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Circulaba con mi familia por Valéncia, disfrutando del olor a pólvora y
flores, junto a las columnas de falleros que se organizaban para ofrecer sus
ramos a la Mare de Deu dels Desamparats, cuando una señora aparentemente
originaria de las orillas del Mar Negro, pasó ofreciendo agua, pipas 3 X 1
Euro, y otros productos varios que portaba en una mochila. La cosa me resultó
simpática, a los falleros seguramente muy práctica y, a la policía municipal
que rondaba por toda la zona indiferente.
Pasado el
primer momento, me vinieron a la cabeza las medidas de ajuste del señor
Zapatero, advirtiendo de incrementos de impuestos, y de mayor control a los
empresarios, esos malvados delincuentes defraudadores que no pagan a
hacienda. Por otro de los lóbulos de mi pobre cabeza, circulaban las imágenes
de la policía municipal poniendo multas una tras otra a cierta distancia para
no ser vistos por el confiado conductor que espera en doble fila, las gruas
emboscadas esperando que incautos conductores dejen en algún lugar prohibido
el vehiculo y así, poder cargarlo en un visto y no visto, o el ya famoso
Smart con cámaras, conocido y temido como “multador automático”. Tras ese
flash, recordé las palabras de un pobre amigo que regenta un quiosco donde
vende prensa y chucherías, que me contaba como le había funcionado el negocio
este año, y como la bajada de ventas en botellas de agua, pipas, refrescos y
demás, había sido en algunos productos del 99’5% con respecto al año
anterior, (curiosamente los mismos productos que vendía libre de impuestos la
señora del este de Europa).
La
simpatía, dejó paso a la perplejidad y esta a la indignación. Evidentemente,
a todos nos gusta comprar las pipas a 33’3 céntimos en lugar de a un euro, o
el agua a 0‘5 en lugar de a 1’2 euros, pero no debemos olvidar que el señor
que impasible está haciendo jornadas en muchos casos de 16 horas, debe hacer
frente a la contribución, licencias varias municipales, licencias fiscales,
IRPF, IVA, luz, agua, Seguridad Social y, un largo etcétera que termina consiguiendo,
que esté trabajando 11 horas al día para pagar impuestos, y 5, para él mismo
y su familia. Mientras que la simpática ciudadana, que callejea y se mezcla
con su mochila cargada de suministros entre los falleros, cantando "la
manta al coll" con acento eslavo, como si de una más se tratara, no paga
ni un solo euro en impuestos, hace competencia desleal al señor del quiosco,
colabora en la destrucción del tejido empresarial español, en la destrucción
de puestos de trabajo y en el incremento del paro. Además goza de una especie
de impunidad policial, ya que parar a uno de estos individuos, supone muchos
trámites, muchos papeleos, en la mayoría de los casos ningún ingreso, pues
son insolventes y, si se descuida el policía, posiblemente alguna falsa denuncia
por malos tratos. Viva la legislación y nuestros políticos.
La imagen
de mi amigo, impávido, desmoralizado, machacado a impuestos y multas de todo
tipo, y asustado pensando en la próxima vez que aparecerá el señor del carné
dispuesto a ganarse su sueldo metiendo el cupo de multas del mes, o el
policía de Rita, que ha visto un cartel de helados unos centímetros fuera del
lugar permitido (acto denunciable), y que además no es insolvente, pues tiene
un coche viejo de 15 años, y una casa con sus correspondientes 30 años de
hipoteca pendientes de pago, me recorre la mente. Allí está, pasando frío,
organizando en fardos las devoluciones de varios centenares de diarios y
revistas que no ha vendido, solamente ha despachado 3 este día, frente a
varios centenares de años anteriores.
Curiosa
sociedad la nuestra, al pobre pequeño empresario que paga sus impuestos como
puede, se le coacciona con más presión fiscal, policial y judicial, y
amenazas pecuniarias si omite algún pago o comete alguna infracción leve, se
le criminaliza caricaturizándolo. Mientras, los jueces declaran que vender en
el “top manta” no es ilegal por no estar regulado, o un ejercito de señoras
de acento extranjero se hinchan a vender todo tipo de productos descontando
el importe de los impuestos para hacerlos más atractivos, ya que no piensan
pagarlos en fiestas, playas y otras aglomeraciones. Para colmo, la policía
denuncia al sufrido comerciante y mira en dirección contraria cuando ve a lo
lejos un “vendedor alternativo”.
Que
simpática la señora de orillas del Mar Negro, que barato vende. ¡¡ Que caro
lo pagaremos, y nos los harán pagar nuestros políticos!!!
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sábado, 11 de agosto de 2012
LOS VENDEDORES AMBULANTES, MI AMIGO EL QUIOSQUERO Y LA PRESIÓN FISCO-POLICIAL
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