Autor: JOSÉ VICENTE GÓMEZ BAYARRI
16 de marzo de 2007
En el año 2007 se conmemora el tercer centenario de la promulgación de los Decretos de Nueva Planta para el histórico Reino de Valencia. Efeméride que servirá para que evoquemos lo que supuso el proceso de centralización, se analice las reacciones que se suscitaron en ciertas clases sociales y se valore cómo afectaron a los valencianos las disposiciones dictadas.
Cabe recordar que los distintos reinos y territorios que configuraban la monarquía española hasta el siglo XVIII habían conservado una organización propia sometida a un rey. Con la abolición de las autonomías políticas a raíz de la Guerra de Sucesión a la Corona de España entre los partidarios de los Austrias y de los Borbones, y la promulgación de los Decretos de Nueva Planta durante el reinado de Felipe V, se transforma la situación política del Estado, perdiendo el Reino de Valencia la totalidad de sus instituciones, “els Furs’’ (1707).
Una serie de Órdenes y Decretos emanados del poder central tendrán como objetivo esencial la uniformidad y castellanización de Estado. Su estructura se semejará cada vez más a un Estado unitario. El documento promulgado por Felipe V, en Buen Retiro, por el Decreto de 29 de junio de 1707 que recoge la “Derogación de los fueros de Aragón y Valencia”, es elocuente para comprometer y valorar mejor la nueva situación política del Reino de Valencia, emanada de la aplicación de dicho Decreto.
Las consecuencias y reacciones originadas en los aspectos políticos, socioculturales y sociolingüísticos no se hicieron esperar. De nada sirvieron las respetuosas súplicas del pueblo valenciano que veía perdidas las libertades forales instituidas por el rey Jaime I. El monarca Felipe V, vencedor del conflicto sucesorio, originado a la muerte de Carlos II, decretó y mantuvo la derogación de los fueros vigentes e instituciones tradicionales que se habían ido creando desde el siglo XIII. Entre otros actos, se procedió al cese de justicias y jurados, se disolvió el popular Consejo General, se suspendió el derecho foral valenciano y se formaron ayuntamientos al estilo castellano. Para completar la desvalencianización del Reino, el idioma de Castilla fue reemplazando paulatinamente al propio, valenciano, en todos los actos de la vida oficial.
La actuación de muchos regidores valencianos, prestos a cumplir estrictamente las órdenes emanadas del poder borbónico, coadyuvó a conseguir los objetivos marcados por el poder central.
No todo fueron parabienes para la política centralista impuesta por los Borbones, ni siempre los gobernantes fueron ejemplos de virtudes, lo que originó que el pueblo llano manifestase su descontento acudiendo, en ocasiones, a la sátira política para denunciar la actuación de ciertos personajes corruptos en el desempeño de su función gubernativa. Las manifestaciones de descontento tenían su vía de expresión en pasquines, folletos, gacetillas. Se llegó a afirmar: “En España [...] empiezan el oficio pobre y en breve tiempo se hacen ricos. A Valencia vienen sin ropa y en pocos días abundan de dinero, familia y conveniencias”.
Con motivo de la proclamación de Fernando VI (1746) se prohibió que se cantaran cantinelas y coplas injuriosas, y que se publicasen “papeles infamatorios [...] contra personas de carácter y empleos públicos”.
Fueron años en que la situación política era propicia a la inspiración de la denominada literatura popular clandestina, poniendo de manifiesto el malestar reinante en parte del pueblo llano y de cierta intelectualidad. Esta sátira burlesca, paródica y sarcástica abordó temas clásicos del mal gobierno: el fraude, el enriquecimiento ilícito, la violencia, etc. Otras cuestiones muy criticadas en la Valencia del siglo XVIII fueron los impuestos, el servicio militar, el poder de ciertos jefes del ejército, la arbitrariedad administrativa, etc., muy extendidas en el nuevo régimen político borbónico.
El historiador decimonónico Vicente Boix, al estudiar los fueros del antiguo reino de Valencia, se interrogó qué resta ya del antiguo régimen foral del Reino de Valencia? La respuesta fue patética: “El tribunal de los Acequieros, o de las aguas; algunas costumbres populares; restos de trages [sic] en nuestros labradores, y nada más. Todo ha ido desapareciendo desde que Felipe V abolió despóticamente la libertad de Valencia”. Para dicho cronista de la ciudad de Valencia “leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia; todo ha desparecido en el fondo de esa laguna, llamada centralización”.
Cabe recordar que los distintos reinos y territorios que configuraban la monarquía española hasta el siglo XVIII habían conservado una organización propia sometida a un rey. Con la abolición de las autonomías políticas a raíz de la Guerra de Sucesión a la Corona de España entre los partidarios de los Austrias y de los Borbones, y la promulgación de los Decretos de Nueva Planta durante el reinado de Felipe V, se transforma la situación política del Estado, perdiendo el Reino de Valencia la totalidad de sus instituciones, “els Furs’’ (1707).
Una serie de Órdenes y Decretos emanados del poder central tendrán como objetivo esencial la uniformidad y castellanización de Estado. Su estructura se semejará cada vez más a un Estado unitario. El documento promulgado por Felipe V, en Buen Retiro, por el Decreto de 29 de junio de 1707 que recoge la “Derogación de los fueros de Aragón y Valencia”, es elocuente para comprometer y valorar mejor la nueva situación política del Reino de Valencia, emanada de la aplicación de dicho Decreto.
Las consecuencias y reacciones originadas en los aspectos políticos, socioculturales y sociolingüísticos no se hicieron esperar. De nada sirvieron las respetuosas súplicas del pueblo valenciano que veía perdidas las libertades forales instituidas por el rey Jaime I. El monarca Felipe V, vencedor del conflicto sucesorio, originado a la muerte de Carlos II, decretó y mantuvo la derogación de los fueros vigentes e instituciones tradicionales que se habían ido creando desde el siglo XIII. Entre otros actos, se procedió al cese de justicias y jurados, se disolvió el popular Consejo General, se suspendió el derecho foral valenciano y se formaron ayuntamientos al estilo castellano. Para completar la desvalencianización del Reino, el idioma de Castilla fue reemplazando paulatinamente al propio, valenciano, en todos los actos de la vida oficial.
La actuación de muchos regidores valencianos, prestos a cumplir estrictamente las órdenes emanadas del poder borbónico, coadyuvó a conseguir los objetivos marcados por el poder central.
No todo fueron parabienes para la política centralista impuesta por los Borbones, ni siempre los gobernantes fueron ejemplos de virtudes, lo que originó que el pueblo llano manifestase su descontento acudiendo, en ocasiones, a la sátira política para denunciar la actuación de ciertos personajes corruptos en el desempeño de su función gubernativa. Las manifestaciones de descontento tenían su vía de expresión en pasquines, folletos, gacetillas. Se llegó a afirmar: “En España [...] empiezan el oficio pobre y en breve tiempo se hacen ricos. A Valencia vienen sin ropa y en pocos días abundan de dinero, familia y conveniencias”.
Con motivo de la proclamación de Fernando VI (1746) se prohibió que se cantaran cantinelas y coplas injuriosas, y que se publicasen “papeles infamatorios [...] contra personas de carácter y empleos públicos”.
Fueron años en que la situación política era propicia a la inspiración de la denominada literatura popular clandestina, poniendo de manifiesto el malestar reinante en parte del pueblo llano y de cierta intelectualidad. Esta sátira burlesca, paródica y sarcástica abordó temas clásicos del mal gobierno: el fraude, el enriquecimiento ilícito, la violencia, etc. Otras cuestiones muy criticadas en la Valencia del siglo XVIII fueron los impuestos, el servicio militar, el poder de ciertos jefes del ejército, la arbitrariedad administrativa, etc., muy extendidas en el nuevo régimen político borbónico.
El historiador decimonónico Vicente Boix, al estudiar los fueros del antiguo reino de Valencia, se interrogó qué resta ya del antiguo régimen foral del Reino de Valencia? La respuesta fue patética: “El tribunal de los Acequieros, o de las aguas; algunas costumbres populares; restos de trages [sic] en nuestros labradores, y nada más. Todo ha ido desapareciendo desde que Felipe V abolió despóticamente la libertad de Valencia”. Para dicho cronista de la ciudad de Valencia “leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia; todo ha desparecido en el fondo de esa laguna, llamada centralización”.
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