LO QUE DICEN DE VALENCIA POETAS ARABES VALENCIANOS, POETAS
ESPAÑOLES, VIAJEROS EUROPEOS, DIGNIDADES DE LA IGLESIA Y OTROS (SIGLOS XI A XX).
«La Albufera. Albufera significa según su origen árabe
al-Buhayra (el pequeño mar). En algunos poemas árabes se le denomina Espejo de
Sal, término que ya da una idea de la belleza y el romanticismo que caracteriza
ese paisaje» (Autor y siglo desconocidos).
«La ciudad de Valencia pasó de los tiempos medios a
los modernos sobre una ola de riqueza que hacían de Valencia digna rival de las
ciudades renacentistas italianas». (Sevillano, siglo desconocido).
«Valencia, una de las ciudades más grandes y de las
metrópolis más famosas de Al-Andalus». (Al-Himyara, siglo desconocido).
«Paregue al romans pagar a Valencia/La molta llealta e
lo gran estrago/Que había tengut per fer resistencia/Als Cartaginesos e a sa
gran potencia/Y aixi els Scipions, en señal de pago,/La reedificaren a sa costa
propia,/Fentli sis cloaques, ab que facilment/Sana e neta fos, despedint la
copia/De les moltes aygues. Ab que no es impropia/La divisa antiga: En lo camp
d’argent/Una Ciutat bella sobre aygua corrent». Jaume Febrer kes dedica la XXI
de sus Trobes.
«Sus puertas se abrían sobre un jardín que cruzaba un
torrente brillante como la hoja de una espada y que semejaba una serpiente
huidiza. Aquel pabellón, rodeado de árboles frondosos, parecía la perla de una recién
casada». (Ibn Jagan, poeta árabe, describe la Almudaina de Valencia, anterior
del Palacio del real, siglo XI).
«¡Valencia! ¡Valencia! Si de la muerte te salvase tu
buena suerte se maravillarían todos los que ahora así te ven. Si Alá quiere otorgar
su gracia a un lugar, que se digne a concedértela a ti Valencia, que siempre
fuiste nobleza y alegría, donde todos los musulmanes se complacían, se
deleitaban y se recreaban» (Al Wagassi, Elegía árabe de Valencia, siglo XI).
«Ramillete fragante de España, ideal apetecido por los
ojos y las almas. Dios favoreció a Valencia con una situación inmejorable y la
rodeó de ríos y huertos; allí sólo se ven aguas que corren en todas
direcciones, sólo se escuchan pájaros que gorjean, sólo se aspira aroma de
flores; cuando se echa la mirada sobre cualquier cosa, siempre hay que decir,
esto aún es más hermoso». (Al-Hiyarí, autor del Mushib, siglo XI).
«Cerca de Valencia está la Albufera que, por el
reflejo del sol en sus aguas, acrecienta la luminosidad de Valencia. Se dice
que la luz de Valencia es siempre diáfana, sin nada que turbe la mente o la
vista, porque los jardines y ríos la rodean, y ni el pisar de los pies ni el
soplo del viento levantan de su suelo polvo que enturbie el ambiente. Su aire
es sano porque está situado en el clima cuarto y participa de toda clase de
bondades, tiene el mar próximo y tierra espaciosa. Adonde quiera que vayas por
ella no encontrarás más que lugares de deleite y de recreo entre los cuales los
más célebres y bellos son la Ruzafa y la almunia de Ibn Abi-Amir». (Al-Hiyari,
autor del Mushib, siglo XI).
¡Ay, Valencia! En tu plaza han cometido tanta
atrocidad, destrucción y fuego han borrado tu belleza y prosperidad. Eres una
tierra asolada por las catástrofes, y la fatalidad siempre se ha empeñado en tu
destrucción hasta la saciedad. La mano del Sino en tu Plaza Mayor pintó por
excentricidad: «Tú no eres tú, ni tu huerta es la que conoce la Humanidad. Ibn
Jafaya, siglos XI y XII.
«…lo que sobresalía por su gracilidad o solidez, se
perdió completamente. ¡Esto sucedió con el al-Gsir y ar-Ruzafa! Al Hulla y
as-Sahia fueron arrasados… Esta ciudad era tan bvella que era todo un jardín cuyos
ríos corrían por debajo… ¿Donde está Valencia y sus moradas, eñ gorjeo y los
cantos de sus palomas? ¿Dónde los adornos de su Ruzafa y su Girs y Manzil ‘Ata’
y su Manzil Nasr? ¿Dónde sus ombrajes llenos de frescura y sus prados
brillantes de verdor? (Ibn Al-Abbar, porta del siglo XI-XII).
«El enemigo ha incendiado la mayor parte de la ciudad
dejándola en un estado tal que asusta al que la contempla. Pero la victoria ha
de volver a Balansiya, recobrará su ornato y sus joyas, por la tarde se
adornará de nuevo con lujosos vestidos, se mostrará en todo su esplendor y se
asemejará al sol en el primer signo del zodiaco» (Ibn Tahir, noble moro, año
1102, al contemplar la destrucción de la ciudad cuando la abandonaban las
tropas cristianas que llevaban el cadáver del Cid, siglo XII).
«¿He oído decir el nombre de Valencia? Deteneos y
hablemos de ello, amigos, porque su recuerdo es como el frescor del agua sobre
las entrañas ardientes. Deteneos con gusto para aplacar allí vuestra sed que la
lluvia no tardará mucho en llegar. Pedid agua en el Yiss y en la Russafa, y
seguro que lloverá en el Yiss y en la Russafa…» (Ibn Galib al-Russafi, poeta
árabe siglo XII).
«Pero todavía conserva Valencia su esbelto cuerpo, sus
tierras ubérrimas parecidas al musgo aromático y al oro rojo, sus esplendidos
jardines repletos de árboles y su rio de nítidas aguas». (Ibn Tahir, poeta
árabe, siglo XII).
«En Valencia es constante el fulgor de la mañana, pues
el sol juega con el mar y la Albufera. Valencia sigue siendo la perla blanca
que me alumbra por donde quiera que vaya. Es tanta la tristeza por haberme
alejado de ella, que no encuentro quien me alegre ni mi pena distraiga». (Ibn
Galib Al-Russafi de Valencia, poeta árabe, siglo XII).
«Más bella que una vida que fue dulce, más alegre que una
juventud que ya pasó, Valencia es una esmeralda en que se reflejan muchas
perlas. Es una novia en la que Alá ha puesto todas sus bellezas y le ha dado
eterna juventud. Por encima de ella siempre brilla una luz refulgente, pues
allí juega el sol con el rio y la Albufera». (Ibn Galib Al-Russafi de Valencia,
poeta árabe, siglo XII).
«Valencia se encuentra cerca de un lago y de la
desembocadura de un rio que lo bordea por el norte. Está situada en la región
oriental de Al-Ándalus en uno de los enclaves de mayor belleza. La rodean
huertos y acequias, nada se oye en ella más que el rumor del agua y los trinos
y arrullos de una infinidad de pájaros cantores». (Al-Ayyuvi, poeta árabe,
siglo XII).
«Se dice que la claridad de la luz de Valencia es
superior a la de otras ciudades de Al-Andalus y es verdad, pues la atmósfera
está siempre resplandeciente, sin que nada llegue a enturbiarla jamás».
(Al-Ayyubi, poeta árabe, siglo XII).
«Ojos velidos catan a todas partes, / Miran Valencia
como iace la Ciudad, / E de otra parte a ojo han el mar, / Miran la huerta,
espessa es e grand…» Poema del Mio Cid, anónimo, del siglo XII.
«Valencia es una de las villas más consideradas de
Al-Andalus; edificada sobre una llanura y bien habitada. Se encuentran allí
muchos mercaderes y cultivadores. Hay bazares y es lugar de partida y arribada
de navíos». (Al-Edrisi, siglos XI-XII).
«Las aguas de los rios son útilmente empleadas en el
riego de sus campos, de los jardines, de los huertos y en las casas de campo»
(Al-Edrisi, refiriéndose a la ciudad de Valencia, siglos XI-XII).
«Valencia es un lugar de gran belleza y su fama ha
llegado a Oriente y Occidente. Si te dicen que cuando falta el agua es afligida
por el hambre y las enfermedades y la ciudad entera se convierte en un recinto
de miseria y desolación diles pese a todo que Valencia es un jardín» (Ali Ben
Hariq, siglos XII y XIII).
«Valencia es famosa por los muchos jardines que tiene,
jardín de Al-Andalus. Su Ruzafa es uno de los más bonitos lugares de placer de
la tierra (…) Entre los productos principales de la tierra está el brocado
valenciano que es exportado a las regiones de Magrib. No faltan en ella sabios,
ni poetas, ni caballeros (…) Sus habitantes son gentes de más pura conducta, de
religiosidad más firme, de amistad más constante y de los más compasivos con el
extranjero» (Al-Sagundi, erudito árabe que escribió a principios del XIII Risala).
«Valencia se asienta en uno de los lugares más
hermosos y la rodean ríos y huertas no oyéndose más que murmullos de agua que
se ramifican y extienden en todas direcciones». (Abul Jeda, Descripción de
España, escritor árabe, siglo XIII).
«Están construyendo en Valencia un magnífico edificio
al que llaman Lonja donde se reúnen los mercaderes y tratan de sus negocios. Es
un edificio alto hecho de piedra y con magníficas columnas. Será mucho más
noble y más hermoso que la de Barcelona» (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«Nunca tampoco vimos otra ciudad como Valencia en la
que todas las iglesias están tan delicadamente adornadas con ornamentos de altares
y retablos dorados como ésta». (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«A poca distancia del mar está la ciudad de Valencia,
muy grande, mucho mayor que Barcelona, bien poblada y habitada por muchos
condes, barones, también un Duque, más de 500 caballeros e innumerables
nobles». (Munzer, viajero alemán, siglo XV).
«Los habitantes de la ciudad (de Valencia) tanto los
hombres como las mujeres, acostumbran a pasear por las calles por las noches
donde siempre hay multitud de gente que uno creería encontrarse en una feria,
pero lo hacen con mucho orden pues nadie se mete con su prójimo. Nunca hubiese creído
que existiese un espectáculo igual de no haberlo visto». (Munzer, viajero
alemán, siglo XV).
«Que tots los draps que
es feren en Valencia les fessen una corona, perque on vagen sien coneguts que
son de Valencia». (Disposicions del Consell Municipal, sigle XV).
«Valencia es mucho mejor y está más sumamente adornada
que cualquier otra ciudad del Reino de Aragón en todos sus estados. Por eso
mucha aristocracia reside en ella». (Nikolaus de Popplaw, viajero alemán, siglo
XV).
«Valencia por pagar e fer
totes les galeres ab molt major facultat que no Barcelona ni Mallorques». (Fernando el Católico, a los
Jurados de Valencia en 1494 al estar remisos a armar barcos anticorsarios,
siglo XV).
«El campo valenciano es fertilísimo, pues produce
inmensa variedad de frutos, que se exportan a otros países…» Jerónimo Munzer, Viaje por España y Portugal, Siglo XV.
«Y como el suelo de esta ciudad, sea por el clima, planeta,
signo, viento, aguas, mantenimientos o alguna secreta influencia, tiene gracia
incógnita y sobrenatural, tanto que todas las cosas humanas y plantas produce
con grande perfección, primor y delicadeza». (Rafael Martín de Viciana,
Alabanza de las lenguas hebreas, griega, castellana, latina y valenciana, siglo
XVI).
«Estos son sus altos muros / y aqueste el Turia que al
mar / le paga con agua de azahar / tributo en cristales puros» (Lope de Vega,
hablando de Valencia, siglo XVI).
«La ciudad de Valencia está situada en una llanura
deliciosa en una región muy fértil y muy caliente». (Claude de Bronseval,
Peregrinato Hispánico, siglo XVI).
«Las mujeres de Valencia son las más bellas, elegantes
y hermosas que se conozca, porque los tejidos de oro y la seda bordada con oro
y plata y el terciopelo carmesí le son tan comunes como el terciopelo negro y
la seda en nuestro país» (A. de Lalaing, siglo XVI).
«La huerta de Valencia fijó toda mi atención. No
viajaba, paseaba por una verde llanura entrecortada por limpios arroyos que
repartían su frescura». (F. Lautier, Viaje por España del Caballero San
Gervasio, siglo XVI).
«In Valentia he
uno bordello bellísimo…». (Antonio de Beatis, que acompañaba al cardenal
Luís de Aragón hacia 1517, siglo XVI).
«Cerca de Valencia, llegaron, en la cual no quisieron
entrar por excusar las ocasiones de detenerse; pero no faltó quien les dijo la
grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus
contornos y, finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica sobre todas
las ciudades, no sólo de España sino de Europa; y principalmente les alabaron
la hermosura de sus mujeres y su extremada limpieza y hermosa lengua, con quien
sólo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable». (Miguel de
Cervantes, Persiles y Segismunda, siglo XVI).
«Del saludable aire y temperamento del suelo habría
mucho que decir, si el tiempo lo consintiera. Habernos entendido que por
Scipion fueron hechas seis canales o cloacas, que aun durán, por las cuales se
vaciaban todas las suciedades y excrementos de la ciudad…» (H. Cock, siglo XVI).
«Valencia es el más bello jardín del mundo. Las
granadas, los naranjos, los limoneros forman allí las empalizadas de las
carreteras. Las más bellas y las más claras aguas del mundo les sirven de
canales» (Cardenal de Ratg, siglo XVII).
«Por eso no debe maravillarnos que los extranjeros
establecidos en Valencia, atraídos tanto por la belleza de la ciudad como por
la gentileza de los ciudadanos, no piensan ya jamás en su propio país»
(Bartolomeo de Rogatis, viajero veneciano siglo XVII).
«Todas las calles de Valencia son largas y bonitas,
excepto las de los alrededores de la Pescadería, cerca de la cual está la calle
de la Platería. Sin embargo, es este el barrio con mayor número de mercaderes,
algunos de los cuales son franceses. Los mercaderes de Valencia son ricos,
debido principalmente al tráfico de la seda con los países extranjeros». (A.
Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Se podrá decir que en Valencia hay tantos palacios
como casas, la mayor parte de las cuales están construidas con grandes piedras.
Valencia es morada de muchos aristócratas que se sienten atraídos por las
maravillas que en ella se contienen». (A. Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Valencia llamada la bella, capital de su Reino, lleva
de todo lo necesario para la vida humana, es una de las ciudades más agradables
de España, así como una de las más grandes y ricas por el tráfico que mantiene
con los países extranjeros». (A. Jouvin, viajero francés, siglo XVII).
«Hay en Valencia tantos coches (de caballerías) que,
exceptuando París, no creo que haya tantos en ninguna ciudad de Francia. A
menudo se juntan dos personas de condición menor para poder tener uno. Como el
invierno de esta ciudad es templado, los coches no se estropean a la intemperie».
(Bartolomé Joly, viajero francés, siglo XVII).
«Disfruta Valencia de una continua primavera. Rodeada
de huertas por su parte ponentina parece más un jardín que una ciudad
amurallada, tanto abundan en ella las plantas, los frutos y las flores perfumadas,
así como los limones, las naranjas y las cidras. En su interior, el verdor de
un bosque enmarca todos los edificios, cuyas salas y lonjas quedan entrelazadas
por las ramas de los árboles, flexibles o rígidas, con tal artificio que no
falta amenidad ni frescor en parte alguna.» (Bartolomé de Rogatis, viajero
veneciano, siglo XVII).
«… canales por todas partes y conductos de agua que
corren por debajo y sirven tanto para la limpieza como para la sanidad de los
vecinos, porque por allí discurren las aguas de lluvia y los lodos».
(Bartjelemy Joly, Siglo XVII)
«…el ´más brllo
jardín del mundo. Los granados, los naranjos, los limoneros, forman allí las
empalizadas de las carreteras. Las más bellas y las más claras aguas del mundo
les sirven de canales…» (Cardenal de Retz, Memorias: viaje por España, siglo XVII)
Al reino fértil y hermoso de Valencia igualmente
españoles y franceses cometieron tantas tiranías, robos, extorsiones e
injusticias, que pudiéramos formar un libro entero de las vejaciones que Valencia
padeció, porque a los vencidos no se les permitía ni aun el alivio de la
queja». (Marqués de San Felipe, siglo XVIII).
«Valencia es nombrada como el jardín de España y muy
justamente podría serlo de Europa» (Twiss, siglo XVIII).
«Todas las casas de Valencia eran palacios y atribuían
a la ciudad el calificativo de la bella». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«La entrada a Valencia por la puerta del Real da una
esplendida idea de la ciudad a la que se llega por una alameda muy hermosa.
Casi todas las ciudades españolas dan este nombre a su principal paseo. La de
Valencia tiene árboles de tronco alto, naranjos, granados y palmeras, y al
final cuatro hermosas columnas». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«Todas las casas de Valencia eran palacios y atribuían
a la ciudad el calificativo de bella». (J. Peyrón, viajero francés, siglo XVIII).
«Casi todas las parroquias y conventos de Valencia
tienen altísimas torres para las campanas. Ningún reino de España tiene tantos
ni tan encumbrados como este». (Antonio Ponz, viajero, siglo XVIII).
«Valencia es una hermosa ciudad muy grande y muy
poblada… Dicen que convendría mejor que Madrid para la residencia de los reyes
de España, siendo igualmente el centro de su monarquía». (Anónimo, siglo XVIII).
«Alrededor de la ciudad de Valencia se hallan por
todas partes campos cultivados que en otro país pasarían por deliciosos
jardines. El frecuente murmullo de las aguas que corren por innumerables
canales de riego, la variedad de flores, frutos y vegetales…» (Cabanilles,
Observancia del Reino de Valencia, siglo XVIII).
«Nunca he visto ni he vivido en una ciudad tan lasciva
y hedonista como la Valencia de los Borja» (Giácomo Casanova, una vez ya
clausurada la mancebía y a la vista de su solar, siglo XVIII).
«Formosa Valencia ¿Cómo describiré tu extraordinaria
belleza y cómo hablaré de las infinitas glorias que te adornan»? (Sir John
Talbot, siglo XVIII).
«La naturaleza parece haber repartido en Valencia sus
dones a manos llenas y esa campiña en una palabra es más rica que las más
fértiles de Lombardía… De este rio es de dobde sacan el agua para el
mantenimiento… El verdor de aquella dilatada llanura, sembrada de una multitud
de pueblos, hacen bella contraposición con el mar, y todo contribuye a formar
una vista cual nunca imaginaron los poetas». (Antonio Ponz, Viaje por España,
siglo XVIII).
«Las manufacturas dentro de la ciudad (de Valencia)
están florecientes cuanto usted pueda figurarse hoy de otra España. Todo está
lleno de hombres y mujeres ocupados en sus respectivos oficios a las puertas de
sus casas, en las ventanas, en los patios, y no hay rincón en donde no resuenen
cantares y otras muestras de alegría en los trabajadores». (Antonio Ponz,
viajero, siglo XVIII).
«…la huerta de Valencia fijó toda mi atención. No
viajaba, me paseaba por una verde llanura entrecortada por límpidos arroyos,
que repartían su frescura» E. F. Lantier, Viaje
por España del caballero S. Gervasio, siglo XVIII.
«Al entrar en la plaza de toros quedamos deslumbrados
ante un espectáculo de los que nunca se olvida aunque se haya visto una sola
vez. Imagínense diez o quince mil hombres magníficamente vestidos, iluminados
por un sol esplendido y moviéndose como un inmenso hormiguero. Los varios
colores de aquel mosaico humano destacaban sobre el azul intenso del cielo valenciano». (Charles
Daviller, arqueólogo francés hablando de la Plaza de Toros de Valencia, siglo XIX).
«Después de la llanura de Almansa se abre un oasis
delicioso, una tierra bendita de Dios, un verdadero paraíso terrenal: el Reino
de Valencia». (Edmundo de Amicis, siglo XIX).
«La ciudad de Valencia aparece en el fondo de una
llanura y, como todas las casas de los alrededores producen la impresión de
formar parte de ella, se creería al contemplarla que es la ciudad más grande
del mundo». (Laborda, viajero, siglo XIX).
«Si quisiéramos definir la ciudad en pocas palabras,
diríamos que Valencia es la ciudad de las flores, de la seda y de la poesía». (José
Martínez, Azorín, siglo XIX).
«La ciudad de Valencia añadirá a sus anteriores
dictados el de «magnánima» y en derredor del escudo de sus armas pondrá dieciséis
banderas desplegadas» (Decreto de 19 de agosto de 1843, siglo XIX).
«No hay porción de España que bajo el aspecto cultural
se iguale a Valencia en ofrecer un interés tan vario, tan alto y tan sostenido
en todas las épocas de la historia» (Menéndez Pidal, siglo XIX).
«Ramo de flores, pomo de esencia / eso, señores, es
Valencia». (José de Zorrilla, siglo XIX).
«Valencia está situada en una llanura llamada la
Huerta, en medio de jardines y cultivos, donde el riego perpetuo mantiene una
frescura muy rara en España». Teófilo Gautier, Viaje por España, siglo XIX.
«Desde la elevada torre del Miguelete, en el centro de
Valencia, hay una vista gloriosa de la más rica y bien regada huerta de España.
Una vasta extensión de verdor brillante se halla punteada por pueblos, con el
Mediterráneo por la parte de levante y un cinturón de rocosas montañas, algunas
bastante lejanas, por todas las otras direcciones. El rio Turia o Guadalaviar, creador
de toda esta fertilidad, corre rodeando las murallas del norte de la ciudad,
orillado por malecones o pretiles de obra del tiempo de Felipe II y de su hijo,
y es travesado por cuatro puentes. Las pocas gotas que le quedan después del
regadío son vertidas al Mediterráneo cerca del Grao o puerto de Valencia». Sir
Clements R. Markham, siglo XIX.
«…en forma maravillosa llevan hasta el último campo el
agua para el riego, de igual manera como en el cuerpo humano la interminable
red de arterias y venas reparten y recogen por todo él la savia vivificadora de
la sangre». Vicente Giner Boira, siglo XX.
NOTA: Frases copiadas del libro 101 Hechos legendarios de la historia de Valencia. Autor: Salvador
Raga Navarro. Valencia 2013.
«Esto es hermoso, muy hermoso. Es como un poco el
paraíso, sobre la huerta flamean todos los verdes, los amarillos, todos los
rojos, el agua roja de esas venas surca graciosamente y abastece el cuerpo de
esta tierra. ¡Cuánto ha debido laborar el hombre para conseguir esto! Los
valencianos están orgullosos de su tierra que no tienen que desgarrar sino
acariciar con el mimo con que se besa a una muchacha. Esto que yo amo y admiro
como una bendición. Antonio Machado, Rocafort 1937»
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