JOAN IGNACI CULLA/
LAS PROVI CIAS
13 de març de 2006N
Hablábamos estos días de la exposición que se celebra en
el Museo del Carmen de la ciudad de Valencia, sobre la Corona de Aragón. Los
visitantes que la hayan contemplado habrán observado el orden cronológico de
los reyes que a lo largo de los años conformaron la dinastía de Aragón.
La unión real de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla propició el nacimiento de lo que conocemos como España . En ese nuevo ente que nacía, el Reino de Valencia tuvo un papel esencial en cuanto a lealtad, aunque luego esta no fuese recíproca. De hecho, el rey Fernando solicitó una cantidad importantísima de capital al Consell de Valencia previa obtención, como garantía (primos pero no tontos), del empeño de joyas de la reina. Como los problemas económicos de esa corte no tenían fin, una vez más y pese a que la leyenda castellana nos hizo casi dudar (lo del poder mediático centralista en poco ha cambiado a lo largo de la historia) de que la reina Isabel empeñó sus alhajas para sufragar el proyecto de la búsqueda de nuevos mundos (la verdad es que se recurrió, a través del rey, a un prestigioso banquero valenciano, Luis de Santángel, para facilitarle el dinero que necesitaba). Poco tiempo después, la Inquisición le agradeció ese gesto a nuestro paisano asesinando a toda su familia judía conversa.
Empezaba la nueva realidad. Y desde luego, una realidad que no pasaba por los territorios de la Corona de Aragón y sí por los de Castilla. Como demostración de lo anterior, los reyes que sucedieron a Isabel y Fernando hicieron tabla rasa con todos los soberanos de los reinos peninsulares, y sólo los monarcas castellanos se consideraron sucesores cronológicos de los reyes de España. ¿No hubiese sido más justo, puesto que se inauguraba uno nuevo, puestos a cambiar, prescindir del orden cronológico no sólo de los reyes de Aragón, sino también de los de Castilla?
Si hubiese sido así, y sin contar el actual rey Juan Carlos, ya que no se ha dado otro monarca con igual nombre, su abuelo no sería Alfonso XIII, sino Alfonso II. Pero, ¿y si nace un Jaime? ¿Serán capaces de ponerle I, con lo que anularía a nuestro prestigioso Jaime I, por ser de la Corona de Aragón?
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