Por Ricardo García Moya Las Provincias 2 de
abril de 1992
Existe un nexo ignorado entre la moneda medieval
valenciana y el manuscrito que Fernando el Católico, rey de Valencia, remitió
en 1490 a la villa de Alicante, otorgándole el título de ciudad en
agradecimiento a la ayuda prestada en la guerra de Granada. El cronista real
Hernando del Pulgar anotaba que "del Reyno de Valencia, todos los días
venían por mar navios cargados de pan, e de paja e cebada, e de todas las
provisiones que eran menester"; y, sin duda, muchos de los barcos saldrían
del puerto de Alicante.
Todo manuscrito valioso suele tener su carga
enigmática, que puede emanar de la caligrafía hermética (p.e., la de Leonardo
de Vinci, que requería el uso de espejo para su lectura), o de frases con doble
significado. Respecto al manuscrito alicantino, la duda surge ante un extraño
grafismo dibujado en el topónimo "Valencia", que altera la normalidad
paleográfica del escrito. Por lo demás, el pergamino es similar a otros del
siglo XV elaborados, posiblemente, en el monasterio de Guadalupe; lugar donde
los monjes "pergamineros" purgaban las pieles con cal y las
pulimentaban con piedra pómez.
¿Qué representa el tosco pictograma cuyos trazos
sugieren la forma de tridente? ¿Podría relacionarse con el dios Neptuno y el
hecho de ser Alicante ciudad marítima? Lo que ahora es un misterio, era
automáticamente interpretado en la Edad Media en toda España. El resto del
escrito es normal y responde al dictado de Fernando el Católico -que se
encontraba en Córdoba el 26 de julio de 1490- a su escribano, "ordenando
a las autoridades del Reino de Valencia que guardasen y mandaran guardar los
privilegios de dicho título".
El origen del falso "tridente" se remonta
al año 1365 -reinando Pedro el Ceremonioso- después de la guerra entre los
reinos de Castilla y Valencia; contienda en que el Ceremonioso conservó la
Corona de Aragón gracias al heroísmo de los valencianos de todo el territorio.
La distinción concedida por el monarca fue singular en la historia, pues en
"les seues reyals lletres", al enumerar los reinos de Aragón,
Nápoles, Sicilia, etc., y llegar al de Valencia, "pintó con su mano una
corona en la L". Este raro privilegio fue respetado en los documentos
importantes y, claro está, en la concesión del título de ciudad a Alicante no
podía faltar.
Por tanto, el misterioso arpón del manuscrito
corresponde a la corona dibujada por el escribano de Fernando el Católico sobre
la letra L de Valencia "Ciutat e Regne". Posteriormente, el
privilegio fue olvidándose, aunque todavía en 1696 -reinando el infeliz
Carlos el Hechizado-, el obispo de Orihuela recordaba en un escrito dedicado
a la Generalidad, que "la L, Brazo Real, por su coronada y establecida
lealtad, duplicada en sus leales ciudadanos y las Ciudades y Villas del
Reyno" (Sánchez, M.: Sermón de gracias por el feliz recobro de la salud
del Rey, Valencia, 1696, fol. 6).
Es decir, el Ceremonioso premió con la corona a
todo el territorio, "Ciudades y Villas del Reyno", aunque influyeron
en la merced los dos cercos sufridos por la capital. No obstante, la guerra
contra castellanos fue encarnizada en el sur del Reino, y el propio gobernador
de Orihuela murió envenenado por cirujanos de Pedro el Cruel de Castilla, en
típica argucia de este siniestro rey.
¿Qué queda de la letra L, coronada medieval? Un
privilegio tan honroso -que distinguía en los documentos reales al Reino de
Valencia sobre cualquier estado europeo- tuvo consecuencias inmediatas.
Acatando la voluntad regia, la moneda valenciana y la Real Señera incorporaron
la corona sobre las barras; mientras que en el Condado de Barcelona, por
ejemplo, continuó en el siglo XIV con el losange sin corona en las monedas. Hay
que aclarar que Cataluña no existía como nación en la Edad Media y, en
consecuencia, no se acuñaron piezas con la palabra Cataluña.
Iconológicamente, la moneda valenciana que financió
el Descubrimiento mantuvo las dos barras coronadas, como la primitiva Señera que
aparece en el mapa de Mecía de Viladestes en 1413, conservado en la Biblioteca
Nacional de París. Por cierto, la apreciada corona heráldica (sobre azul en la
bandera) fue devaluándose ante la escandalosa proliferación de coronas sobre
cualquier escudo (también en las monedas) a partir del siglo XVI, hecho
denunciado por heraldistas coetáneos, aunque sin resultado.
La ayuda valenciana al descubrimiento
Respecto a la ayuda valenciana al Descubrimiento,
hay que puntualizar que benefició poco a nuestros antepasados, pues parece que
sólo consiguieron un trozo "de la propia madera del mástil con que se
descubrieron y ganaron las Indias" (Soler, J.: Memorial, Valencia, 1706,
p. 18). Reliquia singular -conservada en el Real Colegio del Corpus Christi-
pero escasa recompensa para el pueblo que propició, a través de Luis de
Santángel, el viaje de las naves españolas.
En fin -volviendo al tema inicial- la moneda del
Reino de Valencia, la Real Señera y el Manuscrito de Alicante tienen
concordante la Corona Real: sobre las barras en el primer caso, y sobre la
letra L en el pergamino. Incorporación promovida -detalle importante- por
voluntad soberana.
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