
que preferin considerar al Regne como parte de Aragón.
Los valencianos se oponen y obtienen del rey el privilegio general de rechazo
de los fueros aragoneses. La Corona optó entonces por otorgar a cada pueblo el
fuero que deseara; 31 de esos pueblos, dominados por la oligarquía nobiliaria,
optaron por el fuero de Aragón y todos los demás, una gran mayoría, por los furs de Jaime I.
Entre 1291 y 1327 reinó
Jaime II, que mantuvo una guerra contra Castilla; avanzó hacia el sur
del reino, y tomó Alicante, Orihuela y Murcia. En el tratado de Campillo 1304
se extendieron los límites meridionales del Reino da Valencia hasta comprender
Orihuela; entre este municipio y el vecino y ya murciano de Beniel discurría –y
ahora se mantiene- un camino -ya alcanza un alto valor símbólico que la
frontera entre los dos reinos Hermanos de Valencia y de Castilla sea eso, un
camino- que hasta hoy se denomina, entre naranjales, La vereda del reino, jalonada por dos grandes tueros en su cruce con el camino real Orihuela-Murcia. He paseado
muchas veces en torno a ese cruce, por la Vereda del Reino, que vista desde el
de Valencia se refiere al de Castilla, y vista desde Castilla anuncia el de
Valencia. El habla y la arquitectura se dividen suavemente, como uniéndose a
uno y otro lado de esa Vereda cuyo profundo significado debieran conocer quienes
desde uno u otro exclusivismo tratan de pontificar sobre lo que ignoran. A1
extinguirse en 1312, tras una dura persecución europea y romana, la Orden del
Temple, el rey de Valencia obtiene del papa Juan XXII la erección canónica de
la Orden de Montesa, cuyo nacimiento hemos citado ya y que absorbió a muchos
templarios. Todo el Reino de Valencia apoya a Jaime II en la conquista de
Cerdeña, y todo el Mediterráneo occidental se llena con las hazañas del
almirante valenciano Carroç.
unicipk � u �� �� ñaban por derecho los ciudadanos, la estima en que los
tuvieron los Reyes de Aragón, y la parte que desempeñaban en las Cortes en el
Brazo real o popular.
Al Justicia, que era ciudadano cada
dos años, pertenecía el derecho de llevar el estandarte real en los casos de
guerra: así lo practicó Ramón Soler en 1365 cuando salió el egército valenciano
a las órdenes de D. Alonso de Aragón, Conde de Denia, contra las huestes de D.
Pedro de Castilla, regidas por el Maestre de Alcántara.
Durante la rebelión de los moros de
Benaguacil, Benisanó, Bétera, Villamarchante y Paterna, llevaba el estandarte
Baltasar Granulles, ausiliado por D. Gimén Pérez Pertusa.
Durante la conquista de Sicilia en
1282 fueron Almirantes Raimundo Marquet y Berenguer Mayol, ciudadanos de
Barcelona.
Los Jurados eran honrados con el
título de Magníficos; y su trage era una gramalla o toga semejante a las que
usaron los Senadores de la república de Venecia.
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