lunes, 12 de junio de 2017

SE LES VA DE LAS MANOS. A TODOS


Autor: Mario Beltrán

Jugar con los sentimientos, con las señas de identidad de un pueblo resulta, además de irresponsable, peligroso. No dar la talla en la respuesta, en la defensa ante una agresión de esas características pasa factura y favorece posiciones oportunistas a la hora de sacar rentabilidad a un conflicto cuyo origen y causas responden claramente al terreno de lo político, pero acaban saltando esa barrera para penetrar en el terreno de los sentimientos, del agravio, del enfado y de las respuestas: en la calle con manifestaciones y con el derecho de todo ciudadano a ejercer su voto.


 Sin duda la responsabilidad inicial de un sin sentido como el negar la existencia del valenciano por las exigencias, por el chantaje de una formación minoritaria pero esencial para que Zapatero siga mandando (mal) en este país corresponde a Carod-Rovira y ERC. Pero queda solapada cuando el propio presidente del Gobierno acepta el chantaje y provoca una injusticia y un incumplimiento de las normas pactadas por todos en la Constitución y en el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana. Reabrir desde fuera un debate cerrado por los propios valencianos no puede tener más que un final aunque sea a la larga. Iniciado el conflicto era de esperar que éste se trasladara nuevamente al territorio valenciano, más cuando las posiciones adoptadas por las formaciones políticas con representación parlamentaria no han estado a la altura de las circunstancias. Empezando por EU que sigue defendiendo la unidad de la lengua y acusa de todos los males al PP al argumentar que el conflicto de la lengua solo es una cortina de humo para esconder los problemas internos de los populares. Si en las pasadas elecciones autonómicas casi no llegan al 5 por ciento, en las próximas yo no apostaría por su presencia en el Parlamento valenciano. Algo parecido ocurre entre los socialistas valencianos, cuyo líder está más empeñado en seguir dando "caña" al PP en cuestiones de "primer orden" como "el paro", los "barracones escolares"..., en vez de entrar en "debates ficticios y polémicas falsas", en referencia también al PP y la lengua. Y en cuanto al PP, que es quien tiene hoy la responsabilidad de gobernar en la Comunidad Valenciana, decir que en situaciones de la gravedad de la actual, ni se puede salir el segundo, ni se puede competir con un motor diesel. Hay que adelantarse con turbo y al máximo de revoluciones.
 
 No sé si en la manifestación del pasado sábado eran 50.000 como así lo afirmaron fuentes oficiales o 600.000 , según los organizadores. Quienes participaron saben muy bien que ninguna de las dos cifras es la real. Ni se puede ni se debe minimizar, ni exagerar, porque no sirve para nada. La realidad apunta a unas claras consecuencias: miles de valencianos se solidarizaron e hicieron suya la protesta organizada por Coalición Valenciana, porque era una protesta ciudadana contra la agresión real que sufre la Comunidad Valenciana, los valencianos hacia sus señas de identidad. Y ese llamamiento se había gestado mucho antes que el Manifiesto elaborado por la Fundación Profesor Manuel Broseta. Muy mal por los asesores. Teniendo en cuenta que esos 50.000 asistentes a la manifestación son un número suficiente para dar o quitar mayorías en Valencia, el tema es para reflexionar, quien deba hacerlo. Porque el panorama, la decepción y el enfado ya están llegando a la calle que no entiende eso de la Academia Valenciana de la Lengua y sus disputas internas con académicos que defienden el catalán y otros el valenciano; no entiende porqué no se llamó Academia de la Lengua Valenciana y ejerce de tal, en vez de ser un lugar en donde se cobra mucho y por muchos años; no entiende como un presidente del Gobierno se puede saltar a la torera por un puñado de votos el Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana y su formación en este territorio (el PSPV) no se le enfrenta, aunque reconozca que no les hacen mucho caso. Y como el melón de la discordia lo han abierto los políticos, han de ser éstos quienes deban cerrarlo antes de que se pudra. Y si todavía, unos y otros, no tienen claro cuál es el problema, se lo repetiremos: se trata de una exigencia de una formación política minoritaria que chantajea al presidente del Gobierno, a cambio de sus votos, para que otra comunidad autónoma, la valenciana, pierda sus más irrenunciables señas de identidad. Ni es un problema menor, ni un falso debate ni una cuestión lingüística y si esto no lo entienden es que se han alejado más de lo que creíamos de la realidad.

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