domingo, 8 de septiembre de 2024

INGLÉS EN VALENCIA DESDE 1918

Autor: Carles Recio

Me encantaría que este texto se publicara en la nueva página en inglés que publica semanalmente Levante-EMV como primera colaboración autóctona en este idioma que ya puede considerarse nuestro. Co-mo tengo la desgracia de no domi­narlo adecuadamente, me entusiasmaría que lo tradujeran en un bello tono londinense para estar a la altura de esas pautas de globalización que a los valencianos nos seducen.

The English is here, y ha venido para quedarse. Educación para la Ciudadanía es un síntoma. Sencillamente ha sido la excusa para que el idioma de Albión se abra pa­so en el sistema público educativo, pues ya se anuncia que tendremos hasta escuelas públicas en este idioma. Esto no es novedad, pues existen varios centros privados en los que resulta difícil encontrar plazas debido a la gran demanda. La gran ofensiva contra el idioma antiguamente considerado propio es sustituirlo directamente por el idioma más poderoso del mundo. Los valencianos seremos los primeros en aposentar el inglés en el continente europeo, y no habremos de esperar mucho para comprobarlo.

En el largo y tedioso debate sobre la Ciudadanía en inglés nadie ha girado la vista atrás para recor­dar que todo esto ya se vivió en Valencia. Lo hubiera tratado más extensamente de continuar con aquella sección de Episodios valencianistas que mantuve en estas páginas durante tres años. Ya en 1918, ochenta años atrás, se suscitó una cuestión parecida. Habiendo llegado a la alcaldía de Valencia el blasquista Faustino Valentín, decidió introducir el valen­ciano en las escuelas municipales como asignatura obligatoria. Se acordó «que en todas las escuelas y centros de enseñanza no técnicos de facultades, artes y oficios, se enseñase a leer y escribir el valenciano», poniendo como condición indispensable para el pago de ayudas y subvenciones «que se justifique que se dan esa clase o enseñanza con toda regularidad». Toda una bomba para una sociedad largamente enemistada con su lengua propia.

La reacción no se hizo esperar. El propio partido de Valentín, la Unión Republicana, se manifestó en contra. A través de El Pueblo, calificó la acción de «peregrina audacia» que ha de causar «el enojo que produce toda impertinencia y toda intromisión». El presidente del partido, Azzati, cuyo nombre figura hoy en una de las principales calles de la urbe, escribió el tres de noviembre: «En lengua valenciana no podemos dirigirnos y comunicarnos con pueblo alguno de la Tierra, ni aun con vecinos tan próximos y fraternales como los aragoneses. En lengua castellana nos entenderán en todos los centros cultos del mundo. ¿Qué lengua servirá mejor en todos los órdenes de la vida al genio valenciano?» La respuesta, ya en 1918, era el inglés.

El alcalde de Burjassot, como reacción ocurrente a la decisión del alcalde de Valencia, ordena a todos los colegios de su término municipal que se incluya de inme­diato en sus temarios la enseñanza de la lengua inglesa «para dar ejemplo de progresismo». A la propuesta se suma el partido republicano de Castelló, indignado por la promoción de «un dialecto que sólo sirve para relacionarse dentro de casa». El diario El Pueblo remacha el clavo proclamando que «nuestra generación hubiera agradecido al señor Valentín una recomendación y una acción para que en las escuelas se enseñe el inglés (?) eso no nos hubiera parecido un error, sino acierto, bondadosa intención, anhelo de dar a nuestros hijos armas y elementos para defenderse en las grandes luchas económico-sociales del presente y sobre todo del porvenir». En cambio, «instituir como una obligación pedagógica e intelectual la enseñanza del dialecto, que no nos sirve más que para ir por casa en mangas de camisa» es una idea que les parece una aberración.

En resumen, el inglés asentó sus reales en Valencia hace ochenta años, y justamente como reprensión de la lengua valenciana. Burjassot tiene el honor de ser la avanzadilla del proceso. En cuanto podamos, los valencianos abandonaremos el castellano, co­mo antes abandonamos el valenciano, el árabe, el latín y el ibero, para pasarnos al idioma ganador.

Mientras, como denunciaba Lluís Fornés hace algunos días, otros continuarán encabezados en la «unitat de la llengua» antes que en la propia «llengua». Como, por ejemplo, el traductor o traduc­tora de la página valenciana de este diario, que se pasa un montón. En lugar de incorporar los dictámenes conciliadores de la Academia de la Llengua se enroca en un barceloní absurdo. La nota sobre el festival de folclore estaba plagada de «avui», «vuit» y «aquestas», por no recordar cuando en una entrevista al rapero Nach, nacido en Albacete, lo hacían hablar con flexión verbal oriental. Que quede constancia de nuestro desacuerdo con esa táctica. En lugar a atraer simpatías sólo puede generar desprecios hacia el idioma autóctono. De eso a desembocar en el inglés no hay más que un paso.

 

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