TRIBUNA
13 de marzo de 2007-03-15
JOAN IGNACI CULLA/
Si la incultura fuera un mérito, estoy convencido de que los
catalanistas serían premios Nobel. Una clara demostración que corrobora mi
teoría se hizo patente por parte del concejal socialista en el Ajuntament de
Valencia Juan Soto, en la inauguración de la nueva biblioteca municipal
Al-Russafi. Este edil se mofaba de las palabras que Rita Barberá pronunció, en
las que destacó que en la dominación islámica del Regne de Valencia se hablaba
el romanç, precursor de la actual lengua valenciana como todos saben, a
excepción, por lo visto, del concejal y sus laureados amigos catalanistas.
Siendo cierto que ni la alcaldesa ni su partido, el PP, se han caracterizado por la defensa del valenciano –no hay nada más que ver que han delegado la autoridad lingüística en la AVL, entidad al servicio del catalán–, no es menos cierto que Rita Barberá dijo lo que todos los expertos sostienen sobre la existencia de la lengua romance mozárabe anterior a la reconquista de Jaume I.
La teoría que mantienen los amantes de los tebeos-catalanistas es que, a la entrada del Conquistador, el Regne de Valencia era poco menos que un solar deshabitado, ya que sus pobladores, según ellos, o habían huido o habían sido ejecutados por las tropas cristianas. Esta rocambolesca historieta-comic –cien por cien científica, como todos podrán apreciar– es en la que se sustenta la argumentación para acreditar que los cuatro mesnados y dos cabreros catalanes que acompañaban a Jaume I, reconvertidos ahora milagrosamente en filólogos y hombres de ciencia, se encontrasen el campo abonado para implantar su “lengua”. Sobre este tema, y para no extenderme, remito a Soto y sus colegas al artículo ‘‘ El Romanç’’ (LP, 6/2/2006).
Para no incidir en las inapelables investigaciones realizadas por Peñarroja, A. Cabanes o Gómez Bayarri, ente otros, a los que el concejal socialista no habrá tenido a bien estudiar –no es lo suyo, ¿no?–, pero dejándose llevar, seguro, por el coro de iletrados, los tendrá por secesionistas-blaveros; veamos entonces lo que dicen otros autores sobre la coexistencia del bilingüismo en nuestras tierras en la época prejaimina.
Así lo certifica J. M.ª Lacarra en Historia de la Edad Media . Barcelona, 1971, p. 482: “Es de notar que muchas estrofas finales de las muasajas están en romance, lo que nos revela la existencia de una tradición literaria en romance mucho más antigua. La gran popularidad que alcanzaron estas composiciones bilingües nos aclaran bien el carácter mixto de la sociedad hispanoárabe bajo el califato”.
Nadie –salvo, lógicamente, los indocumentados– pone en duda el bilingüismo existente en el Regne de Valencia, como comenta Menéndez Pidal: Manual de Gramática Histórica Española , Madrid, 1977, p. 102: “Había muchedumbre de moros latinizados o ladinos que sabían romance, y cristianos algarabiados que sabían árabe”.
Porque como dice Levi-Provençal, en La civilización árabe en España , Madrid, 1969, p. 102, que doy por seguro que Soto, faltaría más, no lo conocerá, pero su prestigio internacional no lo hace sospechoso de ser socio del GAV o de Lo Rat Penat, afirma: ‘‘Los musulmanes de España contaban entre ellos, durante todos los períodos, un porcentaje relativamente elevado de bilingües que empleaban indiferentemente el árabe y el romance tanto en el interior de sus casas como en la misma calle’’.
Y es que la incultura es muy atrevida, como lo es que este socialista amante de la manipulación que hoy se vende perfectamente encuadernada como auténtica no recoja las manifestaciones de Julià Ribera Tarragó, eminente arabista que en 1925 manifestaba en su libro De Historia Arábigo-Valenciana : “Se habló durante los varios siglos de su dominación por los propios muslimes un dialecto romance. Se sabe de modo indudable que en la región de Valencia se habló ese romance, del que quedan huellas no sólo en libros arábigos, sino también en la nomenclatura geográfica de la región. Para explicarse bien esa nomenclatura hace falta conocer el latín vulgar valenciano que usaron los moros.
[...] cuando las huestes del rey don Jaime llegan a Valencia [...] una gran parte de los nombres geográficos de los poblados de la huerta de Valencia son latinos, mejor dicho, romances [...]. También los musulmanes valencianos emplearon en su vida familiar la lengua romance, hasta tiempos anteriores a la conquista del rey D. Jaime’’.
Y es que hasta incluso se distinguían los distintos romances hablados en la península: “De que en España se conservó entre los musulmanes el uso del romance hay infinidad de testimonios. El señor Simonet, que ha estudiado esta materia con ímproba labor, nos da a cada paso pruebas inequívocas: Abenbuclaris, en Zaragoza; Abenjoljól, en Córdoba; Abenañbeiter, en Málaga, repetidamente aluden al latín vulgar que se habla en nuestra tierra, dando a entender que es la lengua romance que hablan los musulmanes y judíos. Hasta insisten en distinguir dialectos especiales de una ciudad, de una provincia o de una región, apellidándolos romance de Valencia, de Aragón, de Zaragoza” (Ribera i Tarragó; J: Diserciones y Opúsculos: El cancionero de Abencuzman . Madrid, 1928).
Sinceramente, Juan Soto, dedíquese a su tarea de concejal en la oposición, mientras que los únicos requisitos para ser edil sean figurar en una lista y pertenecer al partido, porque mal lo tendrá usted, y muchos de sus colegas, el día que pidan que, para aspirar a representar a los valencianos en cualquier institución pública, se requieran otros tipos de méritos formativos, además de sentir y respetar a la Comunitat a la que pertenece y a la que pretende defender. Pero, mientras tanto, no se preocupe, además de ser concejal puede aspirar a ser premio Nobel, lógicamente, el día que premien la incultura o el autoodio cultural.
Siendo cierto que ni la alcaldesa ni su partido, el PP, se han caracterizado por la defensa del valenciano –no hay nada más que ver que han delegado la autoridad lingüística en la AVL, entidad al servicio del catalán–, no es menos cierto que Rita Barberá dijo lo que todos los expertos sostienen sobre la existencia de la lengua romance mozárabe anterior a la reconquista de Jaume I.
La teoría que mantienen los amantes de los tebeos-catalanistas es que, a la entrada del Conquistador, el Regne de Valencia era poco menos que un solar deshabitado, ya que sus pobladores, según ellos, o habían huido o habían sido ejecutados por las tropas cristianas. Esta rocambolesca historieta-comic –cien por cien científica, como todos podrán apreciar– es en la que se sustenta la argumentación para acreditar que los cuatro mesnados y dos cabreros catalanes que acompañaban a Jaume I, reconvertidos ahora milagrosamente en filólogos y hombres de ciencia, se encontrasen el campo abonado para implantar su “lengua”. Sobre este tema, y para no extenderme, remito a Soto y sus colegas al artículo ‘‘ El Romanç’’ (LP, 6/2/2006).
Para no incidir en las inapelables investigaciones realizadas por Peñarroja, A. Cabanes o Gómez Bayarri, ente otros, a los que el concejal socialista no habrá tenido a bien estudiar –no es lo suyo, ¿no?–, pero dejándose llevar, seguro, por el coro de iletrados, los tendrá por secesionistas-blaveros; veamos entonces lo que dicen otros autores sobre la coexistencia del bilingüismo en nuestras tierras en la época prejaimina.
Así lo certifica J. M.ª Lacarra en Historia de la Edad Media . Barcelona, 1971, p. 482: “Es de notar que muchas estrofas finales de las muasajas están en romance, lo que nos revela la existencia de una tradición literaria en romance mucho más antigua. La gran popularidad que alcanzaron estas composiciones bilingües nos aclaran bien el carácter mixto de la sociedad hispanoárabe bajo el califato”.
Nadie –salvo, lógicamente, los indocumentados– pone en duda el bilingüismo existente en el Regne de Valencia, como comenta Menéndez Pidal: Manual de Gramática Histórica Española , Madrid, 1977, p. 102: “Había muchedumbre de moros latinizados o ladinos que sabían romance, y cristianos algarabiados que sabían árabe”.
Porque como dice Levi-Provençal, en La civilización árabe en España , Madrid, 1969, p. 102, que doy por seguro que Soto, faltaría más, no lo conocerá, pero su prestigio internacional no lo hace sospechoso de ser socio del GAV o de Lo Rat Penat, afirma: ‘‘Los musulmanes de España contaban entre ellos, durante todos los períodos, un porcentaje relativamente elevado de bilingües que empleaban indiferentemente el árabe y el romance tanto en el interior de sus casas como en la misma calle’’.
Y es que la incultura es muy atrevida, como lo es que este socialista amante de la manipulación que hoy se vende perfectamente encuadernada como auténtica no recoja las manifestaciones de Julià Ribera Tarragó, eminente arabista que en 1925 manifestaba en su libro De Historia Arábigo-Valenciana : “Se habló durante los varios siglos de su dominación por los propios muslimes un dialecto romance. Se sabe de modo indudable que en la región de Valencia se habló ese romance, del que quedan huellas no sólo en libros arábigos, sino también en la nomenclatura geográfica de la región. Para explicarse bien esa nomenclatura hace falta conocer el latín vulgar valenciano que usaron los moros.
[...] cuando las huestes del rey don Jaime llegan a Valencia [...] una gran parte de los nombres geográficos de los poblados de la huerta de Valencia son latinos, mejor dicho, romances [...]. También los musulmanes valencianos emplearon en su vida familiar la lengua romance, hasta tiempos anteriores a la conquista del rey D. Jaime’’.
Y es que hasta incluso se distinguían los distintos romances hablados en la península: “De que en España se conservó entre los musulmanes el uso del romance hay infinidad de testimonios. El señor Simonet, que ha estudiado esta materia con ímproba labor, nos da a cada paso pruebas inequívocas: Abenbuclaris, en Zaragoza; Abenjoljól, en Córdoba; Abenañbeiter, en Málaga, repetidamente aluden al latín vulgar que se habla en nuestra tierra, dando a entender que es la lengua romance que hablan los musulmanes y judíos. Hasta insisten en distinguir dialectos especiales de una ciudad, de una provincia o de una región, apellidándolos romance de Valencia, de Aragón, de Zaragoza” (Ribera i Tarragó; J: Diserciones y Opúsculos: El cancionero de Abencuzman . Madrid, 1928).
Sinceramente, Juan Soto, dedíquese a su tarea de concejal en la oposición, mientras que los únicos requisitos para ser edil sean figurar en una lista y pertenecer al partido, porque mal lo tendrá usted, y muchos de sus colegas, el día que pidan que, para aspirar a representar a los valencianos en cualquier institución pública, se requieran otros tipos de méritos formativos, además de sentir y respetar a la Comunitat a la que pertenece y a la que pretende defender. Pero, mientras tanto, no se preocupe, además de ser concejal puede aspirar a ser premio Nobel, lógicamente, el día que premien la incultura o el autoodio cultural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario