Firmado: Ricardo Rodríguez Fernández
Magistrado, gallego, pero, fundamentalmente, español.
El 11 de febrero de 1873, en España, se produjo uno de
esos acontecimientos que, de vez en cuando, suponen un punto de inflexión en la
Historia de los pueblos.
Se vivían tiempos recios. Muy recios. Tiempos
de cambios e incertidumbres.
Y, para aquellos jóvenes que hayan
sido víctimas de la LOGSE, quiero aclarar que Franco no había nacido, ni
tampoco don Manuel Azaña, y que aún no había rojos ni azules, ni fascistas ni
antifascistas, ni milicianos ni falangistas. Y añado: todo lo que voy a contar
sucedió medio siglo ANTES de nuestra Guerra Civil.
1871 y 1872 fue un bienio de puro
disloque. Nunca, jamás, había estado tan dividida España como en esos dos
convulsos años. Nunca. Aunque, bien es verdad, ignoraban los pobrecitos
españoles lo que les aguardaba al año siguiente, en 1873. Ya saben: todo es
susceptible de empeorar.
En 1871 y 1872, el panorama
nacional era el siguiente:
1-Las provincias vascongadas
estaban en guerra con el resto del país. A cañonazos. Ya saben: los Fueros, los
Derechos y todas esas cositas.
2-Los catalanes pinchaban donde más
podía doler: también andaban díscolos, y compinchados con los vascongados en la
guerra de guerrillas.
3-Había una Constitución Española
desde 1869, una monarquía constitucional y un rey constitucional que se llamaba
don Amadeo de Saboya (por Dios, qué mala rima).
4-Aunque los monárquicos eran
mayoría en el Congreso de los Diputados (70% de los escaños), una ruidosa
minoría republicana (30% de los escaños) no cesaba de provocar algaradas por
todo el país. Querían abolir la Constitución, echar al rey, proclamar la
Primera República y que España fuese un Estado Plurinacional (ellos lo llamaban
federal o cantonal).
5-La cosa se puso absolutamente
insoportable en febrero de 1873. Jamás se habían dado cita en las Cortes
Españolas tantos inútiles juntos, tanto irresponsable por metro cuadrado. Don
Benito Pérez Galdós, que entonces era un joven columnista en un periódico
madrileño, decía esto sobre el Congreso de los Diputados: <<… las
sesiones de las Cortes me atraen; y, las más tardes, las paso en la tribuna de
la prensa entretenido con el espectáculo de indescriptible confusión que dan
los Padres de la Patria. El individualismo sin freno, el flujo y reflujo de
opiniones, desde las más sesudas a las más extravagantes, y la funesta
espontaneidad de tantos oradores, enloquecen al espectador e imposibilitan las
funciones históricas de la Cámara>>.
Como no podía ser de otra manera,
visto el desastre que se avecinaba, el rey don Amadeo de Saboya renunció a la
Corona española y se marchó del país. Tenía esa suerte: era italiano.
Y aquí transcribo las palabras
literales de la abdicación de don Amadeo. Fue la mañana del 11 de febrero de
1873 cuando las pronunció:
<<Españoles: dos años ha que
ciño la corona, y España vive en constante lucha, viéndose cada día más lejana
la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros
los enemigos en sus luchas, entonces yo, al frente de esos soldados tan
valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos. Pero todos los que
con la espada, con la pluma y con la palabra, agravan y perpetúan los males de
la nación son españoles. Todos invocan el dulce nombre de la patria. Todos se
pelean y se agitan por su bien; y, entre el fragor del combate, entra el
confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos políticos>>.
Cuatro horas después de la
abdicación del rey don Amadeo, se proclamaba la Primera República Española.
Cuatro semanas después, la anarquía se adueñaba del país. Y cuatro meses
después, España se fragmentaba en infinidad de Cantones: 39 provincias o
ciudades españolas, arrogándose un supuesto “derecho a decidir” o de
“autodeterminación”, se habían constituido en Estados, algunos con moneda y
ejército propios.
Y entonces llegó la locura final:
Cataluña expulsó al ejército gubernamental; Cartagena se apropió de los barcos
de la Marina Española, bombardeó con ellos Almería y Alicante y comenzó a
piratear en el Mediterráneo; Granada le declaró la guerra a Jaén; Cádiz, a
Jerez; Jumilla, a Murcia; etcétera, etcétera, etcétera… Todos contra todos.
Y esa es mi historia de hoy,
lector. ¿Te suena de algo? ¿No? Pues lee las declaraciones de don Miquel Iceta.
Son de anteayer.
Dice el ilustre político catalán
que en España hay 9 naciones. Nueve.
Él las ha contado y le salen 9.
Exactamente 9.
Bueno. No desesperen. Ya faltan
menos para 39.
Todo se andará.
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