LA
EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS
PARA LA REGION VALENCIANA (XXII)
Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498
Capítulo II. Consecuencias económicas de la
expulsión.
AÑOS
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NORTE
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NORDESTE
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HUERTA DE VALENCIA
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OESTE
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CENTRO
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SUR
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1565-72
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|
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1584
|
+ 27
|
+ 44
|
+ 37
|
+ 43
|
+ 33
|
+ 10
|
1602
|
-
11
|
+ 2
|
+ 11
|
-
2
|
-
5
|
0
|
1608
|
+ 12
|
+ 10
|
+ 7
|
-
13
|
+
9
|
-
8
|
1617
|
+
4
|
-
7
|
- 6
|
+ 12
|
-
20
|
-
20
|
1632
|
-
7
|
-
3
|
- 4
|
-
2
|
-
3
|
-
3
|
1638
|
-
2
|
0
|
- 3
|
+
9
|
+
3
|
+
5
|
1642
|
-
14
|
-
6
|
0
|
-
7
|
0
|
-
9
|
1646
|
|
-
3
|
0
|
-
2
|
-
15
|
0
|
1650
|
|
|
|
|
-
8
|
|
Las estadísticas correspondientes a 1584, 1602,
1608, 1633 y 1638 se refieren al “morabatí”, y los 1617 y 1650, al “maridaje”.
Las recaudaciones por ambos tributos, que nos proporcionan una visión de
conjunto bastante aproximada al movimiento demográfico, con sus altibajos,
figuran, como se ha indicado en el Archivo del Reino de Valencia, Mestre
Racional, legajos 517 y 532, donde pueden consultarse.
En cuando a los referentes a los censos de 1565-72 y
1646, ya fueron publicados completos por H Lapeyre en su libro fundamental
“Geografía de la España morisca” y
otros.
Advierte el citado autor inglés que estos tres
censos –que ha creído más conveniente agruparlos por amplias comarcas para
compara sus porcentajes crecientes o decrecientes- tienen que ser usados con
prevención. Se refieren no a personas, sino, como los otros a que se aluden
anteriormente, a familias, casas o “fogages”; además atañen solamente a una
parte del Reino, la altigua, por lo que las citadas estadísticas han de ser
consideradas útiles como guía general.
Resulta evidente en la tabla o esquema que hemos
reproducido, que el incremento decisivo en la población valenciana aparece en
los años anteriores a 1584. Después el patrón se hace algo más confuso y un
claro declive se constata por lo que concierne al Sur y al Oeste, mientras en
otras zonas la población aumenta, aunque vacilantemente. El único signo de
expansión positiva –no obstante lo reducido de sus índices- se aprecia
claramente en el área que rodea la ciudad de Valencia. Ello puede ser debido a
los atractivos ofrecidos por la proximidad a un centro comercial más
importante, por lo que sus porcentajes no deben servirnos como datos de mucho
interés para ser considerados en el estudio del conjunto.
Después del año de la expulsión, 1609, el área que
sufrió más merma en su población fue la central, por residir en la misma los
moriscos inscritos en los referidos censos. Más estables eran aquellos sitios
donde el número de habitantes comenzó ya a decrecer antes de la expulsión y
tenían menos motivos que les indujeran a emigras a nuevos emplazamientos.
El “norte” –región montañosa conocida con el nombre
de Maestrazgo- estaba demasiado aislado para determinar su población, pero aún
así, en esta zona de limitada extensión, se produjo un cambio, hacia 1617, que
la alineó dentro del general movimiento de recesión o de estancamiento.
Al parecer hubo tres fases en el declinar de la
población valenciana, si generalizamos lo que se deduce de estos censos
parciales. La primera era la que podíamos establecer como un alto en la marcha
ascendente, el cual tuvo lugar, con variantes según las comarcas, en tiempos de
las dos décadas finales del siglo XVI. La segunda es, por descontado, la
drástica hemorragia demográfica de 1609, cuya importancia no se manifiesta en
nuestro citado esquema. Y la tercera fase está constituida por un más moderado,
pero todavía inevitable descenso que coincide con la tercera y cuarta décadas
el siglo XVII. En 1596 el dinero recaudado por las tasas del “morabatí”
alcanzaba su cima; pero en la inmediata anotación de 1602 se había acentuado la
regresión.
Es evidente que las estadísticas del censo de 1608
no se amoldan del todo a este hecho e indican que la población había comenzado
a crecer otra vez. Hay dos razones que explican este contraste: o el número
total de familias estaba mal calculado en 1608 o las cifras de exentos se
realizaron con largueza, según estimaban conveniente los organismos
gubernamentales. La verdad probablemente estaba entre ambas versiones.
La conclusión que podemos sacar del estudio de
nuestros censos –apostilla Mr. Casey- es bastante vaga. No es sorprende ello si
se considera la magnitud de la misión encomendada a unos pocos hombres -la
recaudación, en efecto, del “morabatí” era visada por un comisionario real que
generalmente visitaba las ciudades y posteriormente por el Tribunal Económico
Central (Junta Patrimonial); sito en Valencia-, al cotejar la gran cantidad de
nombres y cifras distintas y alejadas poblaciones.
Inevitablemente, las estadísticas que nos han legado
son una mezcla de realidades y de razonables suposiciones.
Examinados los índices de despoblación, nos
ocuparemos seguidamente, de la lenta y ardua tarea repobladora del Reino de
Valencia.
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