lunes, 4 de noviembre de 2013

CANCIONEROS CATALANES Y CHARNEGOS CASTELLANOS



Por Ricardo García Moya

Las Provincias 5 de Enero de 1995


EI fraile Ildefonso de Barcelona, en los años en que el genial Mozart componía "Don Giovanni" (plagiando al valenciano Martín Soler), se dedicaba a recopilar letras de canciones de cualquier origen y lengua peninsular. EI resultado se conserva en la Biblioteca de Cataluña y constituye el batiburrillo catalogado como "Manuscrito Ms 57. Libro de Canciones de fray Ildefonso de Barcelona, capuchino, año 1777".
Los textos -anotados con el respeto del coleccionista de rarezas, sin alteraciones lexicográficas- transmiten  la espontaneidad del lenguaje vivo. La mayoría, dada la procedencia del copista, son catalanes y, en algún caso, tópicos y típicos (Así: "la saineta que tindrian las butifarras ab substancia pussas angrexadas"). Otros, los menos, son castellanos ("La Ciudad de Valencia/tiene tal dicha/ que cuando amanece/ se hace de día"). Pero lo interesante está en el folio 91 , donde aparece diferenciada la lengua valenciana de fines del XVIII; período maldito, según los inmersores, por la castellanización.
Nadie niega la contaminación castellana, pero también es cierto que han utilizado este hecho como artimaña para eliminar ortografía y léxico contrario a la ortodoxia del Omnium Cultural barcelonés, suprimiendo las palabras creadas por el pueblo valenciano desde el siglo XVI al XX, salvo que coincidan con el catalán normalitzat. ¡Ah!, y si son anteriores, Ias rechazan por arcaicas.                     
Respecto a la jocosa letra valenciana del manuscrito Ms. 57, contiene frases como  éstas: ..que me achude la burra de Balam y també demane la del negret del Hospital, de la Lloncha el Engonari y de Sen Martí el Cavall"  (f.91 ). Nótese que al transcribir  textos catalanes, Ildefonso utiliza  la TX  vasco-catalana  (p.e.,la   canción del "gabatxo Pierre"); es decir, el capuchino respetaba la lengua  valenciana,  sin  mechar catalanismos: "Ya començe/ tinganme atenció que vá: En una terra del Reyne /que el saberla no es del cas / en lo creixent de la lluna/naixqué de pares honrats un chic..." (fol.91 ).
Hay que valorar que el léxico de las lenguas peninsulares -exceptuando  el  vasco- tuvieron históricamente unas trayectorias que asemejan cohetes borrachos entrecruzándose de uno a otro reino y condado. En su arbitrario derrotero  gozaron  de  prestigio efímero en portugués, valenciano y castellano (únicos idiomas que tuvieron Siglo de Oro en la península) y, entre brumas lingüísticas, algunas fueron abandonadas;  otras, que eran préstamo, variando el significado semántico y adoptando mutaciones ortográficas, adquirieron categoría de propias.
Políticamente,  un  culturicida podría normalizar las lenguas valenciana,  castellana  y  gallega; pues rara es la palabra no utilizada en los tres reinos, aunque no coetáneamente. Así, en el canto a la butifarra del Ms 57, el catalán "saineta" (sainet, en valenciano), significa bocado suculento; no obra teatral cómica como supondríamos ahora. Procedía del latín sagina "engorde" y, posteriormente, recorrió todas las lenguas de la piel de toro, incluido el antiguo  portugués  (sainete-sabor) . Es evidente que no existe la forma  perfecta  de  un  vocablo. Cada idioma, al transgredir etimológicamente los orígenes, da lugar a su  propia  personalidad lingüística.
Es  curioso,  pero  el  régimen, con  sus comisarios  inmersores, reintroduce  palabras castellanas arcaicas (que el catalán conserva) como valenciano. Es el caso de "caserna", palabra que ahora nos venden como "cultismo", cuando sólo es un arcaísmo del imperio español, procedente del argot de los ingenieros militares castellanos. Subsistía como topónimo en un pueblo valenciano, pero también en Cuenca.
Por sus idas y venidas semánticas y geográficas es paradigmática la voz "charnego". Según la Real Acadernia de la Lengua (última edición del DRAE, 1992), sólo  tendría  la  conocida  carga peyorativa hacia el castellano en Cataluña y sería de origen catalán.  Pero  la  Academia,  en  su amoroso trato a Gimferrer, Martí de Riquer y demás académicos catalanes, ha vuelto a decir medias verdades e, indirectamente, hipervalorar al catalán.
La palabra "charnego", cuyos antecedentes ya aparecen por Castilla en el siglo XIII, tuvo la versión portuguesa "charneco"; francesa, "charnaigre"; occitana, "charnego"; y, en valenciano antiguo, "charniego". En ninguna de ellas se hacía referencia burlesca al forastero, pues designaba a los grillos que cantan de noche y a los perros especializados en la caza nocturna; ejemplares valiosos por sus cualidades venatorias.
Los valencianos forales no asociaban el cánido charnego al insulto; prueba de ello es el que San Vicente Ferrer fue Ilamado lebrel celestial. Cuando en 1600  llega la reliquia de Sant Vicent a Valencia,  los  poetas  ensalzan  su  personalidad  y, en una quintilla del Dr. Bautista Ferrer, se alude metafóricamente al santo como "Charnego" (Tárrega, F.: Relación de las fiestas. Valencia 1600, p.35). De igual modo, en redondillas de Jusepe Pérez, leemos que: "EI gran Can es San Vicente, soys un perro muy perfecto"   (Relación,  pp.268,290). En consecuencia, fue en Cataluña donde "perro charnego" se transformó en "castellano charnego" o, más claramente: "perro castellano".
¡Ah!, y las fuerzas del eje avanzan. En libro prologado por la catalana Victoria Camps -elegida en 1993 senadora del PSOE  por  Barcelona  - afirma que nuestra valenciana "Sor Isabel de Villena escribió en catalán una Vita Christi" (Mujeres célebres. Madrid, 1994, p.457) ­¡Qué indignación sentirían los Villenas ante tal cúmulo de falsedades! Aún en 1656, Don Iván Francisco de Villena recordaba la "Vita Christi, que en Idioma Valenciano escribió Isabel de Villena; que en la prosapia de los Villenas, hasta las mujeres son sabias"   (Villena,  I.:  Cenotafio del Dr. Melchor Villena. Valencia, 1656, ff. 3.7). Sin comentarios

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