martes, 12 de abril de 2011

LA MONARQUÍA PARLAMENTARIA ESPAÑOLA


Autor: Juan Ferrando Badia (q.e.p.d.)

La monarquía que los constituyentes de 1977 dieron a España fue una monarquía arbitral moderadora, es decir, parlamentaria.
La forma de monarquía que reviste el Rey de España, a tenor de la Constitución, no es una monarquía constitucional o "limitada" (vigente en Europa casi hasta fines del siglo XIX), sino una monarquía "parlamentaria". En aquélla el Rey y el parlamente, en igualdad de "status" jurídico, coparticipan en la función de redactar e imponer las leyes. El Rey y el parlamento son cotitulares de la actividad y del poder legislativo. En la Monarquía "parlamentaria" no sucede así. Veámoslo.
 MONARQUÍA PARLAMENTARIA.
La monarquía vigente hoy en Europa es la parlamentaria. Las diversas modalidades que revistieron en el pasado las monarquías -la absoluta y la constitucional- han desembocado en la forma monárquico-parlamentaria, en la que el Rey "reina, pero no gobierna", como dijera Thiers (1828). Así sucede en Gran Bretaña, en los países escandinavos (Suecia, Noruega y Dinamarca) y en el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo). Y así ocurre también en España.
 El Rey viene a ser como un cuarto poder -el poder neutral- que, según su formulador B. Constant, tiene la misión de lograr el correcto funcionamiento de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, división de poderes de la que ya nos hablaron Locke y Montesquieu como condición indispensable para la salvaguardia de las libertades del individuo. Este poder neutral ha de evitar que los otros poderes se unan entre sí, conservando cada cual su lugar. El Rey ha de estar al margen de cualesquiera de estos tres poderes -ser neutral- para que su acción pueda ser reparadora sin ser hostil. Con arreglo a este principio, resulta, según B. Constant, el siguiente esquema:
"El poder legislativo reside en las asambleas representativas, con la sanción del Rey; el poder ejecutivo en los ministros; el poder judicial en los tribunales. El primero hace las leyes, el segundo prevé a su ejecución general, el tercero las aplica a los casos particulares. El Rey -autoridad neutral- está en medio de estos tres poderes, sin ningún interés, por supuesto, en transformar el equilibrio, y teniendo, por el contrario, todo interés en mantenerlo". (La doctrina de Constant constituye el supuesto base del régimen parlamentario, sea bajo la forma monárquica, como hemos indicado antes, como bajo la forma republicana). Está subyacente en nuestro Texto constitucional del 29 de diciembre de 1978.
 LA MONARQUÍA ARBITRAL.
Como hemos señalado anteriormente, en una monarquía arbitral, como la actual española, el Rey está al margen de los denominados tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. El Rey es el cuarto poder; es un poder neutral. Al Rey le interesa mantener el equilibrio y el buen funcionamiento de los tres poderes clásicos. La doctrina deja Monarquía arbitral de B. Constant se encuentra perfectamente reflejada en el Título II de nuestra Constitución, que trata De la Corona.
 LEGITIMACIÓN DEMOCRATICA DE LA MONARQUIA.
Es precisamente a través de estos actos regios y de su buen hacer como la auctoritas regia se irá afianzando y acrecentando. La consolidación de la auctoritas regia es condición indispensable para la consolidación de la monarquía, de toda monarquía. Aquí y ahora, la monarquía es conveniente -por no decir necesaria- para España. Por eso deseamos que elRey conserve su bien ganada autoridad en el cumplimiento de las tareas constitucionales.
 CONSOLIDACIÓN DE LA MONARQUIA.
Ya se han cumplido bastantes años desde la coronación del Rey. Durante este período, D. Juan Carlos I ha desempeñado un papel importante en la transición política del Régimen Autoritario a la Democracia y un papel fundamental en su consolidación; todo ello por su sentido prudencial en el cumplimiento de los actos regios, y de un modo particular en los que han sido producto de su recto proceder, es decir, de los actos discrecionales, propios de toda monarquía arbitral como la española.
Algunos dudaron que la monarquía instaurada-restaurada en Juan Carlos, nuestro actual Rey, fuera una solución para España. Su comportamiento, tanto en el campo de la política nacional como en el internacional, ha sido en algunos casos definitivo para la consolidación de la democracia y de la monarquía parlamentaria, tal como sucedió el 23 de febrero de 1981.
En otros actos concretos, en los que D. Juan Carlos se ha limitado a cumplir con la más estricta legalidad prevista en la Constitución, lo ha hecho de una manera impecable en el fondo y en la forma, como en sus comparecencias en los foros internacionales. Los años transcurridos desde su "coronación" han sido años de democracia y de un protagonismo decisivo de la Corona como motor del gran cambio, para convertir en realidad las palabras iniciales del Rey en su primer discurso a la Nación, deseando la construcción en España de una "sociedad libre, moderna y europea".
Ciertamente, la Corona fué el motor del gran cambio político del Autoritarismo a la Democracia, y lo sigue siendo como factor de su consolidación.
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