Autor: Desconocido
No me sorprenden nada las reacciones al tema del
valenciano / catalán, ni los argumentos que se invocan. Digamos que ya he
pasado por esta discusión alguna otra vez, y sé perfectamente las teclas del piano
que se han de tocar para que de repente la parte catalana enmudezca o se
despida entre un rosario de insultos. Pero bueno, el asunto se ha puesto de
actualidad y por una vez hasta en el resto de España se han enterado de que existe un
problema (más que) lingüístico entre la Comunidad Valenciana y Cataluña, de
modo que comencemos de cero en favor de quienes no sepan absolutamente nada del
caso, o muy poco.
Es
habitual decir que las diferencias entre el valenciano y el catalán son más
o menos las mismas que p.ej. entre el español y el mexicano. Es un argumento
tan ingenioso como recurrente, ingenioso por su "plasticidad
fonética" y recurrente por simplón, pero en definitiva es más falso que un
euro de madera. La razón de su falsedad estriba en que tal comparanza omite el hecho capital
de que ese catalán y ese valenciano tan similares son lenguas en gran parte
artificiales, producto de normalizaciones forzosas. Ambas lenguas quieren
sujetarse a las "Normes de Castello" de 1932 para
fundirse en una sola: un valenciano
catalanizado o un —válgame el cielo, cuánta arrogancia— catalán
valencianizado. Lo interesante, lo productivo, sería comparar las lenguas
prenormalizadas, es decir, lo que hablaba el pueblo y escribían los eruditos antes de
que los políticos metieran su nariz en el pastel, o comparar las "Normes
de Castello" con las "Normes d'El Puig", pero eso, naturalmente,
nadie lo hace. Hacerlo implicaría romper el espejismo y admitir que Pompeu
Fabra manipuló, inventó y, casi a juego con su apellido, fabricó el
catalán que actualmente hablan por TV3 (el barcelonés) con el ánimo fijo en
desespañolizar el catalán (entiéndase ésto bien: muchas voces catalanas, sin
influencia española, eran muy similares a sus equivalentes españolas, habiendo
seguido una derivación similar del romance previo; pero Pompeu Fabra hurgó en
vocabularios antiquísimos o en poblachos perdidos con tal de encontrar un
arcaísmo que no se pareciera al término que usualmente se hacía servir en
catalán, y todo por desespañolizar el idioma hasta en las apariencias; de hecho,
cuando no podía recurría a galicismos y anglicismos; es bien conocido que la
sintaxis catalana y la castellana, a principios del s. XX, eran espantosamente
iguales, y la gente del L'Avenç procuró
disimular
tal coincidencia con toda clase de artificios, como p.ej. eliminar complementos
directos, omitir preposiciones y demás).
Antes
de ser el "gran reconstructor de nuestra nación" (la
catalana), como ha sido llamado frecuentemente, Pompeu Fabra reconocía,
sin embargo, que el valenciano moderno era otra cosa que el catalán. Fue
ponerse a reconstruir la nación y parió la
burra. Porque sí, introdujo cambios ortográficos (suprimió haches
intercaladas y finales, cambió la conjunción y por i,
suprimió el uso
de los grupos tg y tj en final de palabra, excomulgó el dígrafo africado ch en
beneficio de una fricativa x, adoptó las eles germinadas (l.l) como
sustituto de prácticamente todas las elles (ll),
prefirió amb a en, cambió en todos los sufijos -isar la s por tz, etc.);
porque sí, introdujo acentos gráficos nuevos (antiguamente ni el catalán ni el
valenciano se acentuaban); porque sí, hizo política con la lengua. No quería/n
normalizar una o dos lenguas sino construir "uns
països" que nunca han existido históricamente.
Por
lo que una normalización tiene de capricho político, todo ejercicio comparativo
de ambas lenguas, tanto gramático o sintáctico como lexicográfico, ha de beber
pues en fuentes anteriores. Y entonces los parecidos entre ellas, como por ensalmo, se
desvanecen. ¿Ejemplos? Baste considerar que incluso tras la normalización el
principal verbo de un idioma (el verbo ser) se
conjuga y pronuncia de modo diferente en valenciano que en catalán, o que uno
usa el verbo estar para significar "estar" (ya estic
aci) y el otro, en cambio, el verbo ser para
significar también "estar" (ja soc
aquí); que los números se escriben y pronuncian de modo diverso
(dos /
dues, huit / vuit, deneu / dinou, millo / milio); que
los pronombres no son iguales (mosatros, vosatros / nosaltres, vosaltres); que
los artículos son distintos (este / aquest, eixe / [sin equivalente]); que
muchas preposiciones no se parecen (en / amb,
en / a); etc. Y eso por no entrar en el léxico, donde las
discrepancias son literalmente miles. ¿De qué modo eliminar tantas evidencias
secesionistas? Pues naturalmente añadiéndolas al "Gran Diccionario de la
Lengua Catalana". Que es como si al diccionario de castellano añadiéramos
todas las voces latinas: ¿quién podría entonces negar que el latín y el
castellano son una y la misma lengua? ¿Qué, parece forzado el ejemplo? ¿Huy,
joder, cómo exageras? Quien así lo piense ignora que cuando España era tan
imperialista respecto del mundo como hoy es Cataluña respecto de la Comunidad
Valenciana (y las Baleares), gramáticos hubo que hacían descender el latín del
castellano. Luis de la Cueva, Diálogos de las cosas notables y lengua
española (Sevilla, 1603):
"Los
latinos tomaron letras de los de España, y todas las palabras que son comunes a
españoles y latinos, es más probable los latinos haberlas tomado de
España".
Yendo
a la Historia prepompeyana, ay caray, se descubre un fenómeno lingüístico
curioso: resulta que hasta la "Renaixença" (el Renacimiento catalán,
mediados del s. XIX, movimiento tanto político como literario), a nadie se le
había ocurrido que el catalán y el valenciano (y también el mallorquín) fueran la misma
lengua. Qué va. Ningún científico había descubierto algo que
"ahora" —o para ser más exactos, desde la invención del esoterismo Països
Catalans por
parte de la Renaixença— es tan evidente. Por el contrario, el consenso
científico durante siglos había sido que las tres lenguas mencionadas procedían
de una anterior, el llemosí, una especie de romance derivado a su vez del
latín. El consenso científico prenormalización era también que catalán y
valenciano eran lenguas distintas. Esta afirmación no era propia de mindundis
iletrados o asquerosos fachas españoleros, no. La sostuvieron insignes
lexicógrafos como Cabanilles o Covarrubias (que vivió tanto en Barcelona como en
Valencia); escritores como Cervantes; reyes como Felipe II, que disponía de un
traductor de lengua valenciana (el marqués de Denia) para los documentos
oficiales. Y un sinfín de nombres más, todos anteriores a la Renaixença, o sea,
anterior a la política nacionalista catalana y pancatalanista inspirada por la
unificación de Italia y el pangermanismo alemán (enamorados del Reich hasta el
punto de considerar que los catalanes eran arios... (sic) [L´Avenç, abril
1893, p.ej., y bastantes ejemplos más]).
Pero
ahí, en la Historia, es donde duele: que el valenciano sea, ejem, un dialecto del
catalán y que haya conocido un Siglo de Oro (Joanot Martorell, Ausias March)
anterior en varios centenares de años al de su madre; que sea
su dialecto y que haya producido la primera biblia vernacular en
España; que sea su dialecto y que el nombre esté atestiguado siglo y pico antes que el
de su mamá (1362); que sea su dialecto y fuera
hablado por Papas (Alejandro VI: Borja, de Gandía, más conocido por el
italianizado Borgia) que recurrían a intérpretes para entender documentos
catalanes; que sea su dialecto y que la primera imprenta peninsular se ubicara en
Valencia, o la primera fábrica de papel en Játiva; que sea su dialecto y
conociera la edición del primer diccionario bilingüe impreso de una lengua
románica (Liber elegantiarum, escrit en latina et valentiana lingua,
1489); que sea su dialecto y no queramos ser parte de su imperio ficticio. O todo
dolerá, sencillamente, porque el Reino de Valencia existió bastante antes que
cualquier idea nebulosa de una unidad política catalana com cal.
Me dejo mucha pólvora, antiquísima y modernísima.
Puede ser entretenido, si tienen ustedes la amabilidad de evitar improperios.
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