sábado, 28 de mayo de 2011

LAS BANDERAS DE CUATRO BARRAS EN LA COMUNIDAD


Por Ricardo García Moya
Desde hace unos decenios, la tenaz labor catalanizadora, unida al desconocimiento que teníamos en temas vexilológicos, favoreció la implantación de banderas de cuatro barras en algunos pueblos valencia­nos; especialmente en los que habían incrementado pobla­ción y territorio en este siglo y no tenían enseña propia.
En reciente llamada al cabinista, se recomendaba a LAS PROVINCIAS que "profundizara un poco más; pues en tierras de Castellón, la cuatribarriada es normal en casi todos los pueblos", y Villarreal "lleva la cuatribarriada en las fiestas desde hace muchos años". En primer lugar, no son tantos años, pues se remonta a 1975, aproximadamente, el inicio de la implantación de estas politizadas banderas. Por tanto, no hay que ahondar mucho; todavía en la Guerra Civil, en 1936, los castellonenses, como valencianos que eran, lucha­ron con banderas coronadas sobre franja azul ("El País", dominical, 6 abril 1986, p. 90).
En la década de los 70, los seguidores de Fuster y Guarner, las introducían en fiestas y recitales fingiendo ingenui­dad. Después, una vez dada la apariencia de venerable tradi­ción, se aprobaban con votos de concejales que seguían consignas de partido. Así y todo, las ciudades importantes, como Orihuela, no cayeron en la trampa de modificar su propia enseña por la del rey de Aragón.
La implantación de simbología y lengua catalana ha sido un paso previo para la despersonalización valenciana. Tam­bién los jóvenes que han sufrido la "inmersión", proclaman que los barbarismos catalanes (desde el "amb" al "desenvolupar", pasando por el "esport") pertenecen al léxico valen­ciano de toda la vida (su vida). De igual modo, han logrado que "País valenciano" sea el título del territorio "desde hace muchos años". El avasallamiento catalán está convirtiendo en tradición lo que sólo son falsedades repetidas machaco­namente.
Si en la Edad Media fue habitual la presencia de banderas barradas, era por pertenecer a una confederación de estados que tenía corno reino-cabeza al de Aragón. Su simbolismo era similar al de la bandera de España que ondea actualmen­te en los edificios oficiales, junto a la de cada autonomía; pero en la Edad Media tenían bandera propia los Reinos de Valencia, Nápoles y Mallorca. Ahora bien, todos sabemos que la Corona de Aragón feneció hace siglos y, otro poder expansionista, el catalán, usurpó su enseña. ¿Por qué, en­tonces, ese empeño en adoptar una enseña que no es de nuestro territorio?
Los ayuntamientos de pueblos valencianos que no exis­tían en el siglo pasado, que tenían dependencia de otro municipio o carecían de heráldica (salvo el caso de Sagunto, que ha incluido la corona y el Rat Penat arriba del asta, no en el tejido) son los que más "presumen" de cuatro barras en banderas y adargas. Están repitiendo un curioso fenóme­no que sucedió en Cataluña a fines del siglo pasado. Quien lo cuenta es Armando de Fluviá, historiador catalán:
"Los sellos municipales del siglo XIX y principios del XX es que, por un patrioterismo mal entendido, la mayoría de muni­cipios quisieron incluir en los escudos la señal de los cuatro palos, quizá pensando que poniéndolos serian más catalanes" (Fluviá, Armando: "El Temps", 4 de mayo de 1987, p. 46").
Asi de simple es la motivación que está impulsando el olvido de la heráldica propia, pues la bandera es sólo la traslación a un soporte ligero –tejido- de los símbolos que expresan la singularidad de la villa; sea la llave del Reino, como Biar, o el pájaro Oriol de Orihuela. Lo que debiera hacerse -si es que todavía somos un pueblo singularizado, y no una colonia de otra región- es regularizar la bandera de los pueblos que carecen de ella, utilizando la Real Señera, y en su centro, la heráldica local. En la actualidad, los ayuntamientos socialistas hacen esta superposición, pero usando la bandera de Cataluña.
Las actuales autonomías de Andalucía, Extremadura, Ma­drid y Rioja, como es sabido, fueron conquistadas con la bandera del rey de Castilla. Jamás tuvieron bandera propia, pero Blas Infante, Leguina y otros "diseñadores" crearon en nuestro siglo sus banderas y, que yo sepa, no hay ningún pueblo en Andalucía, Rioja, Madrid o Extremadura que esté tratando de imponer la bandera de Fernando III de Castilla y llorando por ser castellano ¿Por qué en el Reino de Valencia, con una Real Señera propia desde el siglo XIV, tratan de humillarla y adoptar la antigua con los palos de Aragón y, ahora, de Cataluña? ¿Es que alguna vez han pertenecido Castellón, Santa Pola o Villareal, por citar casos concretos, a Cataluña o Aragón?
De todas formas, difícil será adoptar cualquier iniciativa con el poder en manos de una Generalidad que está forman­do mediante la "inmersió catalana" -unos valencianos jení­zaros-; y no es ningún insulto, sino realidad. Los jenízaros fueron, en el siglo XIV, un cuerpo militar de élite preparado por los turcos para luchar contra los ejércitos católicos. Su disciplinada formación consistía en un lavado de cerebro, que incluía la "inmersión islámica" para incrementar el odio a su misma raza, ya que eran cristianos capturados en incur­siones o hijos de cristianos cautivos. Es decir, se transforma­ban en los enemigos más encarnizados y crueles de su misma raza.

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