sábado, 3 de septiembre de 2011

MISTERIOS DE LA HISTORIA-VII


Por: Ricardo de la Cierva
Editorial  Planeta

Segunda edición: febrero 1991


III.             CATALUÑA: MUCHO MAS QUE UN MILENIO


“Fue, pues, la decisión catalana la que contribuyó al nacimiento de la Corona de Aragón-  por el matrimonio del conde Ramón Berenguer IV de Barcelona con la infanta Petronila, hija de Ramón II de Aragón-. Acostumbrados los condes barceloneses a la coexistencia de varias soberanías en el país catalán (condados de Barcelona, Urgel, Rosellón, etc.), impulsaron un mutuo respeto a las características de los dos Estados (mejor, diríamos nosotros, el Estado y el condado) que se unían en aquella ocasión en un régimen  de perfecta autonomía” (ibid.). Cuando se afirma, pues, políticamente el gran condado de Barcelona, clave aunque no totalidad de Cataluña todavía, lo hace hacia la unión de una entidad superior, no hacia la disgregación. Maravilloso el acorde final de Vicens Vives: “El nacimiento de una España viable, forjada con el tridente portugués, castellano y catalano-aragones es el mérito incuestionable de Ramón Berenguer IV. Pluralismo que jamás excluyó la conciencia de una unidad de gestión en los asuntos hispánicos” (ibid. P. 80). Por su parte, Capdeferro recuerda que la unión de Ramón Berenguer IV y Petronila no fue la de Cataluña y Aragón, como suele repetirse; primero porque no existía aún el nombre  ni la realidad completa de Cataluña; segundo porque dentro del territorio catalán convivían, junto al gran condado de Barcelona, otros varios independientes de él, como los de Pallars Jussá, Rosellón, Pallars Subirá, Ampurias y Urgel. Ramón Berenguer IV nunca utilizó el título de rey; gobernó Aragón pero sin esa dignidad. Sus herederos se llamaron reyes de Aragón y condes de Barcelona; el condado fue pasando a segundo y tercer término dentro de la titulación de la Corona aragonesa, como se lamentan algunos historiadores nacionalistas. Que también se mostrarán disconformes –siete siglos después- con la “debilidad” generosísima que don Jaime I el Conquistador demostró hacia Castilla. Y es que los grandes reyes, en su tiempo, veían mucho mas claro que algunos grandes –y sobre todo pequeños- historiadores que escriben en el nuestro.

CATALUÑA COMO FUENTE PARA LA UNIDAD DE ESPAÑA

¿Podrá protestar alguien de que, mientras algunos historiadores nacionalistas buscan obsesivamente los hechos diferenciales entre Cataluña y España –es decir, el resto de España, porque desde la época romana hasta hoy España sin Cataluña no es ni puede llamarse España-, otros subrayemos, sin negar las diferencias ni la personalidad catalana, los factores de unidad, las identidades genéricas que laten bajo las peculiaridades específicas, las convergencias y las confluencias? Es lo que venimos haciendo en estas consideraciones; y lo que vamos a continuar.

El hijo de Ramón Berenguer IV y doña Petronila, Alfonso II rey de Aragón y conde de Barcelona (1162-1196), nos ha legado, en su tiempo, tres tesoros: el nombre gentilicio catalán,   que aparece en su reinado; como el nombre de Cataluña, que en su forma latina Cathalonia surge documentalmente en 1176; y por último la bandera cuatribarrada, roja y amarilla, que algunos atribuían legendariamente a Wifredo el Velloso, y que vemos, por primera vez, en los sellos de Alfonso II. En cuando a la lengua catalana, que ya se hablaba de forma incipiente desde los tiempos de la Marca Hispánica –romance, latín nuestro, nostre lati-,  asoma mediante palabras sueltas en documentos diversos, pero el primer documento que la usa de lleno es algo posterior, de 1211. El nombre de Cataluña en su plena acepción actual aparece en un documento del reinado de Pedro II el Católico (1196-1213) y la plenitud catalana se alcanza por su hijos Jaime I el Conquistador (1213-1276), que logró dos cosas de vital importancia. En primer lugar, la declaración de vasallaje y dependencia de los condados de la antigua Marca Hispánica que aun no se habían incorporado a la Corona aragonesa: Ampurias, Urgel y Pallars Subirá (Capdeferro, p.72). En segundo lugar la supresión definitiva del vasallaje de los condados catalanes respecto de Francia, en el tratado de Jaime I con san Luís de Francia concertado en Corbeil, 1258. Tal vez esa sería mejor fecha para celebrar el milenario de Cataluña, aunque se comprenden la prisas del señor Pujol; quedan aún unos siglos de por medio. Luego, al comenzar el siglo XIV, toda Europa se estremeció con esa formidable aventura de catalanes y aragoneses en el Mediterráneo oriental, después que Pedro III tomara Sicilia con los almogávares. Eran los mas tremendos y efectivos guerreros de la Baja Edad Media; dominaron el imperio bizantino, fundaron ducados en Grecia y sobrevivieron contra toda posibilidad durante décadas. Como los describe el cronista Bernat Desclot, eran “catalanes, aragoneses, serranos, golfins, gentes de la profunda España”.

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