Por: Ricardo de la Cierva
Después
del desastre español en ultramar, el año 1898, el regionalismo que ya
proliferaba en Cataluña se había transformado profundamente en nacionalismo, y
los brotes nacionalistas anteriores -que habían surgido hacía décadas con un
fuerte componente cultural- evolucionaban, a su vez, hacia el autonomismo
radical, e incluso el separatismo. En 1907 el organizador y alma del
catalanismo, Enrique Prat de la Riba, creaba el Institut d'Estudis Catalans,
que pronto demostró una actitud expansiva, a la que venimos llamando pancatalanismo. Poco después, en 1911, Prat de la Riba instaura una tercera sección del
Institut, la filológica, cuyo objetivo es la normalización
de la lengua catalana. Esta palabra, que ha llegado a nuestros días
con tintes casi mágicos, significaba al principio la unificación v
modernización de la lengua de Cataluña, relativamente dispersa en varias
modalidades, entre las que destacan dos principales: el catalán de la costa u
oriental, hablado sobre todo en Barcelona, y el catalán interior u occidental,
utilizado en las comarcas y zonas interiores. Hoy día, conseguida esta
primera normalización, el término
ha adquirdo un significado más agresivo; que consiste no sólo en la
equiparación del catalán y el castellano en el principado -la tesis famosa del
bilingüismo-, sino, prácticamente en la primacía absoluta del catalán sobre el
castellano, aunque tal finalidad sea antihistórica, inconveniente para los
catalanes (a los que insensiblemente se les privaría de una lengua universal en
beneficio de otra respetabilísima pero particular) y en el fondo, aunque
aparentemente se _guarden las formas, anticonstitucional, porque de hecho se
arrincona y se expulsa al castellano. Se encargó al principio de esta normalización el filólogo mallorquín
mosén Alcover. De momento no se notaban desviaciones Culturales en el
valencianismo, cuyos postulados avanzaban en el pueblo; el 22 de mayo de 1909
se estrenaba, ante el rey Alfonso XIII, el maravilloso Himno a Valencia, con motivo
de la Exposición, pero con carácter perdurable. La música a del maestro Serrano
(nacido en Sueca, 1873) y autor de partituras tan inolvidables como La Dolorosa y Los de Aragón; la letra fue
escrita por el poeta valencianista (y luego comunista) Maximiliano Thous, y
aúna admirableme~nte el doble ideal del reino en su primer verso: Per a ofrenar noves glóries a Espanya. Pese a
ciertas críticas normales, el Himno a
Valencia ha calado definitivamente en pueblo. Carlos Recio le ha dedicado un
libro con gran poder de evocación.
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