Autor: Juan Ferrando Badia (q.e.p.d.)
El 2 de enero de 1492 entraron los Reyes
Católicos en Granada poniendo fin al último reducto político del Islam en la
Península. Se nos ha dicho basta la saciedad que los Reyes Católicos fueron loa
artífices de la "unidad nacional", de la unidad de España. Pero -como
se ha dicho recientemente-, lo que unieron fueron las tierras, no las Coronas,
Reinos, Principados, Señoríos..., que continuaron separados. "Los Reyes
Católicos formaron un país (unión de tierras)", e iniciaron la
construcción de la nación española; es decir, la unión de personas,
sentimientos afines y de una empresa común: el descubrimiento, colonización y
evangelización del Nuevo Mundo.
Los Reyes Católicos hicieron posible el
deseo, en el presente, de vivir juntos..., y con diversidad de lenguas;
"pero no tuvieron más remedio que formar antes un estado (dominación
política de esta España desde el Reino de Castilla), ya que cada uno de esos
pueblos no quiso perder sus fronteras, su libertad de decisión en la emisión de
moneda, en el mantenimiento de sus tropas propias..., decidían si ayudaban o no
a Castilla en sus guerras...", pero cada uno de esos pueblos eran
naciones, en su acepción etimológica, eran Patrias.
La España de los Reyes Católicos hasta
principios de la Monarquía borbónica (s. XVIII) era una unión personal de
varios reinos. De diversas patrias o naciones o grupos de gentes nacidas y provenientes
de un mismo lugar. Estamos en presencia del sentido estático de nación,
equivalente al de patria, y así se les conocía por ejemplo en las
Universidades... y en los diferentes estamentos.
Se decía nación gallega, nación aragonesa,
nación catalana, nación valenciana... Esos pueblos, esas colectividades, para
poderse llamar "naciones" o patrias deberían estar unidas por una
cultura, una historia, una idiosincrasia y unos sentimientos comunes que
impedían que desaparecieran.
Y tan sólo hubieran podido llamarse
"naciones" en el sentido en que se utiliza esa palabra -a partir de
la Revolución francesa- si hubieran afirmado su existencia "como una
totalidad independiente concreta" y soberana (Leibholz).
Todas las nacionalidades o patrias ibéricas
se han ido conjuntando a lo largo de los años, en lo que llamamos Nación
Española y que soñaron y no pudieron ver, los Reyes Católicos. Los diversos
reinos, condados y señoríos se han ido sintiendo solidarios en el suelo de
España..., que tan sólo a principios del siglo XIX comenzó a sentirse como
realidad existencial "independiente" contra las tropas
napoleónicas..., como Nación Soberana.
El significado etimológico y primigenio de
nación deriva -como ya se ha repetido tantas veces- del verbo latino nascor/nasceris/nasci/natus/sum
(nacer), y tal fue el sentido que se dio al término en la época medieval. Por
tanto, aludía, al origen geográfico y se utilizaba especialmente para designar,
en el seno de una comunidad, a gentes llegadas de otros lugares.
Así, en las Universidades de París o
Salamanca, los escolares eran agrupados por su nación u origen de nacimiento.
En autores clásicos castellanos y de la Corona de Aragón (s.XIV-XVII) es fácil
hallar, con frecuencia, pasajes en que el término nación es usado en su primitivo
sentido, Joanot Martorell (s. XV) dice que escribo "Tirant Lo Blanch"
en "vulgar Ilengua valenciana", lengua de la "nación de donde yo
soy".
Por otra parte, digamos que la idea de patria
existía ya desde la Antigüedad, y con ella se significaba el lugar de
procedencia familiar, la tierra de los padres. Con este sentido se siguió
empleando en la Edad Medía, como se puede comprobar consultando a los
prohombres de la Escolástica, como por ejemplo, Santo Tomás de Aquino en su
Tratado de Virtudes.
En la misma Edad Media se equiparaban los
conceptos de patria (de pater, "padre") y de país (de pagus,
"tierra", "campo"). Al hilo de nuestro discurso afirmamos
categóricamente que patria no es nación en el sentido moderno con que venimos
utilizando el término nación.
El término nación, en su acepción moderna,
tomó carta de naturaleza a partir de finales del siglo XVII, y en el Continente
-y desde un punto de vista político- en los siglos XVIII y XIX, a partir,
fundamentalmente de la Revolución francesa, en 1789. El sentido dinámico de
Nación se irá imponiendo;
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