Por Ricardo García Moya
Las Provincias 21 de Mayo de
1996
Hay
defensores de causas por
interés crematístico, y otros -como don Vicente Giner Boira- que gastan vida y
patrimonio en defensa de un ideal. Los primeros, ante la posibilidad de que don
Vicente reciba justo reconocimiento público, han afilado puñales. No lo pueden
tolerar, iría contra la ley inmersora que sólo otorga homenajes y premios a los
que apoyan la catalanización de Valencia; sea aullando a la guitarra en
normalitzat, o plagiando gramáticas del Institut d'Estudis Catalans para hacerlas pasar como valencianas.
Los archimandritas de Barcelona y sus tentáculos en
Valencia no permiten que don Vicente sea homenajeado por la ciudad del Turia.
Camuflados de tolerantes progresistas, los medios inmersores han propagado
descalificaciones que, por respeto a don Vicente, omitiré. EI feroz ataque de
estos currutacos choca con la indulgencia que muestran hacia otros
homenajeados.
Así sucede en este mes de mayo con el catalán José
Andreu (Charlie Rivel) y la serie de actos
que -con motivo del centenario de su nacimiento- están celebrando en
toda Cataluña, auspiciados por ayuntamientos
y Generalidad. En una revista, doctorada en zaherir a valencianos como Giner Boira, glosan la figura del
cómico catalán, destacando éxitos y premios recibidos: Cruz de San Jorge de la Generalidad, edición del "centenari
Charlie Rivel", también por la Generalidad; homenaje de Cornellà de
Llobregat, etcétera. Pero olvidan detalles.
Aparte de adornar con matices sociales y
nacionalistas a quien sólo se preocupó de su profesión, hay lagunas. Al tratar
sobre la segunda guerra mundial, se tornan ingenuos, recurren a puntos
suspensivos y frases ambiguas sobre un Rivel defensor de la democracia: "Pero Ilegó la segunda guerra mundial cuando
estaba en Alemania. Charlie Rivel resultó muy afectado por la guerra y decidió
no actuar más."
Tanto insisten en los sufrimientos del payaso en la
Alemania de Hitler que -para disipar dudas-
contaré la actividad diaria en Berlín del condecorado con la Creu de Sant Jordi. La fuente la
debemos a Jacinto Miquelarena, un
entusiasta del III Reich que vivía
en Berlín y narraba los cotilleos del nazismo. Así, en "el español que hace reír a los alemanes, en
la guerra", dice:
"...EI invierno es triste en Berlín y, además,
hay guerra, pero en el teatro Scala está Charlie
Rivels. Tres veces al día se Ilena la sala del Scala, capaz para tres mil
quinientos espectadores, y tres veces al día la sala entera se estremece de
júbilo cuando aparece este clown, que nubla ya en Escandinavia,
en Italia y en Alemania, la fama de Grock" (Miquelarena, J.: "Un
corresponsal en la guerra", 1942, p. 17).
La soledad, compañera de la tristeza, no afectaba a
Rivel; diez mil alemanes aplaudían diariamente su famoso "ladrido"
(sic). Pero, quizá, el corazón de Rivel pudo captar la miseria de los judíos y
las angustias del pueblo alemán, con progresivo racionamiento de alimentos.
Ante tales desgracias. ¿Decidió actuar gratis el homenajeado? Es improbable,
dado su origen. ¿Se apuntó a alguna secta apocalíptica? Según el testigo
presencial:
"Divertir a los berlineses como les divierte
Charlie Rivels no es barato. He aquí un señor que vive en el hotel Edén, con su
mujer y sus hijos, y con los profesores de baile y música para sus hijos, y con
los preceptores de sus hijos... He aquí un señor que circula por Berlín con el
automóvil más charolado y niquelado que se conoce en el barrio del Jardín
Zoológico" (p. 18).
¡Qué raro, ¿no?!
La inmensa tristeza y "lo muy afectado que estaba por la guerra"
--según dice la revista del más allá”-- no concuerda con lo observado por
Miquelarena. Si aportaran detalles... ¿Se tornó abúlico nuestro héroe? ¿Perdió
Rivel el apetito? No sería raro, gatos y perros comenzaban a escasear en la
geografía del Tercer Reich; pero al catalán no podían darle gato por liebre, ya
que su dieta era limitada. Puede que
esto fuera causa de su melancolía, ¿zampaba sólo lechugas y huevos fritos?:
"He aquí
un caballero (Charlie Rivel) que se sienta a la mesa rodeado de las doce o
trece personas de su séquito y pide langosta para todos. Sus ingresos desbordan
la suma de dos mil quinientos marcos al día."
Creo que es
suficiente para comparar las distintas varas de medir que utiliza la
prensa catalana (camuflada) en Valencia: a los valencianistas como don Vicente Giner Boira le insultan y
calumnian; al catalán Rivel --medalla de Sant Jordi de la Generalidad y bufón
del Tercer Reich-- ocultan datos comprometedores, manipulan la realidad
y poetizan sus opíparas vivencias berlinesas. Y
conste que no hay nada censurable en la vida de Charlie Rivel, lo vergonzoso
es la manipulación actual.
A estos berenjenales programados por el cenagal (que
pretende ensalzar desde mediocres gramáticos catalaneros hasta cantantes (?)
que asustan a las hienas), la revista los considera "homenatges seriosos".
Si éstos son serios, ¿cómo serán los cómicos?. Por cierto, Rivel abandonó
Alemania cuando vio las cosas feas: las
langostas escaseaban, E.E.U.U. entraba en guerra, y la fácil victoria del
Tercer Reich se congelaba por Smolensko
y ardía en Libia.
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