La política peninsular e interior
En sus relaciones con Castilla don Jaime fué extremadamente débil; su hija mayor, Violante, estaba casada con Alfonso el Sabio y esto era bastante para que transigiera en todo. En cuanto a Navarra pudo hacer algo por suceder a Sancho el Fuerte, pero por su falta de sentido político accedió sin ninguna resistencia a que los navarros, llevados de su afán de aislamiento, proclamaran a Teobaldo de Champaña.
En cuanto a la política interior, su obra fué tan funesta como la internacional. Manejábalo en esto su mujer doña Violante, la cual, influída por la misma vanidad que su marido, buscó para sus hijos e hijas matrimonios ilustres y pretendió romper la unidad del reino creada en tiempo de don Berenguer IV, para que sus hijos fuesen también reyes y condes independientes, primero en perjuicio de don Alfonso, el hijo del primer matrimonio del rey, después en perjuicio del mayor de los habidos en el segundo.
Esta maléfica influencia de doña Violante sobre su marido y la debilidad de éste hicieron que don Jaime separase Aragón de Cataluña, nombrando sucesor suyo en aquél al infante don Alfonso y en éste a don Pedro. Para que los aragoneses juraran fidelidad y reconocimiento a su futuro soberano, los llamo a cortes en Daroca y entre los llamados figuraban los ciudadanos de Lérida, dando a entender con ello que Lérida formaba parte de Aragón.
Se renovó con esto la cuestión de si Lérida era catalana o aragonesa como en tiempo de Alfonso el Batallador y Ramón Berenguer III, y la voluntad de una mujer decidió la cuestión. Don Jaime promulgó un decreto que le acreditó de veleidoso y de hombre poco serio; en él afirma que algunos, por haber sido los de Lérida a las cortes de Daroca a jurar a don Alfonso como rey de Aragón, entendían que Lérida formaba parte de este reino, y que no, que Lérida formaba parte de Cataluña. Entonces señaló los linderos de ésta encerrándola entre el Cinca desde sus fuentes hasta el Ebro y este río hasta Tortosa.
Pero los leridanos, al exigirle nuevo juramento de fidelidad y reconocimiento a don Pedro, como conde Barcelona, se negaron dando por razón que les obligaba el prestado en Daroca; en vano les absolvió de él don Jaime: fueron igualmente inútiles sus halagos y sus amenazas; los leridanos se mantuvieron inflexibles en su negativa, en tanto que don Alfonso, a quien habían reconocido como a su futuro monarca, no les libertase de su obligación.
Nacido un nuevo hijo del matrimonio Jaime-Violante y queriendo ésta que ése también fuese rey, aquél hizo un nuevo reparto de sus Estados, dejando al hijo de doña Leonor el reino de Aragón, a Pedro, Cataluña y a don Jaime Valencia, involucrando más el problema y echando unos pueblos sobre otros.
Con este motivo surgió una verdadera guerra civil entre padre e hijo, la paz se alteró; don Alfonso fué apoyado por su pariente el rey de Castilla; don Jaime, sin darse cuenta de su condición, apoyó las parcialidades de este reino como un principillo de poco más o menos, y terminó aquel caos político cuando Dios, en 1260, se llevó a su seno al hijo infeliz de aquella otra infeliz Leonor, que tuviera la desgracia de conocer a este hombre.
La enérgica oposición de los aragoneses a la separación de Valencia, apoyados por el ya primogénito Pedro, impidió que Aragón quedara sin salida al Mar; los catalanes toleraron la separación de las Baleares y los condados de Rosellón y Cerdaña y el señorio de Montpeller.
Murió don Jaime el 26 de Julio de 1276.
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