LA BATALLA DE VALENCIA (II)
El movimiento valencianista nace en el año 1976 y es la consecuencia de la recuperación de la democracia al superarse la dictadura y, previendo que las actuaciones políticas partidistas no iban a conducir a nada bueno para la autonomía valenciana, que irremediablemente se estaba gestando, pues todas las apariencias hacían augurar malos vientos para nuestra tierra. Y “Estos (se está refiriendo a los diputados de las Cortes Españolas) como lo hicieron en tiempos de la II República, cuando los catalanes pedían en su primer estatuto la anexión del Reino de Valencia a Cataluña, niegan cualquier posibilidad de la creación de esos Países Catalanes y, además, niegan la posibilidad de tan solo una federación entre autonomías (Valencians front al catalanisme – Manuel Zarzo – Valencia 1995, en adelante “Valencians...”)
Todo movimiento cultural precisa de la aportación grandes fuerzas intelectuales y, ni que decir tiene, que en Valencia, como una consecuencia natural de la ascentral creatividad de sus habitantes, las había en aquellos tiempos revueltos y que, además, muchos de ellos, eran y se consideraban valencianistas pero, como la mayoría del pueblo, estaban desentendidos de los movimientos populares callejeros, limitándose a publicar literatura, poesía y teatro y otras manifestaciones en lengua valenciana, sin más. Años después, uno de los más conocidos intelectuales que creíamos de la causa, Xavier Casp, me dijo: “Nosotros –se refería a los intelectuales- lo que tenemos que hacer es dejarnos de guerras y publicar nuestros estudios en lengua valenciana para conocimiento de las generaciones futuras”. A mi modo de ver es un razonamiento lógico, pero sólo en parte, -y más tratándose de los delicados momentos por los que atravesaba nuestra cultura- pues se puede investigar, estudiar, publicar y, también, se puede ser beligerante con aquellos que atacan a la personalidad del pueblo valenciano. Los intelectuales valencianos y valencianistas no se caracterizaron en aquellos años precisamente por su enfrentamiento al pancatalanismo. ¿Ejemplos? Los tenemos con la entidad Lo Rat Penat y con la Real Academia de Cultura Valenciana, instituciones que pasan totalmente del valencianismo beligerante y de cuyas casas han salido no pocos de los transformados en declarados catalanistas, en virtud de los sueldos y prebendas obtenidos del gobierno de la Generalidad Valenciana.
Y dentro de este movimiento, en 1977, nace una asociación cultural, no política, que pasaría a ser la fundamental protagonista de la Batalla de Valencia, la que aunaría los esfuerzos de los valencianistas desperdigados, para oponerse al nacionalismo catalanista. Estoy hablando del Grup d’Accio Valencianista
Es este Grup el que, por medio de la intercomunicación entre sus socios, cuando se van convocando con el fin de acudir a manifestarse contra los actos promovidos por los parlamentarios preautonómicos, por los grupos catalanistas y todas aquellas manifestaciones políticas y culturales que atentan contra las raíces profundas de nuestra tierra valenciana.
Están en “L’aplec del Puig” organizado por el terrorista PSAN. Están en el Palacio de Benicarló, sede de las Cortes Valencianas. Están en tantos y tantos lugares y momentos históricos para nuestra autonomía, que sus actuaciones se extienden como la mancha de aceite y ello hace que las fuerzas políticas, amedrentadas por las reivindicaciones de sus actuaciones, proceden a condenar mediáticamente a esta organización tachándolos de “fascistas” por oponerse a sus pretensiones catalanistas. Y con estas estrategias de ataque y descalificación continúan ahora en que nos encontramos en la primera década del siglo XXI.
El Grup d’Accio Valencianista carece de cualquier tipo de ayudas oficiales, llámense subvenciones económicas o apoyos siquiera mediáticos. No así pasa con las asociaciones culturales catalanistas que gozan de los privilegios y subvenciones económicas, que durante toda la democracia han obtenido de las instituciones catalanas y de las autonómicas valencianas.
Durante los treinta años de existencia de este Grup d’Accio la asociación ha venido subsistiendo en lo que podemos denominar como una “economía de guerra”, es decir, con las aportaciones de sus socios y algunas extraordinarias, pero ello no ha conseguido que, en ocasiones, no tuvieran ingresos suficientes ni para pagar los alquileres de su sede. Pero la abnegación de su junta les ha permitido mantenerse como la única llama valencianista, verdaderamente beligerante con las tendencias políticas catalanistas, que durante estos años vienen agrediendo la idiosincrasia de los valencianos.
El movimiento valencianista nace en el año 1976 y es la consecuencia de la recuperación de la democracia al superarse la dictadura y, previendo que las actuaciones políticas partidistas no iban a conducir a nada bueno para la autonomía valenciana, que irremediablemente se estaba gestando, pues todas las apariencias hacían augurar malos vientos para nuestra tierra. Y “Estos (se está refiriendo a los diputados de las Cortes Españolas) como lo hicieron en tiempos de la II República, cuando los catalanes pedían en su primer estatuto la anexión del Reino de Valencia a Cataluña, niegan cualquier posibilidad de la creación de esos Países Catalanes y, además, niegan la posibilidad de tan solo una federación entre autonomías (Valencians front al catalanisme – Manuel Zarzo – Valencia 1995, en adelante “Valencians...”)
Todo movimiento cultural precisa de la aportación grandes fuerzas intelectuales y, ni que decir tiene, que en Valencia, como una consecuencia natural de la ascentral creatividad de sus habitantes, las había en aquellos tiempos revueltos y que, además, muchos de ellos, eran y se consideraban valencianistas pero, como la mayoría del pueblo, estaban desentendidos de los movimientos populares callejeros, limitándose a publicar literatura, poesía y teatro y otras manifestaciones en lengua valenciana, sin más. Años después, uno de los más conocidos intelectuales que creíamos de la causa, Xavier Casp, me dijo: “Nosotros –se refería a los intelectuales- lo que tenemos que hacer es dejarnos de guerras y publicar nuestros estudios en lengua valenciana para conocimiento de las generaciones futuras”. A mi modo de ver es un razonamiento lógico, pero sólo en parte, -y más tratándose de los delicados momentos por los que atravesaba nuestra cultura- pues se puede investigar, estudiar, publicar y, también, se puede ser beligerante con aquellos que atacan a la personalidad del pueblo valenciano. Los intelectuales valencianos y valencianistas no se caracterizaron en aquellos años precisamente por su enfrentamiento al pancatalanismo. ¿Ejemplos? Los tenemos con la entidad Lo Rat Penat y con la Real Academia de Cultura Valenciana, instituciones que pasan totalmente del valencianismo beligerante y de cuyas casas han salido no pocos de los transformados en declarados catalanistas, en virtud de los sueldos y prebendas obtenidos del gobierno de la Generalidad Valenciana.
Y dentro de este movimiento, en 1977, nace una asociación cultural, no política, que pasaría a ser la fundamental protagonista de la Batalla de Valencia, la que aunaría los esfuerzos de los valencianistas desperdigados, para oponerse al nacionalismo catalanista. Estoy hablando del Grup d’Accio Valencianista
Es este Grup el que, por medio de la intercomunicación entre sus socios, cuando se van convocando con el fin de acudir a manifestarse contra los actos promovidos por los parlamentarios preautonómicos, por los grupos catalanistas y todas aquellas manifestaciones políticas y culturales que atentan contra las raíces profundas de nuestra tierra valenciana.
Están en “L’aplec del Puig” organizado por el terrorista PSAN. Están en el Palacio de Benicarló, sede de las Cortes Valencianas. Están en tantos y tantos lugares y momentos históricos para nuestra autonomía, que sus actuaciones se extienden como la mancha de aceite y ello hace que las fuerzas políticas, amedrentadas por las reivindicaciones de sus actuaciones, proceden a condenar mediáticamente a esta organización tachándolos de “fascistas” por oponerse a sus pretensiones catalanistas. Y con estas estrategias de ataque y descalificación continúan ahora en que nos encontramos en la primera década del siglo XXI.
El Grup d’Accio Valencianista carece de cualquier tipo de ayudas oficiales, llámense subvenciones económicas o apoyos siquiera mediáticos. No así pasa con las asociaciones culturales catalanistas que gozan de los privilegios y subvenciones económicas, que durante toda la democracia han obtenido de las instituciones catalanas y de las autonómicas valencianas.
Durante los treinta años de existencia de este Grup d’Accio la asociación ha venido subsistiendo en lo que podemos denominar como una “economía de guerra”, es decir, con las aportaciones de sus socios y algunas extraordinarias, pero ello no ha conseguido que, en ocasiones, no tuvieran ingresos suficientes ni para pagar los alquileres de su sede. Pero la abnegación de su junta les ha permitido mantenerse como la única llama valencianista, verdaderamente beligerante con las tendencias políticas catalanistas, que durante estos años vienen agrediendo la idiosincrasia de los valencianos.
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