martes, 25 de septiembre de 2018

VERSOS A MACIANA


Ricardo García Moya
Diario de Valencia 30 de abril de 2001

Divulgar la existencia de una obra de fray Francisco Mulet y, por tanto, enriquecer la biblio­grafía de la lengua valenciana del Barroco, merece deteni­miento. La “Questió moral” fue motivada por el despecho de Mulet, estudiante de teología, hacia la monja Maciana por cierta denuncia escatológica. La crudeza expresiva del poema responde a la libertad de un am­biente variopinto. Aparte de los religiosos valencianos esparci­dos por el mundo (en 1645, con espada al cinto, fray Angel de Valencia evangelizaba las ribe­ras del congoleño Zaire), en el Reino vivían eclesiásticos entre­gados al ascetismo riguroso; otros, más pragmáticos, se dedi­caban al sibaritismo o a invocar inquietantes seres para locali­zar monedas en alquerías aban­donados por los moriscos. Cien­cia y fantasía compartían el pensamiento del intelectual ba­rroco, de ahí que se extendiera la creencia de que la valenciana era una de las 72 lenguas pos­babélicas, hipótesis que cada reino europeo defendía para su idioma con argumentos tan eru­ditos como disparatados. Mien­tras Kempe afirmaba en 1688 que Adán hablaba danés en el Paraíso (Die Sprachen des Para­dises, 1688), nuestro Vicent Marés señalaba a Chelva como el lugar donde estuvo el Paraíso adánico, aunque fue más racio­nal en el tema del idioma al de­fender la poligénesis del mismo: «el valenciano contiene pala­bras hebreas, griegas y lati­nas...y vocablos de la catalana y arábiga”(La Fénix, 1688).
La adolescencia de Mulet coincidió con la llegada al Rei­no de criptojudios portugueses, factor que hizo rebrotar el inte­rés hacia enigmas cuya llave de acceso era el cabalismo hebreo y la manipulación de textos sa­grados. El valor numérico de las palabras, los acrósticos y el ta­murá o anagrama (permutación de letras) atraía a religiosos co­mo Sánchez del Castellar, exa­minador sinodial de Orihuela, que en su “Triángulo de perfec­ciones” especulaba con las aleph, yod, num, sin, chet, etc. Curiosamente, quien imprimió la obra fue el impresor de la In­quisición en Valencia.
Alejados de toda preocupación espiritual, estos jocosos versos a Maciana son, probablemente, los únicos autógrafos del domi­nico. El manuscrito fue acabado hacia 1645, y es inédito en el sentido de que sólo se publica­ron 50 versos (Puig Torralva, 1883) de los 798 del romance. Las instituciones (si no me equi­voco), todavía no han editado una versión catalanizada de los 798 versos que Mulet compuso en el convento de predicadores de Oriola; ciudad conventual y relajada, como demuestra la anécdota de fray Juan Gregorio; el cual, hallándose sin tabaco, una monja del monasterio de San Sebastián de Orihuela le “alargó su caxa de tabaco que tenía llena” (Vida del V Juan Gregorio, p.50). El padre Hurta­do, en el mismo año 1645, era contrario a que “ninguna perso­na tomase tabaco en polvo, hoja o en humo dentro de las igle­sias(...) o los sacerdotes que se ponen en el Altar a fumar taba­co. ¡Qué limpieza puede tener el que se ensucia con el tabaco, cuando está celebrando el más limpio sacrificio y manejando los más puros vasos” (Chocolate y tabaco, 1645, f.132.). En este mare mágnum de místicos, fu-madores y cabalistas surgieron los versos a Maciana.
La preferencia del idioma valenciano y no el latín -usado por Mulet en obras teológicas destinadas a la difusión por el Imperio- confirma que era el habitual en su círculo oriolano. Compone versos para sí mismo y para que los jóvenes herma­nos de religión gocen de la iro­nía oculta en metáforas misógi­nas y frases de doble lectura. La lengua valenciana poseía en 1645 recursos léxicos y sintácti­cos para expresar conceptos fi­losóficos, textos científicos, prosa literaria y versos místicos o mundanos.
He hojeado el “Tesoro de las do, lenguas, española y france­sa, ¡ de Caesar Oudin. Intérpre­te del Rey de Francia”,obra útil en la ocupación de Cataluña por los franceses en la Guerra dels Segadors, coetánea de los versos a Maciana. Contiene vocablos de origen valenciano filtrados a otras lenguas y que fueron reco­gidos por el interprete del mo­narca francés: “albufera de Va­lence; lobarro...abondance a Va-lenco; albacora, a Valence, c’est una figue...; chulla, des costes de mouto..., c‘est un mot valencian”. Alguna de estas voces, co­mo “arballon. . .esgouter l‘eau d’ un estang, ou autre eau rete­nue”, figuran en el romance de Mulet con mínimas variables morfológicas: “un gosás albello­ner” (v.260). Calificando a “go­zas” o porrazo encontramos el despectivo albelloner derivado de albelló, vocablo que podría­mos llamar urbano, por ser en ciudades populosas donde se disponía de aigüeres , albellons, arbellons o sistema de alcanta­rillado. Del árabe “al-balla”, cloaca, la voz fue modificándose en el Reino hasta llegar a la moderna “arbelló”, empleándo­ se el derivado arbelloner con  idéntico valor semántico que  usaba Mulet en 1645: “com un  gos arbelloner” (Ovara, J.: L ‘a­ nima en un fil, 1881); “pelut de brasos, com gos arbelloner” (Millas,M.:Una agensia, 1874);  “arbelló: desaguadero, albañal”  (Gadea:Voc.val. 1909). La Ge­neralidad, ninot del lEC, prohí­be el vocablo.
Los versos a Maciana son un ejercicio de habilidad literaria  donde el estudiante Mulet bus­ca el sarcasmo cruel, basado en la fealdad de Maciana y la esca­ sa inteligencia que la inhabilita­ ría para fundar un convento en Mallorca. La descalificación, tema nuclear, se repite en cada es­trofa: “vella fonch ya quant naixqué / pues del ventre de sa mare / ya ixqué plena de rovell” (vv. 744, 746).
El erotismo o la crítica encu­bierta a la monarquía, presen­tes en la Infanta Telina, no fi­guran en esta composición sal­picada de silogismos escolásti­cos y de léxico, sintaxis, morfo­logía y latinismos tan similares a los del Tratat del pet que bas­tarían para identificar la misma autoría. Nacido en la frontera norte y estudiante en la fronte­ra sur, alejado de la capital del Reino, Mulet maneja el idioma valenciano que hallamos en otros escritores coetáneos como Orti, Mateu y Sanç o Iván Ba­llester. La lengua era vehículo de comunicación literaria, no de coacción política como en la actualidad, cuando el uso de un adverbio prohibido por el Insti­tut d’Estudis Catalana puede suponer el suspenso, la pérdida del puesto de trabajo o que la Generalitat no edite la obra. El dominico poseía conocimiento empírico del idioma, igual que Martorell o Timoneda; y ese idioma común al Reino era dis­tinto, como veremos, al castella­no y catalán.


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