lunes, 9 de julio de 2012

CURT DE SASKATCHEWAN




Ricardo García Moya
Diario de Valencia 10 de junio de 2001

Igual que Millikin en Illi­nois, por la universidad de Saskatchewan (Canadá) retoza Curt Wittin, autor de “Los catalanismos en la traduc­ción castellana de la versión catalana del libro de Valerio Máximo” (Estudios de lin­güística, 1998). El laberíntico título alude, faltaría más, a la traducción valenciana acaba­da por fray Antoni Canals en 1395. El canadiense, imita­dor de Gulsoy y Germá Co­lón, degrada el perfil intelec­tual del dominico valenciano al afirmar que “Canals no era un humanista”, repitiendo la rancia consigna del Institut d’Estudis Catalans y la Gran Enciclopedia Catalana. Quie­ren encasillar a Canals como fraile garbancero, insensible al contenido de los textos clá­sicos que traducía. ¿Para qué? Está claro. La distinción entre lengua valenciana y ca­talana establecida por Canals en 1395 sería fruto de la igno­rancia del dominico, al “no ser un humanista" conscien­te del valor de los conceptos.
No nos engaña Curt. El universo humanístico delimi­tado por Dante y Erasmo al­bergaba pintores, filósofos, mecenas, arquitectos y, como nuestro Canals, traductores que facilitaron el conocimien­to de la cultura clásica a los que no sabían latín y griego. Fray Antoni Canals se antici­pa en medio siglo a un Marsi­lio Ficino que traduce a Pla­tón para establecer paralelis­mos entre su pensamiento y el cristianismo; propósito idéntico al esgrimido por Ca­nals para llevar al idioma va­lenciano a Séneca, Tito Livio y Valerio Máximo. Lo que es­cuece al fascismo catalanero es que Canals testificara la existencia de frontera idio­mática entre las lenguas va­lenciana y catalana en el lejano 1395; cuando no exis­tía -según la inmersión- sece­sionismo. La traducción en “llengua materna valencia­na” fue encargada por Jaime de Aragón, obispo de Valen­cia, insatisfecho con la reali­zada “en llengua catalana”. Al trasladar el texto latino, Canals tuvo que buscar re­cursos lingüísticos de la lengua nacional valenciana, algo que no ofrecía la caótica len­gua catalana plagada de pro­venzalismos léxicos y arcaís­mos sintácticos.
Canals introduce por vez primera en una lengua pe­ninsular un caudal riquísimo de voces sobre mitología, lati­nismos glosados y nombres propios con comentarios eti­mológicos. La lengua se enri­quece y surgen neologismos como el sustantivo “imbecili­tat”, que Canals -anticipán­dose al gallego, catalán y cas­tellano- incorpora a la lengua valenciana en 1395. El hecho de que Jaime de Aragón re­mitiera una copia a los conse­llers de Barcelona, pese a que tenían otra en catalán, con­firma que el valenciano era paradigma de lengua culta en la Corona de Aragón. La tra­ducción valenciana se convir­tió en modelo para humanis­tas catalanes y castellanos, como Juan Alfonso de Zamo­ra en 1418. Al ser lenguas hermanas, hasta Curt de Saskatchewan entiende que “Juan Alfonso podía calcar (en castellano) la sintaxis del original” (p.455). Es decir, en 1400 era el léxico lo que di­ferenciaba el valenciano del castellano y catalán. Curt también se percata de que las voces neolatinas hispánicas eran similares, salvo míni­mas variables morfológicas: “Asimismo, Alonso de Za­mora encontró casi siempre alguna palabra castellana congénere de la voz usada por Canals” (ib).
Los humanistas como Ca­nals propiciaron que la len­gua valenciana poseyera vo­ces del mundo clásico que en otras lenguas -como la catala­na- se incorporarían poste­riormente. Así, el sustantivo “pigmeu” se anticipa en tex­tos literarios valencianos; p.e., en poesías satíricas co­mo el “Somi del Infern” de Morlá: “Deu jagants y sis pig­meus” (v.68). Dueño de los recursos del idioma, Morlá usaba el patrimonial diminu­tivo, “els jagants y pigme­guets” (v.87 ), ambientando el sueño infernal con los mi­tológicos enanos que moles­taron a la diosa Hera, fueron citados en la Iliada y lucha­ron contra las cigüeñas. De igual modo, la campiña mito­logía adquiría color con los selváticos faunos, sustantivo documentado en catalán en 1839 (Corominas); siglos an­tes, por la literatura valencia­na correteaban los impúdicos semidioses en octosílabos que Mulet, en 1645, dedicaba a la pobre Maciana: “Visions de tots los diables, faunos, ti­gres... (v.530); “y may a so­miat faunos, dragons...” (v.538)
Nuestros antepasados no jadearon tras los filólogos castellanos o catalanes supli­cando autorización para in­corporar tal adjetivo o sus­tantivo, sino que los modela­ban partiendo de las lenguas clásicas; aunque no siempre fueran voces sublimes. Así, Canals usa por vez primera en un texto literario el esca­tológico orinal (“orinal ple de orina”). El dominico también fue el primero en usar en una lengua peninsular la voz “pedagog”, que daría “pedagoc” en valenciano moderno.
Canals recurría a latinis­mos cuando no hallaba en va­lenciano voces idóneas, acti­tud opuesta a la de los filólo­gos catalaneros, que no du­dan en arrinconar voces ge­nuinas, como Morvedre. Des­de el siglo XII existe docu­mentación que informa de la evolución de las diversas gra­fías mozárabes del topónimo (Murus veteri, Murum Vetus, Murvedre, etc.). Antes de 1238 los valencianos que vi­vían en el área de la heroica villa crearon este topónimo, que no significaba el olvido del Sagunto histórico. Jaume Roig escribe: “huy dit Morve­dre”, en 1460; y así fue hasta la inmersión, pues el nombre mozárabe fue respetado por los botiflers (en 1793 publi­caba Enrique Palos la “Diser­tación sobre el teatro y circo de Sagunto, ahora villa de Murviedro”). En el franquis­mo, el Institut d’Estudis Ca­talans prohibió el topónimo Morvedre, sustituyéndolo por el latinismo castellano Sa­gunto o Sagunt. A los colabo­racionistas Fuster y Guarner no les interesaba la huella del mozarabismo idiomático va­lenciano.
Pueden hacer y deshacer a placer. Analicen la malicia in­telectual que exhibe Coromi­nas en su ensalzado dicciona­rio etimológico: “el valencia­no Joanot Martorell afirma en 1437 que en catalán lo co­nocían ya hasta los muchachitos” (DCECH, tomo IV, Gredos, 1989, p.634) ¡Pobre Martorell! Ante esta falsedad cabe una duda: Si es punible plagiar textos sin citar al autor ¿no será más delito atribuirle una opinión falsa o un juicio inexistente? Lásti­ma que a nuestras autorida­des sólo les preocupe defen­der las señas de identidad de Cataluña y, por el contrario, ofrezcan subvención a los que destruyen las valencianas, como es el caso de Curt de Saskatchewan.

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