REVISTA DE HISTORIA MODERNA
Número 25 - 2007
LA GUERRA DE SUCESION EN VALENCIA (XXVII)
RETROSPECTIVA HISTORIOGRAFICA Y ESTADO DE LA
CUESTION.
Páginas: 303 a 329
Autor: Carmen Pérez Aparicio.
Tomando como punto de partida estas
hipótesis, se presentó en el "I Congreso de Historia del Reino de
Valencia", celebrado en 1971, una comunicación bajo el título "La
Guerra de Sucesión: una revolución campesina!". En ella, después de situar
el conflicto en su perspectiva internacional y en el marco de una
confrontación, en el seno de la Monarquía Hispánica, entre un proyecto político
de signo absolutista y centralizador y otro de carácter pactista, el citado
trabajo entraba de lleno en lo que constituía uno de los aspectos más
significativos y peculiares del conflicto sucesorio en el Reino de Valencia,
las reivindicaciones antiseñoriales. Aún hoy en día, cuando el estudio de las
rebeliones en los distintos reinos de la Corona han avanzado considerablemente,
es indiscutible que las reivindicaciones campesinas adquirieron en este caso
una relevancia y magnitud que no alcanzaron en los territorios, aunque no se
les seas ajena del todo la problemática antiseñorial.
Esta relevancia estaba motivada por dos
factores que entonces aparecían formulados, por un lado, el marcado clima de
descontento existente en el señorío valencianos, resultado de las duras cartas
de población firmadas entre señores y vasallos a raíz de la expulsión de los
moriscos, y de otro, las promesas de abolición del régimen señorial y de
disminución de la fiscalidad hechas por los emisarios del archiduque Carlos y
especialmente por Juan Bautista Basset y don Francisco García de Avila. Dicho
en otras palabras, la estrategia de los dirigentes aliados para consolidar el
apoyo de las clases populares a la causa carolina tuvo muy en cuenta la
realidad socioeconómica y los antecedentes históricos del Reino de Valencia, independientes
de que valencianos y aragoneses compartieran el objetivo principal, la defensa
de la Casa de Austria frente a la Casa de Borbón.
Conviene al mismo tiempo recordar y destacar
al respecto el interés despertado entonces por el estudio de la revuelta
campesina de 1693, conocida con el nombre de Segunda Germanía, antecedente
inmediato de las reivindicaciones hechas al gobierno del archiduque, y al mismo
tiempo por el régimen señorial, un campo en el que la historiografía valenciana
fue realmente pionera con trabajos importantes sobre distintos señoríos que
aportaron nuevas perspectivas al estudio del feudalismo.
Sin embargo, y aunque el conflicto sucesorio
se abordaba desde la perspectiva señoría, no se reducía ni limitaba a esta
problemática. Ya de entrada, el movimiento austracista en el Reino de Valencia
quedaba entonces perfilado por una pluralidad sociológica que abarcaba otros
colectivos, como la pequeña y mediana nobleza, precisamente aquella más
vinculada a las instituciones forales, el abajo clero, las clases urbanas y una
parte significativa del mundo rural, especialmente el cometido a la
jurisdicción señorial. En definitiva, un aspecto sociológico que, a grandes
rasgos, coincidía con el de otros territorios de la Corona de Aragón, como los
estudios posteriores pusieron de relieve- Los objetivos también aparecían
entonces formulados, la defensa del pactismo, que en aquel momento aparecía
reflejado en la corriente neoforalista, la defensa de los intereses económicos
de los gremios y comerciantes y la supresión de las prestaciones señoriales, en
consonancia con las promesas de abolición formuladas por Basset. Al mismo
tiempo se apuntaban otras razones importantes al descontento social, como las
derivadas de la interrupción del comercio a causa de la guerra, con el consiguiente descalabro de una
economía agrícola y muy vinculada a los mercados de Holanda e Inglaterra,
ampliando al mismo tiempo el marco cronológico tradicional, que hasta entonces se abría hasta agosto de
1705 con el desembarco aliado, con el fin de buscar los antecedentes.
De igual manera el periodo de gobierno del
archiduque Carlos adquiría por primera vez perfiles propios, desconocidos e
ignorados por la historiografía tradicional, y que establecían claramente los
dos componentes del austracismo valenciano, una corriente populista y radical
encabezada por Basset y otra de carácter más moderado, impulsada por el propio
archiduque y personificada por el virrey conde de Cardona. que intentaba sumar
voluntades en la defensa de la causa.
La primera pretendía hacer efectivas de
inmediato las promesas de rebaja fiscal y supresión de los derechos señoriales,
una medida ciertamente política que no podía encontrar soporte jurídico en los
Fueros valencianos, tal y como se había dictaminado la Real Audiencia apenas
unos años antes en respuesta a las reclamaciones presentadas en 1693 y que
pretendían sustentarse en unos supuestos privilegios que no fueron tomados
entonces en consideración por el tribunal. La segunda corriente, aunque se signo
integrador, trataba por encima de todo de mantener la hegemonía de las clases
dominantes y el respeto por el ordenamiento jurídico, factor éste último que
desembocó en el reconocimiento, por parte de la Real Audiencia, del derecho de
los señores o de la Iglesia a la
percepción de las rentas señoriales y el diezmo, algo que, por afectar a
derechos de terceros, no estaba en manos del archiduque el suprimir sin violar
los Fueros.
Con todo, la política llevada a cabo por el
gobierno austracista, que entonces se vislumbraba por primera vez, no se
limitaba al ámbito señorial y así la citada comunicación recogía también aunque
de manera más general la política de represalias contra los franceses y la
nobleza borbónica. la creación de las Juntas de Secuestro, la frustrada
convocatoria de Cortes, las dificultades financieras del gobierno del
archiduque, el aumento de la fiscalidad o la concesión de mercedes, honores y
privilegios, cuestiones todas ellas que cambiaban radical y sustancialmente el
panorama historiográfico conocido hasta entonces. A todo ello se añadía el
estudio de las inmediatas consecuencias de la victoria borbónica de Almansa. De
entrada una dura y sistemática represión, la abolición de los Fueros y la
introducción de un nuevo sistema de gobierno, de una nueva fiscalidad, las
protestas y el descontento generados por un castigo desproporcionado e
indiscriminado y sobre todo la reacción de la clase política borbónica,
solicitando la revocación del Decreto, y la de los seguidores más radicales del
austracismo, protagonizando un movimiento de guerrillas cuyo alcance agravaría
considerablemente la inestabilidad social, política y militar que caracteriza
los primeros años de la aplicación de la Nueva Planta.
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