viernes, 22 de mayo de 2015

FRANQUISMO IDIOMÁTICO PARA EL 2003



    Ricardo García Moya
                          Diario de Valencia 7 de abril de 2002

Ya han llegado los textos de falso “valenciá” para el 2003 y, como era de esperar, las cacarea­das “claves de valencianidad” se plasman en una mayor sutileza en el engaño. Paradigma de lo que se impartirá a los niños valencianos a partir de septiembre es a partir de septiem­ texto de “Valencia, llen­de la editorial madrileña SM. La portada del libro, con un Sorolla como camuflaje, protege las ca­talanadas del responsable Fran­co Martínez, miembro activo de la “Associació d’escriptors en llengua catalana”. A este mode­lo de enseñanza de falso “valen­ciá” lo llamaremos franquismo idiomático, por considerar que la estrategia de Franco Martí­nez prototipo de las autoriza­das por Tarancón.
Cumpliendo los deseos del Conseller, el idioma del lnstitut d’Estudis Catalans seguirá im­partiéndose con virulencia e im­punidad; de ahí que en el texto de Franco se enseñe la prosa ca­talana de Santiago Rosiñol: “La brotada d’avui...” (p.2l7), el tea­tro del catalán Adriá Gual (p.238) o se imponga el estudio de los versos del barcelonés Papasseit: “surt i s’ullpren i té...” (p.280) y de los catalanes Joseph Carner y Carles Riba. La mayor parte de las fotografías del libro están sacadas de la Enciclopeda Catalana y “El Temps”, con tex­tos tan valencianos como los del Diari de Sabadell (p.254) o del citado El Temps. En esta obra autorizada por Tarancón se hace estudiar a los niños valencianos la poesía “Oda a la Patria” (p.l60), del catalán Aribau; y no nos engañemos, pues esa patria futura que Aribau llora en los versos “Adeu siau, turons... vell Montseny ” (ib.), no es la valen­ciana ni la española, sino la fascista Cataluña que devora hasta Orihuela en mapas instituciona­les que Tarancón y San Zaplana jamás combatirán.
La erosión a lo valenciano es ley del franquismo idiomático. Franco introduce a los alumnos en el misticismo catalán con la poesía “Montserrat” de Jacint Verdaguer (p.180), cuando podía haber utilizado el sagrado Mongó de los versos valencianos de fray Pere de Denia. El franquismo no duda en manipular a lite­ratos como Blasco Ibáñez, fingiendo que usaba hasta el amb” (p.185), para que sus es­critos perezcan salidos de la plu­ma de Pompeu Fabra. La false­dad es una constante en el fran­quismo taranconiano, y valga como ejemplo la tergiversación conceptual de la revista catalana “L’Avenç”, a la que Franco lla­ma “defensora del catalanismo progresista” (p.214) ¡Qué cerní­calos son! En los años que alude Franco, hacia el 1900, “L’Avenç” era una revista visceralmente nazi, defensora de la pureza aria catalana y enemiga de los africa­nos españoles; con artículos enaltecedores del germanismo antropométrico del cráneo cata­lán y de su superioridad racial. ¡Ay, Tarancón, Tarancón! ¿No te  da vergüenza catalanizar al pue­blo valenciano con la mierda de estos textos? Posiblemente, los tarancones llegaron hace siglos desde el Tarancón manchego, pero eso no es motivo para que odies y sacrifiques la cultura del Reino que os acogió.
El franquismo no duda en fal­sear morfologías reproduciendo frases de “El Cortesano” de Milán con la preposición “amb” y pronombres separados con guioncito fabriano ¡en el siglo XVI! La denominación de “idioma valenciano” es tabú, pues buscan degradarlo a un dialecto como el extremeño. El franquis­mo taranconiano autoriza estos libros de texto, que son guiños a los comisarios inmersores para que en el aula catalanicen a pla­cer. La visión de los clásicos valencianos la delega Franco en manos de los frenéticos colaboracionistas como Sanchos Guarner y Joan Fuster, falangista que analiza la obra Isabel de Villena en perfecto catalán (p.27) En el extraño valenciano (huyen de la expresión “lengua valenciana”) que fomenta Tarancón, halla­mos la poesía “Records d´infantesa” del catalán Camprodón, que añora cuando era “petit” (p.179), así como los versos del barcelonés Maragall. Otro ilus­tre barcelonés que deben estu­diar en catalán nuestros hijos son los párrafos escritos en “ge­ner de 1906” (p.220) por el bar­celonés Eugeni d’Ors: “cami­nant ab passa lenta...”. Otro in­dividuo inquietante, Martí de Ri­quer (el que ha dado a conocer lo de las barras de sangre castella­nas, pero que se olvidó citar que servidor lo había descubierto una década antes), también apor­ta su grano de arena para cata­lanizar a los niños valencianos.
Según el franquismo taranco­mano: La normativa que regu­la actualment el valenciá, se­gons l´Estatut d’Autonomia i al­tres lleis, es la que va formular Pompeu Fabra” (p.272). Y noso­tros sin enterarnos de que el Estatut ordena usar la jerga in­ventada por Fabra. En los años en que los arios catalanes, ade­más de publicar L’Avenç, se di­vertían con el negro disecado de Bañolas. El franquismo censura y desprecia la opinión de los que mantienen con dignidad la defensa del idioma valenciano, y enaltece la de los que venden nuestra cultura a Cataluña; así, el infame colaboracionismo es glosado por Sanchis Guarner co­mo una lucha heroica: “Fon dura la batalla per a introduir a Valencia les Normes Ortográfi­ques de l’Institut d’Estudis Ca­talans, inspirades principalment par Pompeu Fabra (p.257). Con el beneplácito taranconiano, Franco insiste en que el “valen­ciá es dialecte catalá” (p.93)

En el catalán de Franco, los alumnos valencianos irán com­prendiendo que su centro espiritual está en el “Montserrat de Verdaguer, que su “Patria” es la Catalunya de Aribau; que su len­gua es la catalana del Institut d’Estudis Catalans; que las nor­mas de Asunción son las de Pom­peu Fabra; que sus revistas favoritas deben ser las catalanas “El Temps”, “L’Avenç” y la tenebro­sa “Saó”, aquella de motilones sardaneros mimados por Bancai­xa que comprendían la violencia de ETA (p.124). Hay que recono­cer que, aunque nos cuesta miles y miles de millones, el catalán y el catalanismo han sido introduci­dos con éxito por nuestros genios de la política. Como despedida; ahí va esta muestra del catalán franquista que tienen que estu­diar en el 2003 los niños valencia­nos: “ens hem aturat a Canale­tes... darrera un vas... el comiat es maravellós... ”. La Historia de Ca­taluña tendrá un lugar de honor para Tarancón y San Zaplana.

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