Autor: José Vicente Gómez Bayarri
Extraído de Internet
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Llevamos
algún tiempo en que los medios de comunicación inciden sobre la política de
inmigración ilegal que lleva el Gobierno actual y que está soportando nuestro
país y concretamente la Comunidad Valenciana. Las declaraciones del
presidente del Gobierno español, Rodríguez Zapatero, han tenido la respuesta
del ministro francés, Nicolás Sarkozy, en su reciente viaje a España. De sus
afirmaciones se deduce que no existe una política común en el marco de la
Unión Europea para resolver el problema que genera esta corriente migratoria
de personas indocumentadas, muchas de ellas albergadas de forma masificada en
centros de acogida en diversas comunidades autónomas.
Se habla de “papeles para
todos”, de “solidaridad” y de “repatriación”; sin embargo, no se ponen de
acuerdo en tomar medidas adecuadas que regulen el flujo migratorio. El
político galo reclamó del presidente español la misma solidaridad en esta
cuestión que la que Francia ofrece en la lucha contra el terrorismo etarra.
Hace unos meses afirmó que era un error la regulación de inmigrantes que
impulsó el Gobierno español porque ha generado un “efecto llamada”.
Retrotrayéndonos en el tiempo,
el humanista valenciano Juan Luis Vives (1492-1540) en su tratado De
subvencione pauperum –Del socorro de los pobres– ya abordó tangencialmente
este problema al tratar de la pobreza, la indigencia y la inmigración.
Para nuestro universal
filósofo, la beneficencia pública es también una función de salubridad
social. Preconiza que intervenga la autoridad para contribuir a resolver los
problemas. Es partidario de que los gobernantes de la “res-publica” pongan
remedio para que las enfermedades ni prosperen, ni dañen, ni trasciendan.
Asevera que incumbe al poder público practicar y regular la beneficencia,
combatiendo los abusos que se practican. El Estado, autoridad pública, debe
procurar por todo el complejo social.
La pobreza, la enfermedad, la
miseria y la inmigración no es cosa que puede ser descuidada por los
administradores de la cosa pública, responsabilizándolos, en ocasiones, de no
dictar oportunamente las disposiciones adecuadas para el bien gobierno del
pueblo y exclamó: “¡Cuánto menos necesaria sería la penalidad, si la
previsión hubiera sido otra!”
Vives propone remedios
prácticos para acabar con la plaga de pobreza. Sostiene que el Estado y los
municipios deben intervenir activamente: “Sepan los regidores que los
problemas de esta índole son de su incumbencia” y “nada hay tan libre en su
república que no esté sujeto al conocimiento de los que gobiernan”.
También atribuye a la autoridad
pública la obligación de velar para que no haya ociosos y procurar trabajo a
los ciudadanos según su condición y aptitudes. Medidas que sería conveniente
que llevaran a la práctica nuestros gobernantes en el momento actual.
Igualmente diferencia entre los
“perseguidos por la guerra” y los “inmigrantes”. Respecto a los primeros, se
muestra partidario de que sea la propia nación o ciudad la que acoja a los
desplazados de sus lares; en cuanto a los segundos, propone que deben volver
al punto de origen, pues manifiesta que a cada ciudad y por extensión al
Estado incumbe el deber de atender a los suyos.
Nuestro humanista se preocupó
ya en el siglo XVI por la educación infantil, reclamando para los niños el
socorro material que necesitasen, buena instrucción, sobriedad, buenas
letras, piedad y juicio recto.
Juan Luis Vives, en el último
capítulo de su tratado, titulado De subventione rerum , constata las ventajas
que se derivarían de la aplicación de estos consejos o medidas: un gran honor
a la ciudad, reducción de robos, maldades, latrocinios, delitos y crímenes,
mayor quietud y concordia pública, sentido humano y mayor dignidad de vida,
amén de una conciencia pública con mayor libertad.
Nuestro autor con sus
exhortaciones pretendía que las autoridades tomaran conciencia de la magnitud
del problema. Su intención, con la denuncia pública, era que “salieran de la
miseria”, a fin de que sean reputados como hombres. Entendía que “no
solamente son pobres los que carecen de dinero, sino cualquiera que está
privado de salud, o carece de ingenio y juicio”. La función del Estado es
prevenir y velar porque el número de ciudadanos que padecen estas vicisitudes
sea el menor posible.
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domingo, 19 de agosto de 2012
LA INMIGRACION Y EL SOCORRO A LOS POBRES
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