Por: Ricardo de la Cierva
El
30 de julio de 1983 la consejería de educación de la Generalidad valenciana
decreta el uso de textos escolares, según las normas castellonenses de 1932.
Cuando el padre Cremades publica en 1985 su citada obra Normativa de la lengua valenciana, se queja con
toda razón: «No sabemos ya ni lo que es nuestro... Nuestro pueblo se ha vuelto
forastero en su propia tierra», son palabras de su prólogo, debidas a Juan
Costa. El cincuentenario de las Normas de Castellón, celebrado por iniciativa
pancatalanista en 1932, tuvo mucha resonancia en Castellón, poca en Valencia,
nula en Alicante.
Unión
Valenciana, el partido valencianista de centroderecha, proponía en 1983 un Manual escolar valencianista con esta
declaración más que justificada: «Ante la invasión catalanista que están
sufriendo las escuelas del Reino de Valencia y, sobre todo, ante el terrorismo
cultural que viene persiguiendo a nuestros hijos y que poco a poco trata de
que pierdan su identidad propia de valencianos, hemos creado este sencillo
manual.» E1 23 de marzo de 1984 el Grupo Popular de las Cortes valencianas se
opone a 1a aplicación de las Normas de Castellón. Y en el número de abril de
1984 la revista Som insiste: «Valencianos: La lengua valenciana está en
peligro. ¡Defendámosla! ¡Es deber de todo valenciano estar en pie de guerra
contra el dialecto de oficina que nos quiere imponer el Consell» Ese mismo año
Carlos Recio, en su Historia del
9 de octubrc afirma: «Estando excomulgada la literatura
valenciana y nuestro idioma valenciano por parte de las autoridades valencianas
en beneficio de una cultura ajena a la nuestra...
Y el número 182,
diciembre de 1984, de la misma revista protesta contra un
absurdo mapa del Reino de Valencia titulado Zona
catalana, con Murcia calificada como «antiguo dominio de Cataluña», Aragón, como
«antiguo dominio de la dinastía catalana» y un «enclave castellano» en torno a
la ciudad valenciana de Requena. No es, sin embargo, como vamos a ver ahora
mismo, la última atrocidad de los pancatalanistas, que corresponde, paradójicamente,
a la Universidad de Valencia
LA INCREIBLE DEGRADACIÓN
DE UN VICERRECTOR EXTREMISTA
Entre
los años 1984 y 1986 el comando pancatalanista instalado en la Universidad de
Valencia planeó un asalto general para instaurar la lengua catalana -así
llamaban ellos al valenciano- en el venerable centro, del que pretendían
expulsar prácticamente al castellano. Un grupo juvenil, Alternativa
Universitaria, del que seguramente forman parte futuros líderes del
centro-derecha en el Reino de Valencia, se opuso clarividentemente a la
intentona, y contó va ello con el apoyo, verdaderamente emocionante, de la
opinión pública más sana de la ciudad, estimulada por agrupaciones
valencianistas. Al final las más altas instancias de la Justicia han dado la
razón, con la Constitución en la mano, a quienes se habían opuesto a este
alarde de torpisima normalización;
pero merece la pena detallar un poco los pasos de un episodio que
apenas ha trascendido al resto de España. Episodio que tiene un
increíble protagonista, al que no llamamos barojiano por respeto a Baroja, el
señor Josep Guía, un independentista y separatista valenciano tributario y
vasallo del pancatalanismo, vicerrector, en esos años de la Universidad de
Valencia.
Guia
aparece en una foto de prensa a la derecha del féretro de José Antonio
Villaescusa Martín, terrorista afecto a la organización
Terra Lliure, que murió al
explotarle una bomba que pensaba colocar en la oficina del paro instalada en
Alcira a fines de julio de 1974 (Las
Provincias, 22 julio). La policía detuvo con este motivo a un
profesor Filología catalana de la Universidad de Barcelona y la esposa. Se
realizaron numerosos registros para detectar las conexiones valencianas de
Terra Lliure. En abril 1985 fue detenido el propio Guía, bajo acusación de
asalto a un piso donde arrebataron a la policía material fotogáafico y un
transmisor, y la prensa informó de que el vicerrector es el máximo
responsable en Valencia del PSAN (Partido Socialista de Liberación Nacional de
los Países Catalanes); Guía venía de Alcira, donde participó en un homenaje al
terrorista universitario muerto el verano anterior. (Hoja del Lunes, Valencia, 29 de abril de
1985.)
En
ese verano del 85 los independentistas trataron de convertir en plataforma de
sus reivindicaciones a la Universitat Catalana d'Estiu. Patrocinaba el
encuentro el propio Max Cahner, conseller separatista de Cultura en la
Generalidad de Cataluña, y el proyecto contó con la participación de un
comando de tlaxcaltecas valencianos,
presididos por el propio Guía, del que formaban parte el editor pancatalanista
Eliseu Climent, el escritor Josep Piera y el diputado socialista en las Cortes
valencianas Vicente Soler, junto con otro vicerrector político, Emerit Bono.
Se anunció también la presencia de Joan Raventós, embajador de España en
Francia. La directora del diario Las
Provincias, María Consuelo Reyna, criticó con suma dureza (13
de junio de 1985) la presencia de Soler en ese aquelarre del independentismo
pancatalanista, que luego resultó aburridísimo (El
País, 18 de agosto de 1985) y motivo la airada protesta del alcalde francés
de Prada del Conflent, donde se celebraron los presuntos cursos, que se declaró
«harto de los independentistas catalanes», quienes habían abominado por igual
de España y de Francia (Las
Provincias, 24 de agosto de 1985). Las
Provincias, el 12 de diciembre de ese mismo año, ponía en
ridículo a varios altos cargos de la autonomía valenciana, como el propio
presidente Joan Lerma, a quien habían colocado como presidente de un II
Congreso Internacional de la Lengua catalana; el cual, como otros dignatarios
socialistas, trató de protestar por haber sido sorprendido en su buena fe, cuando
su fe era más que dudosa y corría pareja con su imprudencia.
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