Autor: Carles Recio
Me encantaría que este texto se publicara en la nueva página en inglés que
publica semanalmente Levante-EMV como primera colaboración autóctona en este
idioma que ya puede considerarse nuestro. Co-mo tengo la desgracia de no dominarlo
adecuadamente, me entusiasmaría que lo tradujeran en un bello tono londinense
para estar a la altura de esas pautas de globalización que a los valencianos
nos seducen.
The English is here, y ha venido para quedarse. Educación para la
Ciudadanía es un síntoma. Sencillamente ha sido la excusa para que el idioma de
Albión se abra paso en el sistema público educativo, pues ya se anuncia que
tendremos hasta escuelas públicas en este idioma. Esto no es novedad, pues
existen varios centros privados en los que resulta difícil encontrar plazas
debido a la gran demanda. La gran ofensiva contra el idioma antiguamente
considerado propio es sustituirlo directamente por el idioma más poderoso del
mundo. Los valencianos seremos los primeros en aposentar el inglés en el
continente europeo, y no habremos de esperar mucho para comprobarlo.
En el largo y tedioso debate sobre la Ciudadanía en inglés nadie ha girado
la vista atrás para recordar que todo esto ya se vivió en Valencia. Lo hubiera
tratado más extensamente de continuar con aquella sección de Episodios
valencianistas que mantuve en estas páginas durante tres años. Ya en 1918,
ochenta años atrás, se suscitó una cuestión parecida. Habiendo llegado a la
alcaldía de Valencia el blasquista Faustino Valentín, decidió introducir el
valenciano en las escuelas municipales como asignatura obligatoria. Se acordó
«que en todas las escuelas y centros de enseñanza no técnicos de facultades,
artes y oficios, se enseñase a leer y escribir el valenciano», poniendo como
condición indispensable para el pago de ayudas y subvenciones «que se
justifique que se dan esa clase o enseñanza con toda regularidad». Toda una
bomba para una sociedad largamente enemistada con su lengua propia.
La reacción no se hizo esperar. El propio partido de Valentín, la Unión
Republicana, se manifestó en contra. A través de El Pueblo, calificó la acción
de «peregrina audacia» que ha de causar «el enojo que produce toda
impertinencia y toda intromisión». El presidente del partido, Azzati, cuyo
nombre figura hoy en una de las principales calles de la urbe, escribió el tres
de noviembre: «En lengua valenciana no podemos dirigirnos y comunicarnos con
pueblo alguno de la Tierra, ni aun con vecinos tan próximos y fraternales como
los aragoneses. En lengua castellana nos entenderán en todos los centros cultos
del mundo. ¿Qué lengua servirá mejor en todos los órdenes de la vida al genio
valenciano?» La respuesta, ya en 1918, era el inglés.
El alcalde de Burjassot, como reacción ocurrente a la decisión del alcalde
de Valencia, ordena a todos los colegios de su término municipal que se incluya
de inmediato en sus temarios la enseñanza de la lengua inglesa «para dar
ejemplo de progresismo». A la propuesta se suma el partido republicano de
Castelló, indignado por la promoción de «un dialecto que sólo sirve para
relacionarse dentro de casa». El diario El Pueblo remacha el clavo proclamando
que «nuestra generación hubiera agradecido al señor Valentín una recomendación
y una acción para que en las escuelas se enseñe el inglés (?) eso no nos
hubiera parecido un error, sino acierto, bondadosa intención, anhelo de dar a
nuestros hijos armas y elementos para defenderse en las grandes luchas
económico-sociales del presente y sobre todo del porvenir». En cambio,
«instituir como una obligación pedagógica e intelectual la enseñanza del
dialecto, que no nos sirve más que para ir por casa en mangas de camisa» es una
idea que les parece una aberración.
En resumen, el inglés asentó sus reales en Valencia hace ochenta años, y
justamente como reprensión de la lengua valenciana. Burjassot tiene el honor de
ser la avanzadilla del proceso. En cuanto podamos, los valencianos
abandonaremos el castellano, como antes abandonamos el valenciano, el árabe,
el latín y el ibero, para pasarnos al idioma ganador.
Mientras, como denunciaba Lluís Fornés hace algunos días, otros continuarán
encabezados en la «unitat de la llengua» antes que en la propia «llengua».
Como, por ejemplo, el traductor o traductora de la página valenciana de este
diario, que se pasa un montón. En lugar de incorporar los dictámenes
conciliadores de la Academia de la Llengua se enroca en un barceloní absurdo.
La nota sobre el festival de folclore estaba plagada de «avui», «vuit» y
«aquestas», por no recordar cuando en una entrevista al rapero Nach, nacido en
Albacete, lo hacían hablar con flexión verbal oriental. Que quede constancia de
nuestro desacuerdo con esa táctica. En lugar a atraer simpatías sólo puede
generar desprecios hacia el idioma autóctono. De eso a desembocar en el inglés
no hay más que un paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario