La limpieza de sangre, metafóricamente,
podemos aplicarla a cualquier producto cultural longevo. Así lo hacía
el notario Carlos Ros, en 1764, cuando escribía sobre "la limpieza
de sangre de la voz o palabra". Nosotros tenemos tres tipos de
jueces que controlan nuestra pureza en la comunicación oral y escrita;
unos, desde Madrid, pontifican sobre el español o castellano; otros,
desde el Institut de Estudis Catalans, con los medios más sofisticados
y con soporte económico institucional, controlan toda la vida cultural
y académica valenciana; los terceros, desde Valencia, tratan de
conservar la lengua que secularmente se Ilamó valenciana y tuvo
independencia de las dos primeras.
Mientras los defensores del valenciano
luchan con penuria de medios, los del Institut de Estudis Catalans
-coeditores del Diccionari de la Llengua Catalana junto al Grupo Moll y
la Abadía de Montserrat-, disponen de espontáneos que alientan la depuración
idiomática a golpe de brocha. En la revista "Pentecosta"
-editada con soporte de la Generalidad Valenciana- incitan a que
cojamos brocha y nos lancemos a emborronar rótulos en castellano o
valenciano, sustituyéndolos por la lengua de Pilar Rahola ("Pent".
núm. 12, p.6). En la revista dan ejemplo al tachar el rótulo
"Convento de Capuchinas", sustituyéndolos por el de
"Caputxines"., Pero no está tan claro, como veremos, que la
"pureza de sangre del vocablo" admita la vasco-catalana TX en
valenciano.
Hace poco, la Orden Capuchina celebraba
su IV Centenario de presencia en el RV, concretamente desde 1596. En el
acto celebrado en Ollería -quizá por la modestia de los hermanos-, no
se hizo hincapié en cierta historia que no consta en los libros de
texto, aunque sí en un amarillento legajo valenciano retenido en el mal
llamado Archivo de la Corona de Aragón. Los protagonistas de esta
historia, por tanto, fueron los populares religiosos descalzos de la
orden de San Francisco, reconocibles por su larga barba, sandalias y un
capucho puntiagudo que cubría la cabeza. La orden fue fundada en 1525
por Matteoda Bassi, su vestimenta y disciplina fueron autorizadas por
el Papa en 1528. EI nombre de la Orden parece proceder del italiano
"cappuccio", aunque el mozarabismo "capacho", común
a los romances hispánicos, pudiera sugerir origen peninsular.
EI hecho sucedido en 1644, en plena
guerra dels Segadors, con mosqueteros franceses que parecían salidos de
la fantasía de Alejandro Dumas, y una retahíla de famélicos catalanes
que seguían sus pasos, saqueando haciendas y virginidades en las villas
del Maestrazgo. Parte de las tropas valencianas situadas en la frontera
norte actuaban bajo el mando de la Orden de Montesa, por lo que en
Valencia seguían armando caballeros según ritos medievales: "La
espada desnuda, tres golpes, uno en cada hombro y otro en la
cabeza"; como se hizo con Jayme Font de Nules (ACA, L.896). Pero
la contienda necesitaba a toda la sociedad.
Tortosa, primera línea de fuego, estaba
en poder del rey de Valencia en 1644; aunque las infiltraciones
rebeldes se perpetraban por el Convento de Capuchinos situado
extramuros. La situación se hizo tan insostenible que las autoridades
solicitaron a Felipe IV la sustitución de frailes catalanes por
valencianos: "Los procuradores, cabildo y gobernador de esta
ciudad de Tortosa; solicitan a vuestra majestad que saque del Convento
de Capuchinos desta ciudad a los religiosos catalanes y entregue dicho
convento a los Capuchinos de la provincia de Valencia" (ACA,
L.695).
EI término "provincia de
Valencia" era una división eclesiástica casi coincidente con el
del Reino, de ahí que el obispo de Tortosa anunciara tras el cambio que
"todos los padres Capuchinos que asisten son hijos deste Reyno de
Valencia". Las cartas constatan la actuación castrense, con
arcabuces y picas, de los frailes valencianos en los muros tortosinos:
"Sin reparar en peligros, ni
amenazas de los Mlcaletes (sic), ni en la muerte de religiosos;
haciendo centinelas y cuerpo de guardia con armas defensivas para que
aquel convento como puesto más peligroso de la ciudad se
conservase."
La anécdota de frailes valencianos
luchando en la frontera norte contra Cataluña no sorprendía a nadie en
la época foral, pues la ambigüedad sobre nuestro pueblo es reciente y
responde a los mismos intereses que provocaron en 1644 los ataques de
"micalets" al Maestrazgo. Es evidente que los capuchinos
valencianos del siglo XVII jamás habrían tolerado que los castellanos o
los catalanes de la revista catalana "Pentecosta", les
tacharan su ortografía a brochazos.
Los capuchinos tenían merecida fama de
cultos y les gustaba emplear la lengua valenciana en su
correspondencia, como hicieron en la guerra dels Segadors. Las cartas
remitidas entre Tortosa y Valencia pueden servir de ejemplo, analicen
léxico y sintaxis de la fechada el 13 de mayo de 1644:
"mentres governava les armes de VM
en esta ciutat del Convent dels Capuchins que está fora los murs della
als religiosos cathalans per poch afectes (...) cridaren als pares
capuchins de la Provincia de Valencia... y que ademés mereixen"
(ACA, D.12-4).
Llama la atención los vocablos
prohibidos por los inmersores (mentres, esta, y, ademés, capuchins...),
que demuestran la independencia del valenciano respecto al catalán. La
Orden Capuchina siempre fue muy culta y no parece razonable, pues, que
la revista "Pentecosta" -empeñada en la catalanización de
Castellón y la incorporación del norte del RV a la diócesis única
catalana- les diga cómo tienen que escribir. Respecto a la voz
valenciana "capuchins", fue un neologismo diferenciador de
los otros peninsulares, "caputxí" catalán y capuchino
castellano; nacidos los tres a fines del siglo XVI.
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