MILOCHES Y CACHERULOS D´ABAECHO
Ricardo García Moya
Diario de Valencia 31
de Marzo de 2002
Más allá del horizonte de las playas de Benicarló,
Malvarrosa o Postiguet se hallan nuestras raíces culturales, no al norte. En
algunos lugares de Grecia, todavía los niños ortodoxos salen al campo y vuelan
cometas el Domingo de Pascua, estrellando huevos hervidos pintados de rojo en
la frente amiga. De los griegos, a través del latín, nos llegó al idioma
valenciano la voz "cometa"; presente en versos de Roig: “set planetes
ab set cometes” (Espill, 1460), y en prosa de Canals: “com la cometa apareix
en lo cel” ( Scipió, h.1395). Vocablo culto, aludía a los misteriosos cuerpos
celestes de cola luminosa, aunque los castellanos llamaron con igual nombre al
juguete volador de cañas y papel.
Los valencianos crearon los sustantivos “milocha” y
“cacherulo” para este artilugio que coloreaba el cielo del Reino en Pascua.
Podían ser simples “miloches paregudes a un triangul de paper”, o de compleja
estructura; otras, en forma “d’abaecho”, contrastaban con los hexagonales
“cacherulos" decorados sobre la tela o papel. Por cierto, la valencianización
morfológica del sustantivo “abadejo” -también castellano y de tardía
aparición-, se inicia en el XVII con la plasmación gráfica de la africada
sorda: “lo abadecho" (Porcar: Coses evengudes, 1623, f.408); “abadechos
com la esquena" (Coloqui de la mosa, h.1790); culminando en el XIX con la
característica supresión intervocálica: “abaecho” (Liern: Telémaco en
l’Albufera, 1868); “per la nit, abaecho” (Escalante: La senserrá del mercat,
1871); “ansisam de tomata y abaecho” (Millas: Els microbios, 1884). Este
proceso de creación de voces es el natural en todas las lenguas, aunque a
nuestros amos de Cataluña no les place su aplicación por los blandos indígenas
de su colonia sureña.
Las grafías “milotxa” y “catxerulo” han sido
introducidas por el fascismo catalanero. La primera vez que aparece el
sustantivo “milocha” es en idioma valenciano, aludiendo al “aquila oripelargus”
en la prosa renacentista de Palmireno (1524-1579), catedrático de la
Universidad de Valencia. Conocedor de lenguas clásicas y modernas, en sus
vocabularios ofrecía nombres en “latín, castellano, valenciano, francés o
lengua portuguesa”, aunque en los sustantivos de frutas, licores y simientes
se limitó a las lenguas de la Corona de Aragón: “castellano, valenciano,
aragonés o catalán”. Tras la publicación del Vocabulario en Valencia, se
reedite en Barcelona con la grafía correcta en las voces valencianas:
“carchofa, táperes, baladre, chufa, pechina...”, que incluía las ornitológicas:
saura (grajo), abellerol, milocha..,” (Palmireno: Voc. del Humanista. Barcelona,
1575). La silueta del ave se asoció al juguete volador, estando arraigada la
polisemia de “milocha” a fines, del XVI en el idioma valenciano, no en catalán.
En el manuscrito de Porcar leemos que el 26 de abril de 1606, desde el puente
de Serranos, se veía una “milocha ab la figura de S. Vicent” (Porcar: Coses.
1606 f.104). La cuerda se enganchó y el
juguete cayó al Turia. El mismo Porcar cuenta que el tercer día de Pascua de
1614, un niño que volaba otra “milocha” falleció al caer del terrado.
En el siglo de la ilustración se respetó la grafía
correcta: “una milocha, si els tironets no te apunt” (Bib. Nic. Primitiu. Ms.
419, h. 1790); y en el XIX, la voz aparece frecuentemente en el teatro popular:
“la milocha en poc fil” (Baldovi: Un fandanguet de Paiporta, 1855); “Peransa,
per mal nom la Milocha” (Lladró: La demaná de la novia, 1858); “a volar la
milocha” (Liern: La mona de Pasqua, 1862 ); “milocha” (Escalante: Matasiete,
1884); “una milocha” (Borrás: El estudi d’un pintor, 1886); "miloches” (Barber
y Ras: De Valencia al Grau 1889). En el diccionario de la RACV se mantiene
“milocha / miloches” con la ch clásica, mientras que los taranconitos de la
academia de Ascensión corrompen la voces con la grafía “tx”, tal como les
ordena el Institut d’Estudis Catalans.
A fines del XIX se observa un incremento en el uso de
“cacherulo”, sin que por ello desaparezca la “milocha” renacentista: “cacherulo”
(Millá: Retratos al viu. 1884) “cacheruler: el que hace cometas” (Escrig
1887); “a boqueta nit el cache-rulo” (Llombart: Festes de la terra del
che,1878); “damunt d’un cacherulo” (Thous: De Carcaixent y dolses. 1896); “son
els cacherulos” (Meliá: Com els cacherulos, Valencia 1924). El sainetista
Escalante, hacia 1870 y en los versos de La mona de Pasqua, usa los dos
sustantivos: “miloches blanques / y vistosos cacherulos”. En 1911, el Círculo
de Bellas Artes convocaba un concurso de “mones y cacherulos”. La exposición se
inauguró el “pasquero” 16 de abril, ganando el primer premio “El bufat de tres
cacherulos”. Existe, por tanto, una tradición en la ortografía valenciana
respecto el uso de la palatal africada sorda “ch” en estas voces. Curiosamente,
el humanista Palmireno ofrecía los nombres de “milocha” y “abellerol”, siendo
esta la primera documentación del abejaruco en valenciano, voz que
llegaría a Cataluña con la edición
del citado Vocabulario y, también, con la del Thesaurus que Pou compuso en
Valencia y que posteriormente reeditaría en Barcelona. Al ser un diccionario
trilingüe, el catalán Pou ofrecía la valenciana, la latina y la catalana
“bayarola", hoy sustituida por la primera.
Sin llegar al lirismo
de Ausias March y sin alcanzar la espiritualidad de San Juan de la Cruz,
nuestro Constantí Llombart también se elevaba o “empinava” por las cumbres de
la finor, con metáforas donde la "milocha” y “els abellerols” se asocian
al solaz de jóvenes valencianos: “Per Pasqua, allá en la Pechina, / volant
Llorens la milocha, / li digué a una chica rocha: ¡¡Petra, ma com me
s’empina!” (Llombart: Abelles y abellerols, Valencia 1878). Los poetas del
costumbrismo regionalista dominaban el recurso de la dilogía o diáfora, usando
el doble sentido de palabras o frases para provocar sorpresa e hilaridad;
además, la morfología valenciana del XIX adquiere complejidad al plasmar
síncopas verbales que asustan al IEC, pero que fueron aceptadas por los
filólogos que remodelaron el diccionario de Escrig en 1887: “Ma: síncopa de la
1ª per. del sing. del presente de indicativo del verbo mirar”. Y hablando de sorpresas,
hay que incluir como tal que el etimólogo Corominas Manos-largas no nos mangue
un vocablo del idioma valenciano y, asépticamente, lo diferencie del catalán:
aunque, la verdad, huele a chamusquina... en fin, lean lo que dice: “Refuerza
el supuesto de un mozarabismo el hecho de que en valenciano, no en catalán, se
dice cagarrita" (DECH) El verbo que inicia el sustantivo nos es familiar;
pero la terminación, no sé, si Rita Barberá hubiera vivido en otro tiempo..
No hay comentarios:
Publicar un comentario