Ricardo García Moya
Diario de Valencia 30 de abril de 2001
Divulgar la existencia de una obra de fray Francisco
Mulet y, por tanto, enriquecer la bibliografía de la lengua valenciana del
Barroco, merece detenimiento. La “Questió moral” fue motivada por el despecho
de Mulet, estudiante de teología, hacia la monja Maciana por cierta denuncia
escatológica. La crudeza expresiva del poema responde a la libertad de un ambiente
variopinto. Aparte de los religiosos valencianos esparcidos por el mundo (en
1645, con espada al cinto, fray Angel de Valencia evangelizaba las riberas del
congoleño Zaire), en el Reino vivían eclesiásticos entregados al ascetismo
riguroso; otros, más pragmáticos, se dedicaban al sibaritismo o a invocar
inquietantes seres para localizar monedas en alquerías abandonados por los
moriscos. Ciencia y fantasía compartían el pensamiento del intelectual barroco,
de ahí que se extendiera la creencia de que la valenciana era una de las 72
lenguas posbabélicas, hipótesis que cada reino europeo defendía para su idioma
con argumentos tan eruditos como disparatados. Mientras Kempe afirmaba en
1688 que Adán hablaba danés en el Paraíso (Die Sprachen des Paradises, 1688),
nuestro Vicent Marés señalaba a Chelva como el lugar donde estuvo el Paraíso
adánico, aunque fue más racional en el tema del idioma al defender la poligénesis
del mismo: «el valenciano contiene palabras hebreas, griegas y latinas...y
vocablos de la catalana y arábiga”(La Fénix, 1688).
La adolescencia de Mulet coincidió con
la llegada al Reino de criptojudios portugueses, factor que hizo rebrotar el
interés hacia enigmas cuya llave de acceso era el cabalismo hebreo y la
manipulación de textos sagrados. El valor numérico de las palabras, los
acrósticos y el tamurá o anagrama (permutación de letras) atraía a religiosos
como Sánchez del Castellar, examinador sinodial de Orihuela, que en su
“Triángulo de perfecciones” especulaba con las aleph, yod, num, sin, chet,
etc. Curiosamente, quien imprimió la obra fue el impresor de la Inquisición en
Valencia.
Alejados de toda preocupación espiritual, estos jocosos versos a
Maciana son, probablemente, los únicos autógrafos del dominico. El manuscrito
fue acabado hacia 1645, y es inédito en el sentido de que sólo se publicaron
50 versos (Puig Torralva, 1883) de los 798 del romance. Las instituciones (si
no me equivoco), todavía no han editado una versión catalanizada de los 798
versos que Mulet compuso en el convento de predicadores de Oriola; ciudad
conventual y relajada, como demuestra la anécdota de fray Juan Gregorio; el
cual, hallándose sin tabaco, una monja del monasterio de San Sebastián de
Orihuela le “alargó su caxa de tabaco que tenía llena” (Vida del V Juan
Gregorio, p.50). El padre Hurtado, en el mismo año 1645, era contrario a que
“ninguna persona tomase tabaco en polvo, hoja o en humo dentro de las iglesias(...)
o los sacerdotes que se ponen en el Altar a fumar tabaco. ¡Qué limpieza
puede tener el que se ensucia con el tabaco, cuando está celebrando el más
limpio sacrificio y manejando los más puros vasos” (Chocolate y tabaco, 1645,
f.132.). En este mare mágnum de místicos, fu-madores y cabalistas surgieron los
versos a Maciana.
La preferencia del idioma valenciano y
no el latín -usado por Mulet en obras teológicas destinadas a la difusión por
el Imperio- confirma que era el habitual en su círculo oriolano. Compone versos
para sí mismo y para que los jóvenes hermanos de religión gocen de la ironía
oculta en metáforas misóginas y frases de doble lectura. La lengua valenciana
poseía en 1645 recursos léxicos y sintácticos para expresar conceptos filosóficos,
textos científicos, prosa literaria y versos místicos o mundanos.
He hojeado el “Tesoro de las do, lenguas, española y francesa, ¡ de
Caesar Oudin. Intérprete del Rey de Francia”,obra útil en la ocupación de
Cataluña por los franceses en la Guerra dels Segadors, coetánea de los versos a
Maciana. Contiene vocablos de origen valenciano filtrados a otras lenguas y que
fueron recogidos por el interprete del monarca francés: “albufera de Valence;
lobarro...abondance a Va-lenco; albacora, a Valence, c’est una figue...;
chulla, des costes de mouto..., c‘est un mot valencian”. Alguna de estas voces,
como “arballon. . .esgouter l‘eau d’ un estang, ou autre eau retenue”,
figuran en el romance de Mulet con mínimas variables morfológicas: “un gosás
albelloner” (v.260). Calificando a “gozas” o porrazo encontramos el despectivo
albelloner derivado de albelló, vocablo que podríamos llamar urbano, por ser
en ciudades populosas donde se disponía de aigüeres , albellons, arbellons o
sistema de alcantarillado. Del árabe “al-balla”, cloaca, la voz fue
modificándose en el Reino hasta llegar a la moderna “arbelló”, empleándo se el
derivado arbelloner con idéntico valor
semántico que usaba Mulet en 1645: “com
un gos arbelloner” (Ovara, J.: L ‘a
nima en un fil, 1881); “pelut de brasos, com gos arbelloner” (Millas,M.:Una
agensia, 1874); “arbelló: desaguadero,
albañal” (Gadea:Voc.val. 1909). La Generalidad,
ninot del lEC, prohíbe el vocablo.
Los versos a Maciana son un ejercicio de habilidad
literaria donde el estudiante Mulet busca
el sarcasmo cruel, basado en la fealdad de Maciana y la esca sa inteligencia
que la inhabilita ría para fundar un convento en Mallorca. La descalificación,
tema nuclear, se repite en cada estrofa: “vella fonch ya quant naixqué / pues
del ventre de sa mare / ya ixqué plena de rovell” (vv. 744, 746).
El erotismo o la crítica encubierta a la monarquía, presentes en la
Infanta Telina, no figuran en esta composición salpicada de silogismos
escolásticos y de léxico, sintaxis, morfología y latinismos tan similares a
los del Tratat del pet que bastarían para identificar la misma autoría. Nacido
en la frontera norte y estudiante en la frontera sur, alejado de la capital
del Reino, Mulet maneja el idioma valenciano que hallamos en otros escritores
coetáneos como Orti, Mateu y Sanç o Iván Ballester. La lengua era vehículo de
comunicación literaria, no de coacción política como en la actualidad, cuando
el uso de un adverbio prohibido por el Institut d’Estudis Catalana puede
suponer el suspenso, la pérdida del puesto de trabajo o que la Generalitat no edite
la obra. El dominico poseía conocimiento empírico del idioma, igual que
Martorell o Timoneda; y ese idioma común al Reino era distinto, como veremos,
al castellano y catalán.
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