viernes, 22 de mayo de 2015

FUEROS Y MUERTE DEL CONQUISTADOR



Por: Ricardo de la Cierva
Los conquistadores no encuentran seria dificultad en en­tenderse con los habitantes de Valencia, la mayor parte de los cuales se queda en la ciudad bajo el mando de los cristianos. Ellos hablaban el romance valenciano arabiza­do; los conquistadores hablaban casi todos el romance de Aragón. La población no aumentó más allá del cinco por ciento, y la mayoría de ese cinco por ciento no era catala­na; mal pudieron crear esos exiguos contingentes de Cata­luña una lengua valenciana porque se encontraron con ella. Allí estaba un niño de doce años, el futuro mártir misione­ro San Pedro Pascual, primer escritor en lengua valencia­na que ningún conquistador le había enseñado; la apren­dió en casa bajo el dominio musulmán, y en ella escribio la Biblia Parva, como instrumento de evangelización. Para librar a su nueva conquista de las intransigencias arago­nesas, que concebían al nuevo reino como una prolonga­ción del de Aragón, Jaime I afianza su concepción de reino autónomo para Valencia, al que va a dotar de fueros pro­pios -els furs-, en los que descarta del gobierno a nobles y eclesiásticos, con lo que instituye una especie de clase dirigente de tipo burgués. «El reino de Valencia -conclu­ye Ubieto- fue el producto de la voluntad de Jaime I, que lo creó para diferenciarlo del reino de Aragón y del conda­do de Barcelona. Surgió en la primavera de 1239» (op. cit., I, p. 232). Cuando se va consumando la conquista, Jaime I la fortalece con donaciones que se incluyen en el Llibre del Repartiment (1237-1252). No hay el más mínimo monopolio catalán en la repoblación, que se realiza por mezcla de aragoneses, catalanes, navarros, castellanos y extranjeros con claro predominio de aragoneses. Jaime I continúa la reconquista del reino; y en 1244 pacta en Almizra con su sobrino Alfonso X el Sabio de Castilla los límites finales. En 1261 ordena traducir los fueros al valenciano. Manda que en los juicios se utilizara el romance valenciano.


La Reconquista terminó para la Corona de Aragón con la toma de la última fortaleza musulmana, el castillo de Biar, en 1245; desde entonces Jaime I se dedicó a consoli­dar el Reino de Valencia, reprimió algunas revueltas mu­sulmanas, reafirmó la autonomía del reino y su personali­dad al oponerse a las pretensiones hegemónicas de los aragoneses y, en definitiva, logró plenamente que cuajase su sueño valenciano. Murió en 1276, y si su recuerdo per­dura en toda la Corona de Aragón y en toda España (sobre todo en Murcia, que por dos veces reconquistó en benefi­cio generosísimo de Castilla) es, sobre todo, en su Reino de Valencia, donde el Conquistador pervive como un hé­roe primordial y mitológico.

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