Por: Ricardo
de la Cierva
Los
valencianistas no fueron insensibles a los primeros amagos del pancatalanismo,
que casi desde sus comienzos tramaba la falsa reconquista cultural, con
horizonte político, de Valencia, sobre la base de una falacia inicial: ahogar el
nombre, histórico y real, de reino, para sustituirlo por el ambiguo e inventado
de País, el País Valenciano, que pudiera integrarse en su momento en otra
falacia: los Paisos Catalans, o Cataluña Gran, un proyecto antihistórico y
netamente separatista que, como muchos olvidan, está hoy expresamente vetado
por la Constitución española de 1978 al prohibir tajantemente la federación
entre comunidades autónomas, excepto la absurda posibilidad de que el País
Vasco anexione a Navarra a través de una serie coactiva de consultas populares
periódicas; se trata seguramente de la concesión más burda y opresiva de
nuestra Constitución actual al sentimiento de las minorías separatistas. Pero
en 1915 se funda el Centro de Cultura Valenciana, antecesor de la actual
Academia, que desde el primer momento se opuso al pancatalanismo rampante. Ya
en 1909, Bernat Ortin Benedito había publicado una gramática valenciana, y en
1915 el notabilísimo filólogo e historiador de la lengua, el padre Luis
Fullana, editaba otra que se impuso por su irreprochable fundamento. En 1921
los valencianistas publicaron un diccionario acorde con esta gramática. En 1926
la Real Academia Española, que en esta época mantenía muy clara la visión sobre
el valenciano designaba académico de número al padre Luis Fullana como máximo
experto en lengua valenciana.
En 1932 los valencianistas caen en una bien
preparada trampa de los pancatalanistas. E1 Institut d'Estudis Catalans
convoca a los valencianos a una reunión, que se celebra en Castellón, para
discutir y aprobar la unidad ortográfica del valenciano y el catalán según
patrones catalanistas. La reunión fracasó, pero se firmó un documento de
acuerdo, tras recabar firmas casa por casa, de forma aislada y coaptiva. Fullana,
a quien se había reservado el primer lugar para la firma, firmó el último, pero
volvió de su error v
reeditó su gramática en 1932 y 1933. Por
entonces Jose María Bayarri advirtió sobre el peligro catalán y luego publicó una gramática valencianista. «Durante
los cincuenta años que nos separan del acuerdo transaccional -dice Cremades-,
una de las partes ha trabajado afanosa y tenazmente, con abundancia de medios
económicos y propagandísticos, en lograr artificialmente la total fabrización
del valenciano, por métodos poco
legítimos que hemos tratado de poner en evidencia: interpretaciones
inadecuadas de los hechos, contenidos y nomenclaturas; sistemas modernos
manipulados; cambios morfológicos y terminológicos; omisiones y adiciones no concordes con los textos
originales.» En 1933 el Ayuntamiento de Valencia publica unas normas de
ortografía valenciana y el maestro Carles Salvador, que había sido promotor de
la primera fase de la campaña pancatalanista, publica su Diccionario v ortografia; valenciana, que le acarreará duras
críticas de los fabristas puros, tras haberle colmado de elogios; y es que lo
quieren todo, y sólo alaban lo que les conviene. También aquel año 1933
publica la primera edición de su famoso libro La llengua dels valencians, quien sería desde entonces hasta su
muerte, ya en nuestros días, apoyo interior principal del pancatalanismo en
Valencia: Manuel Sanchís Guarner.
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