D. Vicente Boix
D.
Juan Bautista Muñoz, natural de Museros, pueblo inmediato a Valencia, estudió
las matemáticas, filosofía y teología en esta escuela. Habíase ya introducido
en su tiempo el gusto por la filosofía moderna: los teólogos empero,
especialmente tomistas, la rechazaban como inaplicable a las ciencias
eclesiásticas. Muñoz, pues, combatió muy felizmente esta preocupación,
publicando una disertación escrita con tanta solidez como pureza. Trasladado a
Madrid, principió a dar a luz algunos de sus trabajos literarios, mereciendo
por ello el aprecio de los sabios. Pero lo que más contribuyó a fijar para
siempre su crédito, fue el juicio que imprimió en Madrid en 1778 sobre el
tratado de educación claustral que acababa de publicar el P. Pozzi. Había
conseguido el autor sorprender al Consejo de Castilla hasta el punto de mandar
que sirviera esta obra de modelo en los estudios de los regulares de España.
Viendo el señor Muñoz comprometido el honor de la literatura nacional, trató de
quitar la máscara a su autor, y presentarlo a la faz de la república literaria
tal cual era. Esto lo consiguió publicando su Juicio crítico, obra que le honró
sobremanera, y aseguró su crédito entre nacionales y estrangeros. La otra
producción que a poderla concluir hubiera elevado a Muñoz al rango de los
primeros escritores, fue su Historia del Nuevo-Mundo. Encargado de tan arduo
cometido, recorrió con ímprobo trabajo casi todos los archivos de España, y
esplotando con hábil crítica estos ricos mineros, recogió un caudal inmenso de
materiales, que supo coordinar con la mayor inteligencia. Publicó el primer
tomo, y cuando tenía ya muy adelantado el segundo, la muerte lo arrebató, y
quedamos privados de una buena historia de América, que nos vindicara de las
calumnias e inexactitudes de los estrangeros.
D.
Antonio José Cabanilles, natural de Valencia, estudió filosofía y teología en
esta escuela, mereciendo las mejores distinciones de sus Catedráticos. Apenas
concluidos sus estudios, ya dio muestras inequívocas de su aplicación y estudió
en las oposiciones a las Cátedras de filosofía, admirando todos la soltura y
profundidad de joven tan brillante. Nombrado Preceptor del Duque del Infantado,
pasó a París, en donde se dedicó a la botánica en 1781, cuando contara treinta
y seis años de edad. Rápidos fueron los progresos de Cabanilles en este ramo,
pues en 1785 publicó la primera de sus disertaciones, que llenó de admiración a
los sabios de la Francia. S. M. le nombró Dignidad de Sevilla, y Director del
Real Jardín Botánico. Las academias y sociedades científicas estrangeras le
admitieron en su seno, prodigándole los mayores elogios. La república literaria
perdió a este hombre inmortal en 1801; y en 1808 S. M. mandó se colocara su
retrato en la clase de orden, como testimonio del aprecio real y europeo que
había merecido. Las producciones de Cabanilles son conocidas en España y en el
estrangero, y su muerte no podrá borrarse de la memoria de los sabios.
Juan
Andrés, natural de la villa de Planes, estudió las humanidades y filosofía en
esta escuela, mostrando ya un talento estraordinario, y ofreciendo las más
bellas esperanzas. Habiendo ingresado en la Compañía de Jesús, y trasladado a
Italia en virtud de la espulsión, fue el asombro de los literatos italianos,
que con tanto desprecio miraban entonces a los españoles. Desde luego le fueron
abiertas las puertas de las academias científicas de aquel reino, y todos los
sabios a porfía se disputaron su amistad y correspondencia epistolar. La sola
obra del Origen y progresos de la literatura es un monumento donde
permanecerá grabado con gloriosos caracteres el nombre de este sabio y de la
nación a que perteneció. Una lectura inmensa, un ingenio profundo, una crítica
sagaz, un gusto refinado, y una facilidad y pureza admirable de una lengua que
no le era nativa; he aquí las dotes que se necesitaban para dar cima a tan
colosal empresa, y que tan eminentemente distinguieron a Andrés.
José
Francisco Ortiz, natural de Ayelo de Malferit, estudió filosofía,
jurisprudencia y teología en ésta, dando muestras de su gran disposición.
Aficionado en estremo a las antigüedades, hizo un viage a Roma, con sólo el
objeto de adquirir mayores conocimientos en la arqueología. Consultando allí
con los más sabios anticuarios, y estudiando los monumentos más célebres, llegó
a formarse un arqueólogo consumado. Al regresar a España se estableció en la
Corte, dándose muy pronto a conocer por las obras que publicó. En 1813 S. M. le
nombró Deán de la Colegial de Játiva, cuyo destino sirvió con la mayor
exactitud y prudencia. Si sus escritos relativos a las antigüedades y
arquitectura fueron muy celebrados, no tuvieron menor nombradía las
traducciones del griego, las trajedias que compuso, y la historia de España que
publicó, mostrándose un hombre eminente en todo género de literatura.
D.
Simón Rojas Clemente, natural de Titaguas en el reino de Valencia, estudió
filosofía en esta escuela bajo la dirección del benemérito e ilustrado profesor
D. Antonio Galiana, manifestando ya en los primeros años de sus estudios un
ingenio singular, mereciendo obtener los grados de filosofía y de teología a
título de sobresaliente. Desde niño se dispertó en Clemente una afición sin
igual a las ciencias naturales, y con objeto de cultivarlas pasó a la Corte, en
donde hizo oposición a la Cátedra de hebreo y de lógica en el Seminario de
Nobles. Si bien no obtuvo las Cátedras, sin embargo desempeñó la enseñanza en
calidad de sustituto, formando aventajados filósofos. Abiertos en 1800 y 1801
los cursos de botánica, mineralogía y química, se entrego a su estudio con tal
tesón, que fue el asombro de discípulos y profesores por sus rápidos progresos.
Intentó pasar al África con el célebre Badía (Alí-Bey); mas no pudiendo
verificarlo, recorrió las ciudades de Andalucía, y pasó a Londres y París,
procurando saciar en estas ciudades su sed inagotable de saber, asistiendo a
las lecciones de historia natural, y visitando los Museos. Hombre inteligente y
laborioso, prestó eminentes servicios a su nación, y con sus viages y
escursiones engrandeció nuestros Museos, formando magníficas colecciones de mineralogía
y botánica. La invasión del egército francés en1808 impidió a Clemente
continuar sus espediciones científicas; empero en cambio se dedicó a escribir
algunas memorias, que le honraron sobremanera. Todas las sociedades literarias
de Europa le enviaron el diploma, y los sabios así nacionales como estrangeros
se honraron con su amistad. Sus escritos han sido tan bien recibidos como
elogiados, y en especialidad el que tituló Ensayo sobre las variedades de
la vid, fue trasladado a casi todas las lenguas de Europa. La patria lo
llamó al Congreso Nacional en 1821, desempeñando el cargo de Diputado con la
mayor exactitud y entereza, correspondiendo cumplidamente a la confianza de los
comitentes. Una muerte prematura arrebató a este insigne naturalista: su pérdida
fue sentida de todos los sabios, que se prometieron grandes adelantos en las
ciencias por medio de este talento privilegiado.
D.
Gabriel Ciscar, natural de Oliva, estudió filosofía en esta escuela, recibiendo
en la misma el grado de Bachiller con todos los honores. Inclinado a las armas,
se dedicó a la marina, siendo tan rápidos los progresos, que en el transcurso
de diez años ascendió desde guardia hasta Teniente de navío y director del
departamento de la Academia de Cartagena. Sus conocimientos matemáticos y
náuticos fueron tan superiores, que se le confiaron las comisiones científicas
de la mayor importancia. Las vicisitudes políticas de 1808 obligaron a Ciscar a
sacrificarse por la felicidad de su patria. Nombrado individuo de la Junta Central,
desempeñó con el mayor tino un encargo tan difícil en tan críticas
circunstancias; y promovido a gefe de escuadra, se le encargó el gobierno
militar de la plaza de Cartagena. Sirvió la plaza de Secretario del Despacho de
Marina en 1810, mereciendo que en Octubre del mismo año se le nombrara
individuo de la Regencia. Publicó varias obras de matemáticas y náutica, como
también algunas poesías; y si bien las primeras revelan los profundos
conocimientos de este ilustre marino, las segundas patentizan el fino gusto de
tan distinguido poeta.
BIBLIOTECA.
Faltábale
todavía a esta Universidad para llegar al colmo de su grandeza una selecta
biblioteca, donde los sublimes ingenios de que tan fecundo es el suelo
valenciano, pudiesen beber los limpios raudales de la sabiduría. Llenóse, pues,
tan grande vacío, no por el poder de algún príncipe, ni con el ausilio de
públicos caudales, sino por la sin par liberalidad de uno de sus más
predilectos hijos. El Ilmo. Sr. D. Francisco Pérez Bayer, tan célebre por sus escritos
como por sus viages literarios, dio una relevante prueba del amor que a su
patria y escuela profesaba. Poseía este ilustre sabio una esquisita colección
de libros de varios idiomas, y de todo linage de literatura, adquiridos a costa
de inmensos caudales y fatigas, y plúgole desprenderse de tan rica joya, y
consagrarla a la pública instrucción, no después de su muerte, como muchos
literatos lo hicieron, sino cuando en edad todavía lozana, tenía todos sus
placeres en el estudio. Manifestó sus generosos deseos al Ayuntamiento, como
patrono de la Universidad, y en 27 de Julio de 1785, con asistencia de todas
las corporaciones civiles y eclesiástica de esta capital, y de un lucidísimo
concurso, se inauguró la nueva biblioteca en medio de las más tiernas sensaciones.
Constituido Pérez Bayer en el local al efecto destinado, colocó por su propia
mano en un estante los seis grandes tomos de que consta la Biblia Políglota
Complutense, para que sirviera de cimiento al edificio que consagraba a la
literatura esta obra colosal, que tanto honra a la nación española. Entregó
después una llave al Presidente del Ayuntamiento y otra al Rector de la
escuela, en señal de la donación absoluta que de tan rico tesoro hacía.
Componíase la Biblioteca Bayeriana de veinte mil volúmenes, aumentándose
después este número, ora con los continuos regalos que durante su vida hizo el
ilustre fundador, ora con donaciones de generosos literatos, que la llevaron
muy en breve al mayor crecimiento.
Mas
este precioso establecimiento, fruto de tantos afanes y fatigas, fue reducido a
cenizas en el bombardeo que sufrió esta capital en 7 de Enero de 1812. Una
bomba lo incendió, y las llamas lo devoraron; pérdida en todo sentido
irreparable: así se pasaron más de veinte años sin tener esta capital una
biblioteca pública, con cuyo ausilio pudiera tomar vuelo el genio valenciano,
hasta que reedificada la antigua con muy notables ventajas en el reinado de
Isabel II, quedó abierta en 7 de Enero de 1837, aniversario de su destrucción.
Esta
nueva y hermosa biblioteca se halla enriquecida con más de treinta y seis mil
volúmenes, debidos también en su mayor parte a la liberalidad de ilustres
valencianos. El primero que legó todos sus libros para la restauración de la
biblioteca, fue el esclarecido Rector D. Vicente Blasco, y una vez dado el
impulso por este grande hombre, tuvo muchos que imitaron tan generoso
desprendimiento. Tales fueron el Dr. D. Joaquín Llombart, Catedrático de
medicina de esta escuela; el Dr. D. Vicente Marqués, Catedrático de filosofía;
el Excmo. Sr. Dr. D. Salvador Perellós, Teniente General de los egércitos
nacionales; Don Juan del Castillo y Carroz, y D. Onofre Soler, ambos
Prevendados de esta santa iglesia, y Rectores de la escuela; Dr. D. Vicente
Villacampa, Pavorde primario y Catedrático de Jurisprudencia; Ilustre Señor Dr.
D. Francisco Javier Borrull, Magistrado de esta Audiencia; Excmo. Sr. Dr. D.
Mariano Liñán, Comisario General de Cruzada; Excmo. Sr. D. Genaro Perellós,
Marqués de Dos-Aguas; D. Vicente María Rodrigo, Teniente Coronel de las
milicias de la isla de Cuba, y D. Jaime Faulí, hacendado, que la aumentó con
continuados regalos.
Rica
es sobre manera esta Biblioteca, especialmente en el ramo de ciencias
eclesiásticas y ediciones antiguas. Hállanse en ella las cuatro Biblias
políglotas generalmente conocidas, una numerosa colección de las obras de los
Santos Padres, publicadas por los religiosos de la Congregación de S. Mauro, y
los más célebres escritos de historia eclesiástica. Hállase también provista de
las principales obras de antigüedades, así hebraicas como griegas, romanas y
numismáticas, y de historia nacional y estrangera, con un crecido número de
ediciones del siglo XV. Mas si bien puede hacer ostentación de una riqueza
anticuaria, escasea empero de obras modernas, especialmente de ciencias
naturales, faltándole todavía mucho para estar al nivel de los adelantos del
siglo.
Últimamente,
se ha construido en el Hospital un magnífico teatro anatómico comenzado en el
Rectorado del Excmo. Sr. D. Francisco Carbonell, a quien el jardín botánico y
demás gabinetes deben la importancia que en el día tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario