Lucila Talens
El puerto se ha
transformado en un lugar emblemático muy visitado y reconocido más allá de
nuestras fronteras. En el presente artículo voy a tratar de exponer la historia
de este enclave, punto de intercambio y comunicación con otros pueblos y otras
gentes, que se ha convertido en nexo de unión y progreso.
El primer
asentamiento urbano de la ciudad se localizó tierra adentro, no justamente en
la orilla de la costa. Se trata de la zona comprendida entre los dos antiguos
ramales del río Turia que la convertían en una isla, hasta que el ramal derecho
fue cegado y su perímetro aprovechado como guía conductor de las futuras
murallas. En esta desaparecida isla, próxima a las Torres de Serranos, se
desarrolló la Valencia romana. Así pues, se puede decir que el primer puerto
que tuvo la ciudad fue fluvial y que el río llevaba a las pequeñas
embarcaciones hasta su desembocadura en el mar donde se situaba un pequeño
muelle hecho con estacas. A lo largo de la Edad Media este primitivo
embarcadero va a ir poco a poco fortaleciéndose.
Valencia contaba
desde el año 1283 con el Tribunal del Consolat del Mar constituido por el rey
Pedro III como organismo jurídico para tramitar los asuntos mercantiles y
marítimos. La ciudad va experimentando un incipiente comercio marítimo que
requiere una mayor apertura al mar. El precario embarcadero es fácil presa de
ataques y es necesario protegerlo. Para ello se funda Villanueva del Grao,
población que comienza a canalizar la actividad marinera de la capital. Durante
el siglo XIV el aspecto del antiguo y original puerto es el de un pequeño
poblado de marineros y pescadores que viven en barracas protegidos por una
frágil muralla y una torre defensiva. Dentro de este núcleo ya se encuentra una
pequeña iglesia junto al mar dedicada a Santa María, y ubicada en el mismo
lugar donde se alzará el actual templo de Santa María del Mar que fue levantado
en el siglo XVII. También estaban en proceso de construcción las Atarazanas del
rey, lugar de fabricación y reparación de barcos. Al pequeño muelle de madera que
servía más que nada para desembarco de los pasajeros se le denominaba el Pont
de Fusta.
La actividad
portuaria valenciana seguía creciendo a finales del siglo XIV. Entre los años
1395 y 1398 atracaron doscientas trece naves, cantidad que debe ser considerada
como importante. Al inicio del floreciente siglo XV, alzado ya el edificio
central del recinto de las atarazanas, el gobierno de la ciudad se propone
invertir para realizar reformas en el puerto como respuesta a las necesidades
comerciales que demanda la próspera ciudad. Se estudia la propuesta de hacer el
río Turia navegable desde las murallas hasta su desembocadura en el Grao.
Aunque el proyecto se deja para más adelante, se invierten quinientos florines
en contratas de personal especializado. Se acuerda también la apertura de dos
acequias, con un coste de doscientos florines, para llevar agua potable. Además
se levanta una fuente cerca de la iglesia y un lavadero.
El creciente
valor estratégico por las nuevas instalaciones impulsa al Consell a reforzar y
ampliar las fortificaciones existentes. En 1423 se mejora el embarcadero del
Pont de Fusta, sin embargo continua siendo de acceso exclusivamente para
personas ya que las mercancías se siguen cargando y descargando de los barcos
con la ayuda de pequeñas embarcaciones.
En el siglo XVI,
continuando con la política de fortificación del Grao, se abren varios portales
en la muralla y se levanta el baluarte que a partir de entonces se constituye
como el fortín insignia de la costa valenciana.
El baluarte,
edificio heredero de la torre vigía, es la pieza fundamental de la
fortificación. En el año 1531 se decide su construcción y en 1535 comienzan las
labores preparatorias del terreno. Los primeros directores de la obra son Jaime
Daraca y Vicent Dalmau. Más tarde se incorporan los picapedreros Lluis
Centelles, Pere Gil y Alonso Tendilla. Un año después colaboran cinco maestros
más. Esta etapa de construcción se clausura con la cubrición de las bóvedas de
la edificación y el levantamiento de la puerta principal. En 1539 se realizan
diferentes dependencias como casetas y garitas y estancias para albergar a los
soldados, así como una cocina. El edificio estaba presidido por una torre y
alojaba una compañía de caballería que vigilaba la costa.
En 1685 Tomás
Güelda realiza un proyecto de mejora del puerto después de que Valencia fuese
designada como puerto de mercancías para otras regiones. En este proyecto se
expresa con énfasis la construcción del embarcadero en piedra, pero los fuertes
temporales marítimos destruyeron este muelle pétreo antes de su conclusión. Así
las cosas, en 1695 se encomienda un nuevo plan al arquitecto genovés Corcília
que tampoco fue realizado y en 1698 se inicia la construcción de un nuevo Pont
de Fusta que nunca fue llevado a término.
Después de estos
avatares hemos de llegar hasta 1739 cuando la denominada Junta Particular de
Gobierno, Comercio y Agricultura de nuestra ciudad reclama una mayor atención
para el puerto. En 1778 se decreta el libre comercio con América y bajo la
dirección del ingeniero hidráulico Manuel de Mirallas se resucita el antiguo
proyecto de Güelda y se inician las obras en 1792. Un año antes Valencia había
conseguido la autorización para comerciar con América.
De todas formas
se hicieron nuevas obras a principios del siglo XIX y entre los años 1852 y
1869 se da un inesperado impulso al puerto que ya empieza a tener gran
actividad. Con la construcción del dique de Levante, proyecto del ingeniero
Llovera, y el contradique de Poniente, para evitar en la medida de lo posible
el atasco producido por la cercana desembocadura del río Turia, queda cerrada
la dársena pentagonal interior y constituido el núcleo fundamental del puerto
moderno. Todas estas obras fueron realizadas según el proyecto elaborado por el
ingeniero Subercase.
Los elementos
portuarios más destacados del siglo XX son los denominados tinglados o
almacenes que han llegado hasta nuestros días. Están decorados al estilo
modernista valenciano con ornamentos alegóricos en relieve alusivos al comercio
y a la navegación. Se trata de mosaicos cerámicos realizados en vivos colores
sobre temas valencianos típicos como las naranjas y otras frutas, espigas y
guirnaldas. También sobresale el llamado Edificio del Reloj que fue el edificio
de la antigua estación marítima y enfila el inicio de la Avenida del Puerto. Es
una construcción de planta rectangular y torre con un magnífico reloj. Su
decoración es bastante sobria, limitándose al coronamiento de las cúpulas.
Hay que añadir
que ya en 1835 había atracado en el Grao el primer barco de vapor, El Balear,
que dio origen a la primera línea regular de barcos de vapor
Valencia-Tarragona-Barcelona, de pasaje y cabotaje.
En el actual
siglo XXI las obras más importantes son las que se han ejecutado para la
competición de la Copa de la América. Obras imponentes que, como ya hemos dicho
al principio, han cambiado la fisonomía de este espacio mejorándolo de forma
ostensible. Gracias a todos los que lo han hecho posible.
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