Ustedes saben que los europeos
ilustrados, para bien del progreso, descubrieron que los africanos de
color no tenían alma; por lo que estaban liberados de tratarles como
humanos. Algo parecido nos sucede a nosotros. Los sabios han dicho a
Europa que somos un suburbio de Cataluña, y por mucho que insistamos
nadie escuchará nuestras razones; nos oirán con la displicencia que la
nobleza del XVIII escuchaba al negro azotado. La añeja sangre azul,
liberada del trabajo y del respeto a los derechos humanos, ha sido
sustituida por los liberados políticos, regidos por consignas
encorsetadas en un concepto cultural similar al de los cabos chusqueros
de Bismarck.
Así, en la revista "Clar i
Ras" -que por su contenido podría pertenecer al Institut d'Estudis
Catalans, aunque esté editada por Esquerra Unida- el texto en el
barcelonés de los amb, tardor, avui, meva y copsat de marras enmarca
fotos de doña Gloria Marcos y la doctora Morenilla, además de pregonar
en portada los "760 años de la unidad de la lengua". No es
por ofender, pero ¿no podría EU dedicarse a "salvar" otra
cosa que no fuera la lengua valenciana, o la Ford? Más perlas: la
profesora Henriette, en "La aventura de las lenguas", dice:
"Hoy, la lengua catalana se habla cada vez más en el PV, sobre
todo en Alicante y en las otras estaciones balnearias" (?). Esta
turista atolondrada -sumisa lectora de Corominas y Coloma Lleal-
defiende toda variedad lingüística por microscópica que sea, desde el
dialecto limburgués al córnico de Cornualles; además del navarro,
aragonés, leonés y asturiano; pero del idioma valenciano, nada de nada.
No le merece ni la atención del bable.
Contra esta disolución en el magma del
I EC tenemos el reactivo de los documentos. ¿Recuerdan que nos quedamos
sin saber el contenido de los recónditos papeles del doctor Alegret?
Dejamos la historia en 1793, cuando los miembros de la Academia de
Buenas Letras de Barcelona escuchaban "la disertación de viva
voz" del doctor Alegret referente al análisis de la carta del
valenciano fray Anselmo Dempere, archivero del Puig, en la que
preguntaba con ironía sobre la pronunciación de la voz "liò en
valenciano". Alegret se asombraba de que fray Anselmo "venga
a mendigar a Barcelona lo que con tanta facilidad puede encontrar en la
opulencia de su Patria". Intuía -declaraba Alegret- la sorna del
fraile de Alcalá de Chivert hacia los "sabios catalanes".
Estos razonamientos en la intimidad de
la Academia no se incluyeron en la carta destinada a fray Anselmo. Fue
una lástima, pues revelaban la realidad cultural de Cataluña en el
XVIII, al reconocer, escaldados y contestando a la puya de fray
Anselmo, "que se hace injuria a los sabios de Valencia al encargar
la resolución de su duda a uno de los ignorantes de Barcelona". Lo
cierto es que los sabios de la Academia de Barcelona tenían como obra
de consulta los "Orígenes de la lengua española" del
valenciano Gregorio Mayans, por acuerdo del 5 de septiembre de 1769. EI
episodio era uno más de la lucha idiomática peninsular. Fray Anselmo,
autor de un voluminoso diccionario de la lengua valenciana, conocía los
disparates publicados a mediados del XVIII por el marqués de Lió y
otros académicos barceloneses, especialmente la teoría de que el
"castellà, francès, toscà y valencià" procedían del catalán.
No se sabe cómo, los académicos habían descubierto que del "català
havien nascut les altres Ilengües romàniques".
Pero la carta de 27 líneas de fray
Anselmo tambaleaba este castillo de naipes. Por un lado, tenían que
defender la primacía de la lengua catalana; por otro, al razonar la
constestación descubrían que sus maestros eran los valencianos Gregorio
Mayans, Carlos Ros, el jesuita Juan Andrés o el erudito Agustín Sales.
Inevitablemente, al tratar sobre ellos, el doctor Alegret cita la
lengua del Reino; por ejemplo, cuando recuerda "la Disertación
erudita de don Agustín Sales, catedrático de la Universidad de
Valencia, publicada en 1763, en la que se manifiesta la excelencia del
Idioma Valenciano y su actual estado" (Alegret, A.: Informe sobre
el valenciano, año 1793).
EI desconcertado Alegret intentó
defender que el catalán era la lengua primigenia, pero él mismo
descubre la endeblez de su teoría al comunicar a los colegas de la
Academia de Buenas Letras de Barcelona, que "si el idioma
valenciano es peculiar de Valencia, mejor que yo decidirán la duda los
sabios valencianos en su propia casa y a la vista de sus
bibliotecas". Esta consideración sobre el idioma del Reino no
traspasó los muros de la Academia barcelonesa, pero nosotros sí podemos
conocer más detalles. Por ejemplo, el académico catalán Mariano Sans,
al opinar sobre la carta de fray Anselmo alude al "dialecto
español" (sic); y era lógico, pues ellos consideraban el catalán
como idioma primigenio del occidente europeo; por lo que Lope de Vega,
Martorell o Jean Racine escribieron sus obras maestras en una variable
del catalán.
Hoy queda para la sonrisa caritativa el
sueño de aquellos académicos barceloneses que ambicionaron un imperio lingüístíco
sobre Francia, Italia y España. De la estrafalaria quimera sólo les
queda el indefenso Reino de Valencìa, habitual moneda de cambio y
matraz de experimentos para políticos y liberados.
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