Por Ricardo García Moya
Las Provincias 11 de
Septiembre de 1996
Los textos que
este curso intoxicarán a los valencianos con el beneplácito institucional, insisten
en la “científica normativització” de la lengua, dando a entender que fue
gestada por desapasionados filólogos que desayunaban sintagmas, cenaban
complementos circunstanciales y soñaban con la libertad sin ira.
Los libros de
COU, por ejemplo, tras ridiculizar a la lengua valenciana asocian la catalanización
con la lucha contra el fascismo y la intolerancia, destacando la labor de los
filólogos del “grup de
<> “; pero rehuyen informar sobre los colmillos
ideológicos de estos querubines sardaneros. Completemos lo censurado.
Hacia 1890 era
palpable el desastre colonial. En el Principado sin príncipe, los filólogos del
“L´Avenç” se avergonzaban de la
debilidad de España y --tras beber en Nietzsche
y aturdirse con el Parsifal de
Wagner-- proclamaron que los catalanes eran arios, sin conexión con la “raça
fanática, enderrerira” de semitas españoles (“L´Avenç”, abril 1893).
En el círculo
ario de “L´Avenç” se encontraban Pompeyo
Fabra --que publicaba su Gramática en 1891-- ,y su compañero Casas, que exponía en “L´Avenç” sus “Estudis d´etnogenia catalana” con argumentos sobre la germanidad de
Cataluña y las lenguas “arianas”. En julio del mismo año descubrían
“científicamente” que los catalanes eran hermanitos gemelos de los alemanes de
Francfort: “El ciutadá francfortés és el
catalá d´Alemania” (p. 194).
En “L´Avenç”
adoraban la naciente ideología que prometía una época áurea para las razas
superiores. En la revista, los compañeros de Fabra alternaban prosodia catalana
con soflamas de Nietzsche sobre el “nuevo amanecer guerrero de hombres fuertes
de cuerpo sano, aristócratas de la Naturaleza, héroes europeos del mañana”
(“L´Avenç”, 1893, p.197). El mañana de bombachos, bombos y bombas llegó en 1939
con los rubios chicos del III Reich.
Los filólogos
de “L´Avenç” pregonaron su parentesco con los guerreros carlovingios, cuyo juramento
se realizaba en “catalá de l´altra part
del Pirineu” (¡je, je!), y lanzaron mensajes sobre el superhombre de
Nietzsche en primera página: “Us ensenyo
el Superhome. Es la bona guerra que justifica tota causa”.
Con el
científico lema de la “la lletra am
(sic) sang”, el grupo de
carlovingios de “L´Avenç” utilizó idénticos argumentos para defender la
supremacía de la raza pura y el catalán. Con titubeante ortografía,
morfosintaxis y léxico (dudan, por ejemplo, entre am y amb; escriben fatxada,
nosaltros, desenrotllament, janer...) exponen su admiración por la atronadora
música aria, especialmente “Die
Meistersinger”, de Wagner (L´Avenç”, mayo 1991, p.157) y las palabras con
muchas consonantes.
Casas, el amigo
de Pompeu Fabra, teoriza en “L´Avenç” sobre la “etnogenia” y pureza aria de
Cataluña, pariente de la Caledonia
que hablaba Plinio en el 79 d.C. Estos filólogos, preocupados por el
superhombre catalán y la contaminación semita, son los que “científicamente”
normalizaron a su gusto el idioma que ahora se impone con disciplina germánica
para los que quieren sobrevivir en el Reino de Valencia, sean estudiantes de
COU o locutores del sistema.
Las inquietudes
sobre “etnogenia” propiciaron la creación de centros como el Museu d´Historia
Natural de Banyoles, con un “negre dissecat” como vedette. Por cierto, en el
reciente libro “El Pla de l´Estany” se hace propaganda de Banyoles destacando
las avellanas y “els objectes
emblemátics no comestibles, com el negre del museu, icona per a samarretes,
souvenirs, pins” (p.83). Consideran objeto turístico no comestible al ser
humano exhibido como una iguana o un jabalí.
Hubo catalanes
enemigos de las locuras fascistas camufladas de lucha idiomática. En 1914,
cuando disecaban el “Negre de Banyoles” y los lingüistas se excitaban con el
superhombre, el irónico Pablo Perellada estrenaba “Il Cavaliere di Narunkestunkesberg”, ópera que ridiculizaba los
mitos arios --”los Maestros Canteros, Sufrido, Tristón y Solfa. El Crepé de los
Dioses y demás bellezas del ponderado Wagner”-- y la parafernalia teutónica. La
crítica de Perellada hacia los lingüistas “carlovingis” barceloneses la reflejó
en su sainete “Lo Gay Saber” y el
protagonista de “Il Cavaliere di
Narunkestunkesberg”, un disparatado empresario catalán de ópera apellidado
Maynou.
Ha pasado un
siglo desde que “L´Avenç” ensalzaba el Orden Nuevo y su Min Moderssprak (L´Avenç”, febrer 1891, p.46). Ahora, en 1996, las revistas “L´Avenç” y “Escola Catalana” --subvencionadas por la Generalidad de Pujol--
inundan bibliotecas de la Comunidad Valenciana con la misma finalidad que
tenían los lingüistas “carlovingis”. El proyecto se ha plasmado en la inmersión
catalanera en el Reino de Valencia, operación tutelada desde Frankfurt por el alemán Til Stegmann con sus “spracheregelungem”
o leyes del lenguaje y su “Decáleg catalá” que son cumplidas escrupulosamente
por los inmersores (¿semitas?).
Mientras, los
que prometieron defender lengua y territorio valenciano, disimulan con la boca
abierta mirando los cráteres de la luna de Barcelona; no sea que el superhombre
nórdico les propine un capón como a Vidal-Quadras.
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