Las Provincias
21 de Septiembre de 1994
Por Ricardo García Moya
De
regreso a tierras valencianas, y cuando esperaba tranquilidad tras un verano tenso -visitar la
biblioteca de Cataluña y otros centros relacionados con el pujolsocialismo
erosiona a cualquiera- me encuentro con la polémica sobre el pendón y, lo peor,
artículos que simplifican los datos basándose en comentarios pie de foto del
"Tratado de la Real Señera". En el libro, aparte de los asuntos
principales, esbozo varias hipótesis sobre esta enseña.
EI
llamado pendón de la Conquista, aunque su confección material fuera anterior de
1538, aparece en la historia en tal año gracias a la oratoria del fantasioso
Beuter. Ningún documento, durante tres
siglos, hace referencia a la enseña depositada (en teoría) por Jaime I en San
Vicent de la Roqueta. Jamás mereció una línea del año 1238 al 1538, y en ningún
acto festivo, religioso, áulico o militar consta su
presencia o que fuera objeto de
la mínima atención.
Las
reliquias dudosas hunden sus raíces en la cómoda "tradición", hasta
que alguna evidencia establece el tope cronológico máximo, y en este caso
-siendo indulgentes y sin faltar el respeto a nadie- bien pudiera establecerse
que el 9 de octubre de 1338 (en que se
conmemoró solemnemente el primer centenario de la Conquista), todavía no
existía el presunto pendón. Las crónicas describen cómo el pueblo valenciano y
sus máximas autoridades visitaron en procesión cívica las iglesias -incluida la
de San Vicent de la Roqueta- en plena exaltación de la figura de Jaime I, e
ignoraron totalmente la presencia del pendón, hecho inadmisible de haberse
encontrado allí la más valiosa reliquia donada por el conquistador a Valencia.
En consecuencia,
a partir de 1338 hay que entrar en el campo de la
especulación para aventurar su procedencia, hecho habitual en este tipo de
objetos, pues ¿quién sería capaz de escudriñar la procedencia de la
"auténtica bandera del caballero San Jorge Mártir", o del
"pedazo de esponja (sic) con que dieron hiel y vinagre a Cristo"?
Ambas reliquias "auténticas", como el pendón, también Ilegaron entre
los siglos XIV al XVI a los templos de Valencia.
Respetando
el tope cronológico de 1338, en el Tratado de la Real Señera sugiero varias
hipótesis, teniendo en cuenta que las iglesias
recibían banderas de todo tipo,
desde las contemporáneas de la guerra de la unión contra Pedro IV de Aragón
(p.e: en las cercanías de Bétera, el 19 de diciembre de 1347, las tropas del
Reino capturaron enseñas al ejército real), hasta las utilizadas en el mar,
como el estandarte de una galera de Lepanto que Miquel de Moncada donó al
convento del Remedio de Valencia.
Pero
las más numerosas, hasta el punto de que a fines del XVI cubrían los muros de
algunas iglesias, eran las confeccionadas para actos relacionados con la
monarquía, desde visitas reales a exequias.
Se confeccionaban hasta "300 senyals reyals", como en
las exequias de Juan I I (año 1478), a las que acompañaban otras banderas de
reinos y posesiones de la Corona de Aragón. Incluso cuando fue trasladado el
cadáver del rey de Mallorca -muerto en la batalla de Lluchmajor- , se encargó
una bandera real (no del reino de
Mallorca) que fue colocada sobre
"su cos den la seu de Valencia". EI "pagamente" de 1414
cita "la corda de canem e cadena on penja la dita bandera".
Y
no hay que olvidar que la propia Iglesia
utilizaba banderas barradas. Cuando el cismático Benedito XIII entra en
Valencia en 1414, es precedido por un "ganfanó" o bandera eclesial de
barras rojas y amarillas, idéntica a la que llevaba el vexilario papal en el
Concilio de Costanza, también en 1414. Pero los valencianos, no lo olvidemos,
ya teníamos la Real Señera coronada, como demuestran los pergaminos de París
fechados en 1410 y 1413.
Y
hay un hecho esclarecedor: toda la quincallería atribuida a Jairne I es, por lo menos, un siglo
posterior al mismo. EI famoso casco con
el monstruo (usurpado por la actual Generalidad Valenciana al soberano de la
Corona de Aragón), se remonta al reinado de Pedro el Ceremonioso, hacia 1350,
la venerada espada de don Jaime, que estuvo clavada durante siglos en el
artesonado de la Casa de la Ciudad, es del XV, y el tan divulgado
fotográficamente escudo del conquistador, no supera en antigüedad el año 1400.
La
fecha de origen del pendón debe encajar en estas centurias en que la fiebre por
poseer reliquias Ilegó a extremos disparatados. Lo que sería absurdo es
atribuir al "mestre en Sacra Theología Beuter" el encargo material
del pendón, bastante atarantado anduvo aquel año de 1538 con la feligresa
embarazada. EI canónigo sólo transformó, con su oratoria, una vulgar enseña de
las abundantes que cubrían los muros eclesiales en la señera de Jaime I.
Y
en aquel
9 de octubre de 1538, la única bandera que presidió todos los actos fue
la Real Señera coronada. Las
máximas autoridades -incluidos
Virrey, nobleza, diputados de la Generalidad y alto clero-, acompañaron
a la enseña que había salido verticalmente por la ventana de la Sala del
Archivo... no de San Vicent de la Roqueta.
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