Por Ricardo García Moya
Las Provincias 9 de
Noviembre de 1997
En los
cuadernos catalanes Gripau se recomienda usar a los estudiantes valencianos la
construcción: "Andreu vindrá
divendres" (Gripau. Generalitat Valenciana, 1996, p. 30). Esta
carencia de matices gramaticales es admisible
en robótica y chistes de apaches ("rostro pálido, tubo de fuego"),
pero el idioma valenciano goza de recursos sintácticos para desterrar anfi-
bologías y expresar con dulzura y exactitud el mensaje verbal. Por el
contrario, el esperanto inmersor chirrfa por falta de lubricante preposicional,
deformación del engranaje léxico autóctono y debilidad en la batería de
articulos, al faltar el lo clásico.
Esta chapuza que genera perplejidad en las tardes futboleras ("Fernando passa Romario") germinó
en las Ramblas a principios de siglo.
Hacia 1900, en
las tertulias barceloninas se hacía insoportable un hecho: la sintaxis
castellana y catalana eran iguales. Los del Avenç maquillaban lo que podían:
separaban geminadas (col-loqui, il-licità, cagarel-la, etc.); agrupaban
consonantes para germanizar la morfología; aislaban enclíticos (veure-us);
substraían arcaísmos valencianos, castellanos y occitanos (baladre, clóchina,
chulla, caserna, feble, llur, nafrar, conquerir, dues, tellina, etc.) e incluso
inventaron o tomaron del francés e inglés los amb, esport, desenvolupament,
etc.; pero el diablillo chauvinista repetía: "Tenéis idéntica sintaxis que
los castellanos".
Esta llaga fue
cauterizada en el congreso de 1906 por un Miquel
Costa i Llobera que, alborotado, comunicaba "un estudi
importantíssim": la eliminación de la preposición a del complemento directo, ya sugerida por Alcover: "de este modo combatiríamos la opinión de
que no tenemos una sintaxis distinta a la castellana" (Costa i Llobera,
1906, 119). ¡Así de fácil! Ahora podrían visitar Madrid con la cabeza erguida,
sin que los cenizos del 98 les recordaran la igualdad sintáctica de las lenguas
romances de España (con perdón). Ignoraba Llobera que su norma "importantísima" también fue
arcaísmo sintáctico castellano, gallego y valenciano. Todos poseían casos de complemento directo sin la
preposición a delante del acusativo
en tiempos en que la sintaxis titubeaba entre las declinaciones latinas y la
progresiva sustitucibn por preposiciones. Y no sólo en el medievo, Lapesa recuerda que, en pleno Siglo de
Oro castellano, Quevedo escribía:
"acusaron los fariseos la mujer
adúltera"; y el madrileño Lope
de Vega usaba también la sintaxis (¡ejem!) catalana: "no disgustemos mi abuela".
EI remiendo
sintáctico se oficializó en el Reino tras la Guerra Civil, cuando las
instituciones culturales franquìstas financiaron la "Revista Valenciana de
Filología", en la que don Martí de
Riquer (futuro preceptor de don Felipe sobre temas como Azorín y Tirant lo
Blanch) y el Institut d'Estudis Catalans (Bohigas, Casacuberta, Badía i
Margarit, Gulsoy, etc.) impusieron su ley. En aquellos días de lítico mendrugo
y jarabe de palo, el activo Carles
Salvador introducía la gramática de Fabra (como destaca la
Enciclopedia Catalana), y publicaba con
el aplauso de las autoridades franquistas el "Petit vocabulari" en 1943. Su labor catalanista fue premiada
por la Diputación de Valencia en 1951, año en que dio a luz su falsa Gramática
Valenciana con léxico del Institut d'Estudis Catalans: avui, aquest, avi, dues,
amb, meva, tardor, etc. En ella introducia
la norma de Llobera: "el
complemento directo o causativo se une al verbo sin preposición"
(Salvador, C.: Gramática. Ed. Eliseu Climent, Barcelona, p.141 ).
Los catalanes
despreciaron esta chapuza, pero los integristas de Canal 9 y la Literaria
la enarbolaron como estandarte del cientifismo filológico, escudándose en la
autoridad de un Carles Salvador que ordenaba escribir: "Antoni ha vist Maria", no como
construimos los valencianos: "Antoni
ha vist a María". De igual modo, la Gramática de Bromera y la
Generalitat ampliaba el error: "aunque coloquialmente se usa con
frecuencia la preposición a como
elemento introductor del complemento directo, éstos se introducen generalmente sin preposición: "ajudarem
els nostres amics" (p. 198).
También la revista mimada por la Diputacibn de Valencia (donde compite publicitariamente
con la Generalidad de Cataluña y Freixenet) usa la sintaxis apache: "El president del GAV ha advertit Xavier"
("Saó", setembre, 1997, p.17).
En su
gramática, además del gazapo sintáctico, Carles Salvador prohibía a los
valencianos hasta la palabra Micalet,
por "viciosa" (p.191 ). EI líder del catalanismo franquista
despreciaba testimonios como el expresado en 1656 por Marco Antonio Orti,
cronista de la Ciudad y Reino: "Micalet,
que en lengua valenciana es el nombre diminutivo de Miquel" (Orti,
M.A.: Segundo Centenario, Valencia 1656, p. 206).
Y hablando del
Micalet. La noche del 29 de octubre, tras el programa Negro sobre blanco de Dragó,
comenzó la emisión de una joya de la arqueologta cínematográfica: "La boda de Ouinita Flores",
estrenada en 1943, el año en que Carles Salvador publicaba su "Petit vocabulari". Pues bien,
durante veinte eternos segundos permaneció la imagen del Micalet -símbolo de la
productora valenciana CIFESA- sin
sonido. Algún progresista censor había eliminado los 20 segundos del
complemento directo musical de la imagen. ¿Adivinan cuál era? La bélica y
solemne Marcha de la Ciudad y Reyno,
con timbales y clarines, que Serrano adicionó al himno regional. La esporádica
mudez fue tan fortuita como el vestidito de barras rojas y amarillas que,
casualmente, decora el programa Tómbola;
o los invitados catalanes del Parlé
vosté, incitados a hablar en catalán para que la inmersión no decaiga.
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