Por:
Ricardo de la Cierva
Editorial Planeta
Segunda edición: febrero 1991
III.
CATALUÑA: MUCHO MAS QUE UN MILENIO
1640-1714:
OTRA IDEA DE ESPAÑA
Cataluña
se ha levantado contra el gobierno de Madrid tres veces. Primera, contra el
conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, en 1639-1640. Segunda, contra el primer Borbón,
Felipe V, desde 1705 a 1714. Tercera,
contra el gobierno centro-derechista legítimamente instalado en el poder
de la segunda República: así sucedió en
la noche del 6 de octubre de 1934.
En
este resumen de la historia de España con perspectiva catalana, y a partir de
la fuentes catalanas, nos toca ahora repasar las dos primera sublevaciones de
Cataluña contra el gobierno de Madrid. Entramos con ello en un terreno minado
–torpemente, tenazmente- por la propaganda histórica ultracatalanista con una
manipulación persistente que se notó, de manera flagrante, en las exageraciones
y ocultaciones de la exposición de 1984, Cataluña
en Madrid, que en su momento califiqué de maravilla envenenada. Interpretaré tan delicadísimas quiebras
históricas desde la misma clara fuente catalana que tanto sigo en este resumen,
la Aproximación a la Historia de España
de Vicens Vives.
La
torpeza provocativa del conde-duque i la artera cizaña francesa fomentaron, al
terminar la cuarta década del siglo XVII, la sublevación –parcial- de Cataluña-
“Esta política suicida condujo a la revuelta armada en el campo catalán desde
fines de 1639 y a la feroz explosión del descontento campesino en la jornada
barcelonesa del Corpus Christi de 1640.” El Corpus
de sangre fue un motín –no una guerra- de los payeses segadores –Els segadors- que habían bajado a Barcelona
para la festividad. Olivares exacerbó, con la represión, sus errores
provocativos; el cardenal Richelieu atizó la revuelta, pero los catalanes
rebeldes no asumieron la independencia absoluta ni proclamaron nunca la república, que no pasó
de proyecto (véase Soldevila, Historia de
España, tomo IV, p. 269), sino que trataron de situar a Cataluña primero
bajo el protectorado, y después bajo la
soberanía del rey francés Luis XIII. Tal disparate antihistórico se vino abajo
cuando la mayoría de los catalanes comprobaron que la opresión francesa era mil
veces peor que la castellana; y cuando Felipe IV, primero en Lérida y luego
tras la reconquista de Barcelona por don Juan José de Austria, reconoció
inteligentemente (1653) los fueros y libertades de Cataluña. La rebelión
catalana no se había fraguado contra España, sino contra la torpeza
centralista; mas que una regresión histórica fue un estallido de protesta
social. Pese a las mutilaciones que sufrió Cataluña en la Paz de los Pirineos
(1659), con pérdida del Rosellón y parte de la Cerdaña, el principado – vuelto
plenamente a la convivencia hispánica- “apoyó en 1669 al primer golpe de Estado
que en la Edad Moderna partió de la periferia de la Península para reformar la
administración y la política de la monarquía: el de Juan José de Austria
(Vicens, p. 138). Pero el anacrónico Estado español de los Austrias finales no
encuadraba eficazmente a la España real. “En esta nueva estela de sufrimientos,
a Cataluña le correspondió la peor parte, ya que fue principal teatro de
operaciones en las guerras libradas contra
Francia. Pero en esta ocasión no se quebrantó su fidelidad monárquica;
antes bien aceptó gustosamente su responsabilidad hispánica, en aras a un
oficioso amor a la dinastía, específicamente centrado en la personalidad de
Carlos II.”
Es
emocionante comprobar como Cataluña se aferró al respeto e incluso veneración
por aquel rey doliente, un guiñapo humano que sin embargo dejaba traslucir toda
la dignidad de la que había sido primera Corona de la tierra. Y tras la enajenación –centralista y
catalana- de la rebelión anterior, el segundo enfrentamiento de Cataluña con
Madrid, el de la guerra de Sucesión, al comenzar el siglo XVIII, no fue en
rigor una rebelión catalana, sino una guerra civil entre españoles donde
Cataluña trató de imponer no ya su separación sino todo lo contrario: su
diferente concepción de la misma España. Felipe V, el primer Borbón, “”se
presentó ante los catalanes como celoso amante de sus libertades” (Vicens, p.
140). Convocó Cortes catalanas en
1701-1702, las primeras después de las de 1599; consolidó en ellas los Fueros
catalanes y quiso abrir América a Cataluña. Pero en 1705 Inglaterra urdió la
entrega de Barcelona al bando del pretendiente austríaco, que convirtió la
ciudad en su capital hispánica. “Esta vez los catalanes lucharon obstinadamente
para defender su criterio pluralista en la ordenación de la monarquía española,
aun sin darse cuenta de que era precisamente el sistema que había presidido la
agonía de los últimos Austrias y que sin un
amplio margen de reforma de las leyes y fueros tradicionales no era
posible enderezar el país. Lucharon contra la corriente histórica y esto suele
pagarse caro.” El gobierno del pretendiente austríaco fue un desastre en
Cataluña; “pero los catalanes que seguían al archiduque creían de buena fe y
estaban por ello bien convencidos de que defendían la verdadera causa de España
y no tan solo un puñado de privilegios ”Cataluña fue víctima de su
sentimentalismo congénito, contra su propia conveniencia. Pero tampoco entonces
se declaró Cataluña independiente: Cataluña, con otros reinos de la Corona de
Aragón, con otros españoles de Castilla,
se creían también España; era otra versión de España. El 11 de setiembre de
1714, la Diada que hoy se celebra como
fiesta “nacional” de Cataluña, fue el choque –en Barcelona- de una idea de
España contra otra idea de España; no solamente la reconquista de Barcelona por
el ejército borbónico del rey de España Felipe V. Numerosos catalanes lucharon
en uno y otro bando de la guerra civil, sobre el trasfondo de ambiciones
europeas exteriores, Austria, Inglaterra, Francia. Vicens Vives lo deja claro;
pero hay quien se empeña en escribir con renglones torcidos la dramática y
gloriosa historia de España en Cataluña.
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