miércoles, 22 de agosto de 2012

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (VI)




Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498

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La rebelión valenciana tuvo algún eco, su vez, en la región de Granada y los canónigos de esta ciudad, el Abad del Salvador del Albaicín y otros misioneros e inquisidores, se quejaron al monarca acusando a los moriscos de no estar, aún, al cabo de tantos años,  sinceramente convertidos y de continuar, secretamente, con sus prácticas, ritos y ceremonias mahometanas. En vista de ello, encontrándose el rey en la capital granadina, dispuso se girase una visita eclesiástica, para la que se comisionó, entre otros, al obispo de Guadix, Gaspar Avalos y a Fray Antonio de Guevara.

En el informe, que, como resultado, elevaron los visitadores al monarca, hacían constar que, mientras los moriscos usaren la indumentaria y lengua moras, no olvidarían su condición de mahometanos y, por tanto, no podían ser buenos cristianos. En su consecuencia, y de convenio con el Arzobispo de Grabada, con el de Sevilla, don Alfonso Manrique, Inquisidor General, y con varios otros prelados, dictó el Emperador, en 7 de diciembre de 1526, severísimas medidas contra los conversos granadinos prohibiéndoles, entre otras cosas, hablar árabe (algarabía) y vestir como moros y además los baños; se les ordenó, asimismo, tuviesen las puertas abiertas en los días de fiesta y los viernes y sabados; les fue vedado, también, el uso de las lailas y las zambras a la morisca; que no pusiesen alheña en los pies ni en las manos, ni en la cabeza de las mujeres;  que los desposorios y casamientos no se celebrasen conforme a los ritos moros, sino de acuerdo con la liturgia católica, oyendo, ese día, misa y teniendo la casa abierta; que no tuviesen niños expósitos ni usasen apellidos moros, etc.

Pero todas estas disposiciones  no  llegaron a tener efectividad durante el reinado de Carlos I.

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Después de varias vicisitudes y luchas (en 1526 se sublevaron los moriscos de Cazorla, despojando del mando al Adelantado Villarroel, pero el Marqués de Mondejar los redujo muy pronto) llegose, en Monzón, en 17 de julio de 1528, a una Concordia entre el poder real y los moriscos valencianos, con la autorización previa del Santo Oficio. Se pactó, entre otras cosas, que la Inquisición no podía proceder contra ellos, en el espacio de 40 años; que no se les obligaría a usar indumentaria cristiana durante un decenio y que, en igual lapso de tiempo, no se les prohibiría la lengua arábiga (algarabía); que pudiesen tener cementerio especial junto a sus mezquitas convertidas en iglesias; y que los bienes de aquellos se pudiesen aplicar al culto cristiano en las nuevas iglesias; reservado una parte para el sustento de los alfaquies convertidos; que les fuese dispensado, también, el impedimento de parentesco en los matrimonios consumados y en los concertados se consultase al Papa; que pudieran usar armas, y la igualdad, en cuanto a tributos,  con los cristianos viejos; que se les autorizara para cambiar de domicilio y, finalmente, que conservasen como universidades independientes las morerias de realengo de Valencia, Játiva, Alcira, Castellón de la Plana y otras.

Entre estas capitulaciones y la orden de expulsión dada por el Emperador, vemos que media un abismo. No existen documentos que aclaren o revelen las causas de un pacto tan autonómico y tan radicalmente opuesto a toda la política que, con ellos, se había observado durante tres siglos. No obstante,  se puede presumir que, tampoco, esta coyuntura, dejaría de faltar a los moriscos la decidida protección d sus señores, apoyo que seguirían dispensándoles hasta el final.

En 22 de septiembre de 1545 se dictó en Valencia una real pragmática revocando esta concordia de 1528, por lo que, nuevamente, quedó instaurada la política de terror ante la dureza y obstinación de los moriscos, que hizo inútil la designación de Fray Bartolomé de los Angeles para catequizar a los mismos.

Vacante la sede valentina por traslado a Lieja del anterior Arzobispo, don Jorge de Austria, fue nombrado, para ocuparla, Fray Tomás de Villanueva, tomando posesión de la misma en 22 de diciembre de 1544, y encontrándola en tan  lamentable estado que le hizo exclamar, en 1547, que “los nuevos convertidos continuaban tan morios como antes”. Incansable el Prelado limosnero, en la predicación de la fe cristiana a los moriscos y prodigando por doquier, abundantes pruebas de caridad, amor al prójimo y mansedumbre, sus buenos propósitos se estrellaron, una ves más, ante la protección que los nobles seguían ofreciendo a sus vasallos moriscos y de ello nos dan prueba elocuente las Cortes de Monzón, de 1552, y las constantes piraterías. Por todo ello, Carlos I, en 1551, procedió al desarme de estos, que tuvo lugar algunos años después, adelantando muy poco la conversión.

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