Por Ricardo García Moya
Las Provincias 17 de Marzo de 1994
Euskalerría, paraíso agridulce; embriaga la
mente y provoca sentimientos dionisíacos, casi satánicos, en algunos
vascos. Los expertos -desde Torquemada a Corcuera- jamás comprendieron el
hechizo e ignoraron el origen del mal; aunque un perspicaz jesuita, en 1649, ya
advirtió que Vasconia dependía de unos señores de Vizcaya descendientes "de una mujer que tenía pie de cabra"
(Nieremberg, I.: Curiosa filosofía. Alcalá, 1649, p. 97) y, ante la evidencia,
sentenciaba que "demonio fue".
Esto explicaría, quizá, el fenómeno ETA y la aparente malignidad de ciertos
políticos.
Lizondo, por tanto, tendría que ser cauto con estos
personajes y, por si las moscas, observar si Arzallus tiene extremidades
humanas o de cabra. En el primer caso podría coaligarse, siempre que no
hubieran sorpresas como la que tuve con Aramendi, un chovinista gastronómico
que -devorando chuletones en su caserío de Tolosa- reconoció que "la
ternera de aquí (Guipúzcoa) no vale nada; la buena es la gallega". EI vino
había sincerado su lengua, pero no hasta el punto de descubrir el pluriempleo
que desarrollaba. Pasado el tiempo, la policía encontró en su frigorífico
-además de la obligada txistorra y queso de Idiazábal- más de ocho millones
procedentes del secuestro de Suñer.
EI Pais Vasco ofrece más sorpresas que Disneylandia.
EI verano último, antes de degustar un txangurro en Hondarribia,
nos sorprendió en el Jaizkibel una ráfaga de ametralladora excesivamente
cercana. Era la Guardia Civil en prácticas de tiro que sugería, cetme en mano,
que abandonáramos el lugar. Hay que aclarar que el Jaizkibel, además de
escenario de competiciones ciclistas, es socorrido desembarcadero de etarras
venidos de la
cercana Francia.
Euskalerría
está ensombrecida por recuerdos de policías y etarras muertos, rara es
la familia que no tiene un nombre en la mortal lista. Y es que nos encontramos
en un vaivén de la historia, opuesto al de aquellos vizcaínos que contribuyeron
-también con sus vidas-a la formación de España.
La españolidad era un concepto defendido con pasión
en Vasconia. Incluso en 1803, el presbítero Astarloa pregonaba que el nombre de
España era vasco: "no hay derecho
para buscar la etimología de la voz España fuera de nuestra península. En
Vascuence esta voz, sin quitar ni poner letra alguna, significa el labio o
extremidad. La analogía es bellísima, pues la España es labio o extremidad del
mundo". (Astarloa, P.: Apología de la lengua vascongada,
Madrid 1803 pág . 135) .
Astarloa, políglota que conocía desde el idioma
alemán al tonquinés, insistía en pregonar el origen vasco del topónimo: "es casi evidente que la lengua vascongada
fue la primera que se habló en España. ¨Quién, en fin, puso a nuestro continente
aquel nombre de España?". Denominar a nuestra península
"continente" respondía a la peculiar idiosincrasia vasca de hiperbolizar lo
amado. También recogía que "la terminación Ola, nota de localidad,
nos hace ver que el paraje o lugar es redondo", de ahí que aparezca incluida la valenciana Oriola en libros de toponimia vasca.
La trabazón de vascos y casteIlanos fue tan intensa
que, aun en el siglo XVI, se hablaba vascuence en pueblos como el toledano
Orche: "familias de Vizcaya poblaron una villa en lo alto de aquel monte,
que en su lengua vascuenca (sic) Ilamaron Orche, y aún viven en aquellos
pueblos, cuyo hábito y lengua duró
hasta nuestros abuelos".
(Pérez M.: Theatro del Mundo. Granada 1606, f. 135) .
EI poder de Castilla se sustentó con barcos y
hombres de Vasconia. Cuando Felipe II se presenta en Inglaterra
para celebrar su boda con María Tudor, es custodiado por "naos
guipuzcoanas y vizcaynas" (Herrero, A.: Historia, Valladolid 1606). Los
vascos eran parte activa del poder expansionista castellano al estar integrados
voluntariamente en la estructura imperial, y no sólo como militares. El
tesorero de Isabel de Castilla, por ejemplo, era López Larrazaga de Oñate; aunque como ocurre ahora, la financiación de
proyectos como el viaje de Colón salió del Reino de Valencia.
Los vascos se enorgullecían de pertenecer a España.
Hoy sucede lo contrario: el kaskagorri Luis Camarero López (¡qué apellidos tan
vascos!) en las pasadas fiestas de Bilbao, golpeaba inmisericorde a un ertzaina
de Arzallus que defendía la presencia de la bandera española.
La situación es rocambolesca; hijos de burgaleses,
toledanos y albaceteños luchan junto a ETA y el catalanismo para desintegrar la
nación que sus antepasados formaron.
Tal como está la situación, con el discriminatorio pacto
político que saquea y destruye España en beneficio de Cataluña y altos
cargos del PSOE, ¿por qué rechazar una alianza entre valencianos de UV, vascos
del PNV, canarios de la CC, aragoneses del PAR, gallegos de CG y mallorquines
de UM?
Y la verdad es que el proyecto tiene gracia, pues
Lizondo y ArzaIlus, quizá sin proponérselo, están reconstruyendo España
con su Coalición Nacionalista al
unir regiones vampirizadas por la suicida política procatalana
del PSOE. Aunque hay que ser
prudentes, pues pudiera haber algún que otro "pie de cabra" camuflado
entre los firmantes.
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