lunes, 19 de octubre de 2009

Y SIGUE LA TRAICION

Autor: Pepe Guillén Milla.

Los valencianos, o al menos gran parte de ellos, continúan sin darse cuenta de lo que la actuación política está haciendo con su cultura, sus raíces y su única lengua la valenciana.

Parece que están adormilados, que no quieren ver que nuestra generación, como lo fueron las anteriores, tienen, tenemos, la obligación de preservar para nuestros hijos todo este patrimonio cultural que, siendo de nuestra propiedad, propiedad del pueblo valenciano, está siendo vendido por las conveniencias de los políticos que este pueblo tiene la desgracia de padecer.

Claro que, la desgracia de padecer a este género arribista, interesado, vergonzante, traidor y cuantos adjetivos queramos aplicar, sinónimo de las pretensiones contrarias a las necesidades y al bienestar del pueblo, no es sino una consecuencia de lo que cada valenciano deposita en las urnas cuando es requerido cada cuatro años.
Analizando profundamente -aunque creo que no hace falta profundizar tanto para saber donde tenemos al enemigo- la causa de que tengamos mandándonos a estos políticos de baja cualificación, la tienen aquellos que les votan y lo mismo da que sean de un partido que de otro: derechas, izquierdas, centro, catalanistas y demás escorados, tanto a babor como a estribor, por hacer una mención náutica.

Si la voluntad de gobierno reside en el pueblo es éste el que tiene que cuidarse muy mucho de en qué sentido vota o, por el contrario, debe pensar si vale la pena acudir a las urnas con una predilección de antemano. Hay que recordar que una buena dirección del voto y la que más les duele a esta clase política, es la opción del voto en blanco. Voto que no beneficia a ningún político y con la que, al mismo tiempo, se les está diciendo que ninguno de los partidos y personas que se presentan a las elecciones son dignos de regir los destinos de este pueblo, ni por su talla política ni por su talla intelectual.

En consecuencia y cerrando el círculo de esta mi opinión particularísima, creo honestamente que, hoy por hoy, no existe tendencia política alguna que esté decidida a defender nuestras señas de identidad, el más preciado bien que dispone un pueblo y que tiene la obligación de defender y preservar para que lo disfruten futuras generaciones. Por otra parte, está la otra obligación que se les encomienda cuando se les da el voto. Me estoy refiriendo a la administración de los bienes económicos del pueblo, los que se derivan del pago de los impuestos y que estos tecnócratas de la política consideran que es un dinero que no tiene amo y, por lo tanto pueden hacer con él lo que consideren más conveniente. Su nula capacidad de gestión ha llevado a la ruina a las administraciones valencianas. El endeudamiento que padecemos no sabemos si nuestros biznietos acabarán de pagar. No tienen ni quieren tener la más remota idea de cómo se gestiona un dinero y un patrimonio que no les pertenece. No creo que sea tan difícil administrarlo, basta con tomar y seguir el ejemplo de las economías familiares, para saber que uno no puede gastar ni endeudarse más de lo que sus ingresos económicos le permiten.

Valencia está muy bonita, se dirán muchos, pero ¿a costa de qué? A costa de los grandes endeudamientos en proyectos que, salvo excepciones, no producen ningún rendimiento económico que amortice las inversiones dentro de un moderado periodo de tiempo. Estas son las que nos han traído la ruina y las que tenemos la obligación, queramos o no, de soportar.

Mala gestión cultural y mala gestión económica nos aportan estos políticos, que en público todo son sonrisas y todo es poner buena cara, porque saben que con ello hay un pueblo que se deja conquistar con facilidad cegado por el oropel de la política.

Si, pienso que la culpa de todo este malvivir, de todo este desbarajuste, la tiene el pueblo que es el que, depositando su voto en las urnas cada cuatro años, está facilitándoles el poder suficiente para que malvendan nuestra historia y nuestro patrimonio.



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