sábado, 17 de octubre de 2009

LOS QUE VIENEN

EL PUEBLO DIARIO REPUBLICANO DE VALENCIA

Domingo, 16 de junio de 1.907

El fracaso de los solidarios en el Parlamento habrá llegado a estas horas a todos los ámbitos de la Península, a los más recónditos lugares de las naciones ibéricas como ellos dirían.

Cuatro solidarios hablaron ya en el Congreso acerca de este problema que nos quieren presentar como pavoroso e irresoluble, pero que en el fondo no encierra otra cosa que un egoísmo desenfrenado, y los cuatro oradores quedaron igualmente corridos que los señores Rosinyol y Abadal, sus colegas en el Senado.

Amadeo Hurtado que no abre el pico en parte alguna sino es por un fin provechoso y que se dio a conocer en Madrid con el consabido discurso de ateneísta, habló después que lo hizo el Sr. Carner y ambos se proclamaron definidores de este organismo amorfo haciendo sus piruetas sobre la cuerda floja del sentido raro y sin conseguir que nadie les entendiese en sus elucubraciones parlamentarias. Ahí es nada, pues no es difícil de explicar que digamos, eso de la conjunción de partidos opuestos, con intereses distintos y con fines diversos para la realización de su aspiración común.

Por su parte los Sres. Suñol y Puig y Cadafal han demostrado que no en vano se les tildó de separatistas y se motejó de antipatriota este movimiento solidario. Aquel bien claramente demostró que no quería una unión con las demás regiones para el engrandecimiento de la patria sino que aspiraba al beneficio propio de la región catalana en detrimento de las demás regiones españolas. No otra cosa significa los deseos de que el partido liberal que conserva la tradición librecambista no vuelva a ocupar el poder.

Y Puig y Cadafalch que se expresa con un marcado acento catalán, hablo de mi país y de vuestro idioma como estableciendo la barrera diferencial entre Cataluña, región con vida propia para nacionalizarse en estado de independencia, y España, la madre patria que vendió sin fruto y entregó sin gloria todo su imperio colonial por servir los intereses menguados de una ralea burguesa y catalanista.

Bien cierto se ha visto por conducto de los seis oradores solidarios. Todo es cuestión de intereses, de dinero, de predominio comercial. En el fondo de los perfiles oratorios de Hurtado y de Carner como en las atronadoras exaltaciones de Suñol, como en las audacias de Puig y Cadafalch, como en las prolijidades palabreras de Abadal y Rusiñol, no late otra cosa que un deseo manifiesto de conservar el proteccionismo para sus intereses catalanistas.

Poco les importa a ellos España; su amor a la patria grande y su anhelo de regeneración es una mentida hipocresía que mancha por igual a los labios que la pronuncian que a los oídos de los cándidos que les escuchan y creen. No aspiran a otra cosa ni les alienta otro deseo que el fomento de sus intereses industriales, que la conservación del proteccionismo, aunque ello ocasione la ruína de las demás regiones españolas.

Si fuesen verdaderos patriotas y políticos de honrados sentimientos sabrían que el mejor gobierno de un pueblo el que sabe ensamblar mejor los intereses de todas las regiones, y estimarían como deber propio de patriotas la ayuda para armonizarlos y procurar la mejoría total con el beneficio equitativo.

Pero ellos no lo entienden así. Hace tiempo que hablaron de soltar las amarras que les ligan a España, y si se mantienen todavía pacíficamente, es debido a que por el temor al contratiempo sangriento piensan alcanzar mayor protección de estos gobiernos débiles que destrozan la patria con sus desatinos y monstruosidades.

¿Pues que, basta acaso negar ante el Congreso los sentimientos separatistas si laten éstos en el fondo del alma de todo solidario? ¿Es necesario la palabra negativa para ocultar lo que se está viendo a la luz del día? ¿Es posible persistir en la farsa que supone la negación del separatismo en pleno Parlamento y la protección descarada a periódicos como La Veu, Cu-Cul, La Tralla, Fora Grillóns y tantos otros que en sus números no hablan de otra cosa que de la patria catalana, de su enemigo el Estado español y en sus caricaturas no realizan otra labor que la de ridiculizar las fases todas de la vida nacional?.

Se nos dirá que el sentimiento separatista es la demagogia del regionalismo, que la parte sana del catalanismo, los que piensan y son el alma del movimiento solidario, no opinan de éste modo, ni llegan a tales extravíos, sino que antes al contrario los condenan con la fuerza total de sus energías. Se argüirá que la representación oficial del catalanismo no se congregó para ningún fin antipatriótico, sino para la defensa de los intereses comerciales, mejor dicho, industriales de toda la región.

Y a fe que cumplen sus compromisos de modo estricto y admirable. No se puede dar mayor celo en el cometido ni más egoísmo en la intención. ¿Qué les importa a ellos la agricultura y sus justos intereses? ¿A ellos que les va ni que les viene el derecho a la vida de Valencia, Andalucía, Castilla, Extremadura y Galicia?.

Realmente hay que confesar que de la campaña parlamentaria de estos catalanistas se desprende un sentimiento antipatriótico. Todo lo que atenta a la vida de las demás regiones en beneficio y
privilegio de una sola, mas que antipatriota es antihu7mano y la labor catalanista tiende al engrandecimiento de los suyos con detrimento de todas las provincias españolas.

Valencia es la primera que sentirá el golpe y debe ser la primera en aprestarse para la defensa. Los que vienen el día 29 son la representación de este egoísmo catalanista y los valencianos no deben por ningún motivo recibirlos con aplauso, porque no ya solo atentan contra la prosperidad y la vida de la región levantina, sino que llegan a nuestra casa a mofarse de la candidez y bobería de sus admiradores.

Y esto no lo deben consentir los buenos valencianos, porque así lo demandan los intereses de la tierra, el amor a la patria y el honor de Valencia.

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