Autor: Pepe Guillen Milla
Valencia, 19 de noviembre del 2009
A estas alturas de la democracia en España ya no nos extrañamos absolutamente de nada ni de algo en lo que puedan intervenir los políticos.
El espectáculo está servido, es decir, empezó a servirse en los momentos en que hubo de realizarse un cambio de régimen político en España, en la mitad del siglo pasado.
En lo que respecta a la Comunidad Valenciana, los enjuagues de los parlamentarios fueron frecuentes y, aunque sobre el papel los intereses de todos los bandos en lid estaban contrapuestos, lo bien cierto en que todos se pusieron de acuerdo a la hora de pergeñar un estatuto para nuestra peautonomía, en el que no se reconociesen las señas de identidad del Pueblo Valenciano, a cambio de introducirnos como ciudadanos de tercera o cuarta categoría dentro del estrafalario proyecto de los países catalanes.
Si entonces el espectáculo estuvo servido ¿Qué podemos decir del espectáculo al que en la actualidad estamos asistiendo?
Las garantías históricas que se consiguieron con el estatuto de autonomía, fueron tergiversadas por el dictamen de los decretos leyes que se formularon y, lo que es peor, por los reglamentos que cada institución política puso en marcha para la aplicación, tanto del estatuto como de los dichos decretos leyes.
Ello trajo malas consecuencias para nuestro pueblo. Los habitantes de esta Comunidad hemos sido, somos, relegados a un nivel tan bajo en el que sólo contamos para depositar nuestro voto en las urnas cada cuatro años. Mientras tanto, en este ínterin de tiempo, los políticos organizan a su conveniencia la administración institucional y, generalmente, sólo aplican sus atenciones al pueblo cuando se acerca la fecha de las elecciones tanto municipales, como autonómicas como generales.
Entonces se desviven para ofrecer una imagen de dedicación a la solución de los problemas habidos y por haber en el ámbito de la Comunidad. Entonces los ciudadanos somos para ellos los protagonistas, unos protagonistas que nos convertimos en los “convidados de piedra” cuando se publican los resultados de las urnas. Después sigue el espectáculo.
La ley electoral que tenemos vigente en España está totalmente orientada para beneficiar a los partidos políticos que cuentan con más votos. No es de recibo que el voto de una persona valga más en un sitio que en otro. Si nos remitimos a la frase “un hombre un voto”, ello no se aplica en la ley de Hont.
Por ello, si los vividores de la política se comportan con sus votantes de la manera que venimos padeciendo, es lícito aconsejar el voto en blanco, al menos les diremos que no estamos conformes con la actuación de ninguna de las opciones “democráticas” que se presentan a las elecciones. Que sigan con el espectáculo que ofrecen, pero, al menos, no con mi voto.
Valencia, 19 de noviembre del 2009
A estas alturas de la democracia en España ya no nos extrañamos absolutamente de nada ni de algo en lo que puedan intervenir los políticos.
El espectáculo está servido, es decir, empezó a servirse en los momentos en que hubo de realizarse un cambio de régimen político en España, en la mitad del siglo pasado.
En lo que respecta a la Comunidad Valenciana, los enjuagues de los parlamentarios fueron frecuentes y, aunque sobre el papel los intereses de todos los bandos en lid estaban contrapuestos, lo bien cierto en que todos se pusieron de acuerdo a la hora de pergeñar un estatuto para nuestra peautonomía, en el que no se reconociesen las señas de identidad del Pueblo Valenciano, a cambio de introducirnos como ciudadanos de tercera o cuarta categoría dentro del estrafalario proyecto de los países catalanes.
Si entonces el espectáculo estuvo servido ¿Qué podemos decir del espectáculo al que en la actualidad estamos asistiendo?
Las garantías históricas que se consiguieron con el estatuto de autonomía, fueron tergiversadas por el dictamen de los decretos leyes que se formularon y, lo que es peor, por los reglamentos que cada institución política puso en marcha para la aplicación, tanto del estatuto como de los dichos decretos leyes.
Ello trajo malas consecuencias para nuestro pueblo. Los habitantes de esta Comunidad hemos sido, somos, relegados a un nivel tan bajo en el que sólo contamos para depositar nuestro voto en las urnas cada cuatro años. Mientras tanto, en este ínterin de tiempo, los políticos organizan a su conveniencia la administración institucional y, generalmente, sólo aplican sus atenciones al pueblo cuando se acerca la fecha de las elecciones tanto municipales, como autonómicas como generales.
Entonces se desviven para ofrecer una imagen de dedicación a la solución de los problemas habidos y por haber en el ámbito de la Comunidad. Entonces los ciudadanos somos para ellos los protagonistas, unos protagonistas que nos convertimos en los “convidados de piedra” cuando se publican los resultados de las urnas. Después sigue el espectáculo.
La ley electoral que tenemos vigente en España está totalmente orientada para beneficiar a los partidos políticos que cuentan con más votos. No es de recibo que el voto de una persona valga más en un sitio que en otro. Si nos remitimos a la frase “un hombre un voto”, ello no se aplica en la ley de Hont.
Por ello, si los vividores de la política se comportan con sus votantes de la manera que venimos padeciendo, es lícito aconsejar el voto en blanco, al menos les diremos que no estamos conformes con la actuación de ninguna de las opciones “democráticas” que se presentan a las elecciones. Que sigan con el espectáculo que ofrecen, pero, al menos, no con mi voto.
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